Sesos de mono o cómo hacer de Indy en la mesa

El cine de aventuras, como el wéstern, que toda una generación consumió ante un televisor en blanco y negro mientras merendaba los sábados pan y chocolate, había acostumbrado al espectador a encontrar situaciones muy tensas con la comida entre la supervivencia y la escasez de recursos de sus héroes. Pero, muchos años después, ese icono universal que es Indiana Jones (Spielberg) en su aventura del templo maldito se detuvo en un banquete nada frugal pero afamado por su exotismo.

Un menú copioso y variado, eso sí, que no parecía a priori muy apetecible. Atreverse con las viandas de aquel ágape ornamental se antojaba mucho más peligroso que las peripecias del arqueólogo. Ahora que asoma ya al doblar la esquina 'Indiana Jones y el Dial del Destino' (se estrena el día 28) -la última entrega de la franquicia con Ford como protagonista, homenajeado en Cannes- es oportuno recordar que el festín del Templo maldito, entre sesos de mono, sopa con glóbulos oculares y serpientes, era una cita especial en ese vínculo del personaje y la saga con los animales. Como las 6.500 serpientes, incluidas varias cobras para echarlas de comer aparte, que se utilizaron en la aventura fundacional: 'En busca del arca perdida'. O los miles de insectos, se habla de 30.000 bichos, que aparecen en la entrega que nos ocupa. Por no hablar de 'Indiana Jones y la última cruzada' en la que 10.000 ratas 'criadas de vivero' fueron una pesadilla en el rodaje.

Antes de que las pantallas den cabida a un Indiana Jones sexagenario -Ford en realidad es octogenario-, bajo las órdenes de James Mangold, sirvan de homenaje aquellos sesos emplatados con esmero en la cabeza del mono de ese menú-degustación. El doctor Jones y su compañera Willie Scott tratan de contener las formas, las náuseas y arcadas durante el convite del palacio de Pankot entre esos ojos en la sopa y esa monada de sorbete, a modo de carta muy viva, junto a cucarachas gigantes e insectos corteza.

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