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Mucho antes de que las cigüeñas lleguen a las torres y campanarios de las iglesias riojanas, antes incluso de que la numerosa colonia de estas aves acuda a 'su casa' de la colegiata de San Miguel en Alfaro, las rosquillas de San Blas hacen su aparición en los escaparates de las panaderías y pastelerías de toda La Rioja.
En Horno Arguiñano reconocen que apenas un par de días después de haber acabado con los Roscos de Reyes del 6 de enero, ya empezaron la elaboración de las rosquillas recubiertas tradicionalmente de azúcar (aromatizado con anís), pero ahora también de chocolate negro, chocolate con naranja o incluso con fresas. Desde entonces no han faltado en el establecimiento, ni tampoco los clientes que, poco a poco, iban adquiriéndolas.
Estos chocolates son prácticamente las únicas variantes que se han introducido a lo largo de los tiempos en unos roscos que eso sí, antes pasaban masivamente por las iglesias para ser bendecidos cada 3 de febrero y ahora, en la mayoría de los casos, se saltan ese paso y llegan directamente a la mesa de los hogares riojanos.
Su elaboración es sencilla pero lenta y absolutamente artesanal porque no hay ninguna máquina que pueda producirlas. La delicada masa con la que se elabora la rosquilla cuenta con cuatro únicos ingredientes: harina, huevo, aceite y azúcar. Con esa masa se da forma a los roscos que deberán cocerse a continuación en el horno (las rosquillas habituales de los hogares riojanos, a diferencia de las de San Blas, se fríen). Después, habrá que dejarlos secar antes de darle una a una y de forma manual la cobertura que ha de acabarlos y 'embellecerlos' y primero por una cara y a las 24 horas, por la otra.
La masa, y los ingredientes utilizados en ella, esa lo que le otorga a la rosquilla –en algunos lugares de La Rioja se opta por los roscones grandes– su aspecto 'roto' característico.
A pesar de la introducción de los chocolates, Eduardo Villar –responsable de Horno Arguiñano– reconoce que «el 80% de las rosquillas que se venden son las que están cubiertas únicamente con azúcar, como toda la vida». No obstante, admite que aunque se mantenga lo tradicional, que además funciona bien, «hay que ir introduciendo novedades, como es en su caso el chocolate con naranja o fresa, que además le dan color. Hay que hacer el producto atractivo», señala.
En esta línea de innovación, sin desprenderse de la tradición, hay que entender también la nueva variante de las roscas de mantecado, en las que se introduce, entre los ingredientes para elaborar la masa, la manteca de cerdo y ofrecen unas rosquillas más planas y menos 'aireadas', del tipo de los mantecados tradicionales a los que se cubre con coloridos 'toppings'.
Este año, la campaña de las rosquillas de San Blas se mueve en la incertidumbre propia de esta situación pandémica. «Ha empezado más lenta, por lo menos aquí en Horno Arguiñano», lamenta Villar, «y con los restaurantes y cafeterías cerradas hemos perdido a unos clientes que ofrecían unas rosquillas más pequeñas con el café, pero como aún quedan un par de días, se puede acelerar al final, en los últimos días previos a San Blas», afirma sin perder el optimismo habitual.
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