El pasado domingo fallecía en Logroño, Pilar Fernández, una de las históricas damas de la cocina riojana. En los tiempos en los que el latir gastronómico de la capital riojana venía dado por los fogones del Nobleza, Las Cubanas, El Cachetero o San Remo, ... entre otros, Pilar Fernández y su familia también marcaban la pauta desde el restaurante Buenos Aires, en la Laurel (luego con su hija y su yerno, pasaría a República Argentina).
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Pilar aprendió el oficio de su madre, Justa, que regentaba –junto a su marido– el restaurante y pensión, el Seis Doble, en la calle San Agustín.
Después de unos años alejada de las cazuleas por seguir a su marido –futbolista– por España, Pilar volvió a Logroño y al Buenos Aires en los inicios de los años 50 para cultivar la cocina riojana más tradicional de la que daban buena cuenta tanto los comerciantes que acudían al mercado de San Blas –la plaza de abastos de la que se proveían los diferentes establecimientos de la capital hasta que nació Mercarioja– como el público del Teatro Bretón. Su menestra de verduras, la merluza rebozada, los callos, patitas o sus croquetas quedaron, tras su jubilación, como el legado para su hija Pilar –Pitu– al que dio continuidad en el Buenos Aires de la calle República Argentina. La familia siguió ahí la tradición hostelera hasta que también esa siguiente generación (Pitu y José Mari) se jubilaron el 1 de julio de 2018.
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