El éxito de un negocio familiar

La Mejillonera es familia y tradición. Todo comenzó en el año 1967 con un formato de negocio de pequeñas tascas en las que solo se podía comer en barra. Con el paso de los años y la transformación del sector, La Mejillonera amplió sus establecimientos instalando mesas tanto en el interior como en las terrazas. Esto es lo que ocurrió en la sede ubicada en la calle Bretón de los Herreros de Logroño.

Pese a que el tipo de negocio se transformó con el tiempo, su carta ha sabido mantener la esencia que convirtió a La Mejillonera en una parada ineludible de grades y pequeños riojanos. Y es que sus icónicos mejillones y sus especiales patatas bravas siguen siendo los dos grandes platos estrellas de este negocio familiar que en la actualidad está dirigido por la segunda generación.

Estas elaboraciones así como sus croquetas de mejillón o sus bocatas de calamares pueden saborearse dentro de su amplio local y en el exterior en una de las doce mesas de su terraza. Una terraza que, gracias a su ubicación, «siempre tiene sombra, algo esencial para estos meses calurosos de verano», relata el propietario de La Mejillonera logroñesa, Armando Escudé.

La clave de su éxito, tal y cómo explica su dueño, es la rapidez del servicio y el coste ajustado de sus platos. Y es que, por apenas tres euros los clientes pueden degustar una buena ración de patatas bravas con su salsa especial servida en mesa. «La Mejillonera es como un 'fast food' de calidad a la española. Damos un servicio inmediato, con un gran producto y un trato personalizado», explica Armando.

La Mejillonera puede dar estos precios tan competitivos a raíz de realizar unos grandes pedidos que hacen los dueños de todos los locales repartidos por España que, al igual que el de Logroño, son dirigidos por los hijos de esos primeros fundadores.

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