El champán o el cava, elementos míticos que atraen la buena fortuna

A estas alturas nadie duda de que el champán y el cava son los vinos espumosos con más glamour, de ahí que se haya convertido en un ritual demasiado frecuente vaciar una botella de champán en la bañera o duchar a alguien después de haber ganado una prueba deportiva o simplemente por diversión, como ocurre en numerosos 'beach' del mundo, donde los que practican este ritual no suelen escatimar en gasto ni en reparar en la calidad del vino derramado.

Este gesto atrae, según dice la tradición, la fortuna y la buena suerte. El mito viene desde muy antiguo, cuando la tradición no escrita y más lejana apuntaba que había que derramar un poco de sangre en la cubierta de los barcos para que la travesía fuera feliz. La sangre –parecía más civilizado– se sustituyó ya en Grecia por vino y después por champán

Ya se sabe, hay que romper una botella de champán sobre el barco para evitar los malos augu-rios. Con el 'Titanic' irlandés no se hizo y nunca acabó su travesía inicial pese a que se le consideró en su momento –antes de ser botado– 'un buque insumergible'.

Otro mito es duchar con champán o cava al ganador de una prueba ciclista o de motor. La primera vez que se hizo fue en el circuito de Le Mans, de ahí que se hiciera con champán y desde entonces ha prevalecido esta costumbre.

Después de cada gran premio se ve al vencedor de la carrera entablar una guerra de espumoso con sus compañeros de podio y también 'regar' a su equipo de ingenieros y oficiales con el cava o champán como una forma de compartir con ellos los honores y hacerles partícipes también a ellos de los éxitos conseguidos.

Pero, ojo, hay quien apunta a que la buena suerte sólamente llega si el espumoso es un semidulce...