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La cocina es un arte que cada vez se cultiva menos en los hogares, pero que no ha perdido vigencia y sigue despertando interés; por ... eso, de la misma forma que hay academias especializadas por ejemplo en clases de pintura, también hay quien propone unas clases de cocina para aficionados que quieren iniciarse o para los que deseen perfeccionar su técnica.
En el Centro Cultural Ibercaja se ofrecen con regularidad unas clases para aquellos que quieren mejorar un poco su destreza en la cocina. Actualmente se está desarrollando uno de cocina tradicional que imparten María Royo –una licenciada en bioquímica a la que su afición a los pucheros le viene de cuna, y especialmente por su abuela, Pilar, histórica cocinera del Buenos Aires logroñés– y su tía Pitu Royo, quien durante los últimos años del restaurante tomó el relevo de su madre en los fogones, trasmitiendo también su pasión a su sobrina.
Antes ofrecieron otro de 'Confort Food' o cocina reconfortante, ésa que evoca a los sabores del pasado y a recuerdos de la niñez; también lo hicieron con otras temáticas como cocina con freidora de aire o cocina para niños. Próximamente, volverán los niños a los fogones y también se impartirá uno de cocina para solteros.
Los cursos van más allá del aspecto puramente didáctico o formativo y llegan al ámbito emocional. Con frecuencia se convierten en experiencia donde se cocina, se aprende, pero también luego se degusta lo cocinado con el resto del grupo. El clima es distendido y con frecuencia, el cocinado se acompaña con una copa de vino. Al final del curso, los alumnos han tejido una red de amistad entre ellos pese a sus diferentes perfiles.
María Royo reconoce que ella misma disfruta mucho con las clases. «Siempre me ha gustado cocinar, y recuerdo siendo niña ayudar en lo que podía en la cocina del Buenos Aires a mi abuela. Después veía a mi tía y me gustaba que me enseñara cosas porque luego yo también soy muy de organizar comidas o cenas en casa o en sociedades como La Becada o la Peña 21», reconoce.
La cocina tradicional que vio hacer a su tía o a su abuela es la que ahora trata de transmitir en el actual curso. «Yo creo que es lo que más le gusta a la gente. La cocina de siempre, que es la que se hace con las cosas que podemos comprar en la plaza de abastos como en cualquier supermercado. Nada raro. Yo todo lo que utilizo en el curso lo compro en el Mercado de San Blas o en el de El Corregidor», reconoce.
Su experiencia docente como profesora de FP (Química y Salud Ambiental) le sirven para 'gobernar' un grupo que disfruta tanto asistiendo a las clases como ella impartiéndolas.
Desarrollan recetas de toda la vida como pueden ser unas patatas con chorizo o unos pimientos rellenos en salsa española, pero a las que Pitu Royo –la otra 'profe' del curso– aporta su toque personal.
María convenció a su tía para que le acompañara en su aventura en los cursos de cocina y aunque Pitu maldice la cocina eléctrica («donde esté una de fuego...»), está muy pendiente de todo y ella es la que le da la nota de calidad a esos apuntes con la receta que su sobrina reparte fotocopiados a cada uno de los asistentes a las sesiones.
Pitu encarna el espíritu de las guisanderas riojanas de toda la vida, ahora en 'peligro de extinción'. Las que hace ya algunas décadas pusieron los cimientos de la pujante cocina riojana. María encarna la cocinera que quiere transmitir los conocimientos de las 'clásicas' de los pucheros (su abuela Pilar, su tía Pitu y otras muchas que trabajaron al calor de los fogones) con sus clases presenciales, pero también subida a la ola de las nuevas tecnologías con su cuenta de Instagram (@meriroyo) o del canal que próximamente abrirá en Youtube.
La cocina está de moda, y aunque la escasez de tiempo (y probablemente la falta de interés) cada vez lleva a cocinar menos –y peor– en casa, hay quien ofrece la posibilidad de aprender a hacerlo.
Ibercaja y la Universidad Popular organizan cursos regularmente, puntualmente lo hacen cocineros como Aitor Esnal o las hermanas Loro, e incluso pequeñas academias también ofrecen, a los novatos, la posibilidad de familiarizarse con los fogones y a los más experimentados, profundizar en algún tipo concreto de cocina.
En cualquier caso, la demanda de estos cursos (que todavía no son muchos) siempre resulta elevada y ofrecen perfiles muy diversos.
En muchos casos, son jóvenes jubilados que no tuvieron tiempo para dedicarle a la cocina durante años, pero que ahora quieren recuperar lo perdido y no solo disfrutar comiendo, sino hacerlo de forma sana y con platos bien elaborados. En otros casos, son jóvenes que necesitan unos conocimientos mínimos para independizarse culinariamente de la madre o abuela, o incluso buenos paladares que quieren aprender cocinas del mundo.
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