Si les pregunto por el producto más conocido de la cocina portuguesa, la mayoría lo tendría claro: el bacalao. Había oído siempre que nuestros vecinos tienen 365 recetas, una para cada día del año, con él. Pero esa cifra se queda corta. En un libro ... publicado en 2012 que tengo en mi biblioteca, Vítor Sobral, uno de los chefs portugueses que más han trabajado para actualizar su cocina tradicional, aporta nada menos que quinientas. Las más conocidas entre nosotros son probablemente el 'dourado' y el 'a Bras', pero las opciones son innumerables. El bacalao, a pesar de que la mayor parte del que consumen los portugueses ya no llega en sus barcos y sí de Noruega, sigue siendo su pescado nacional, pero en los últimos años han empezado a poner en valor la excepcional riqueza de algas, pescados y mariscos que albergan sus aguas. Y los cocineros han comenzado a apostar por ellos frente a la tradición del salado. Todavía hay problemas con los puntos de cocción, casi siempre excesivos (como ocurría en España hace tres décadas), pero por todo el país, y especialmente en Lisboa y sus alrededores, aparecen restaurantes especializados con un alto nivel de calidad y una visión moderna.

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Las marisquerías de Matosinhos, en las afueras de Oporto, o los populares restaurantes de pescado de Setúbal eran hasta ahora las referencias para comer pescado en Portugal. En todos ellos, las sobrecocciones llegaban (y llegan) muchas veces a ser preocupantes, anulando la calidad de la materia prima. En Lisboa, el citado Vítor Sobral hizo hace una década un buen intento de modernización de esa cocina del pescado con su Peixaria da Esquina, pero acabó rindiéndose a un público local que no entendía que les sirvieran cosas «casi crudas». Probablemente se anticipó demasiado. Los tiempos han cambiado y por suerte ya empieza a haber notables alternativas. En un plan tradicional me gustan especialmente Azenhas do Mar, en Sintra, colgado sobre el mar, donde he comido una corvina y un cherne excelentes de calidad y de punto, y Maré, el restaurante marino del gran José Avillez en Guincho, también junto al mar. Disfruté especialmente de unas bruxinhas (santiaguiños) que abundan en esa zona, perfectamente cocidas y abiertas por la mitad. En una versión moderna de la cocina del pescado, en Lisboa, Sala, de Joao Sa, uno de los mejores representantes de la nueva generación de cocineros portugueses, cuyos menús sólo incluyen productos marinos.

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