En riojano, fiesta se diría zurracapote. Son dos términos íntimamente ligados por la tradición. Rara es la localidad de la comunidad autónoma en la que no se elabore esta pócima 'mágica' para acompañar las fiestas patronales, ahora ya no solo para las de La Rioja, sino que se ha 'exportado' la tradición a otras zonas productoras de vino en Navarra, País Vasco e incluso Castilla.
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Pese a esa uniformidad en su disfrute, resulta casi imposible establecer una receta única para la elaboración del zurracapote. Y aunque hay una parte básica, incluso en ella se introducen matices.
La base de la elaboración es el vino, y en La Rioja –cuna no sólo del castellano, sino también del zurracapote– el elegido tradicionalmente siempre ha sido el clarete. Sin embargo, las nuevas tendencias han hecho que en los últimos tiempos adquiera pujanza la elaboración a partir de tintos, e incluso también con vinos blancos.
Además del vino, hay algunos elementos que parecen indiscutibles. Son el azúcar, la canela y los limones. Luego, la mezcla se puede complementar con algunos otros elementos (naranjas, melocotones...), pero se corre el peligro de abandonar la esencia del zurracapote, para traspasar la línea que lo diferencia de la sangría.
La fórmula para hacer el mejor zurracapote es aún más desconocida que la de la Coca Cola, no en vano, cada elaborador tiene su propio recetario y no sólo hay controversia en cuanto a las cantidades, sino también en el cuándo y cómo realizar las mezclas. Así, mientras hay quien prefiere disolver el azúcar en un litro del vino de elaborar el zurracapote, y además, infusionar la mezcla hervida con la canela y el zumo de los limones; otros prefieren verter en un gran recipiente el vino, disolver el azúcar en el líquido y añadirle el zumo colado de los limones, y también un poco de agua infusionada en ebullición con la canela, y mezclar todo bien.
En ambos casos ha de macerar durante un tiempo, aunque tampoco en eso hay una coincidencia generalizada entre los elaboradores. Normalmente se hace en recipientes grandes, porque la historia dice que la medida básica para la elaboración de zurracapote es la tradicional para el vino de Rioja: la cántara (algo más de 16 litros).
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En lo que sí hay coincidencia es en que el zurracapote ha de beberse muy frío. Lo más frío posible. En lo que ya no hay tanto consenso es en el cómo. El porrón ha sido el lugar habitual, (o en su defecto, en la bota que facilitaba su transporte) pero éste es un elemento que –poco a poco– va quedando en desuso y por ello, ahora también se combina con las jarras de barro tradicionales del vino, que aunque no sirven para beberlo directamente, sí para 'guardarlo' antes de servirlo al vaso o a la copa.
Esa temperatura fría y el contenido alcohólico del vino, reforzado por el azúcar, la confieren al zurracapote un peligroso atractivo. Frío, dulce y muy agradable, puede llegar a producir sus efectos en forma de intoxicación etílica si se abandona la moderación.
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La sangría guarda ciertas similitudes con el zurracapote, aunque –normalmente– la base es diferente, porque se elabora con vino de menor calidad que el utilizado para la bebida riojana.
En la sangría también tienen un peso importante la maceración de la fruta en el vino. Normalmente, la sangría también tiene algo más de graduación alcohólica porque entre sus ingredientes suele contar también con algún licor (mora, por ejemplo).
La geseosa, que nunca está presente en el zurracapote, sí que es frecuente en la sangría, aunque es un aditivo que se incluye o no, en función del lugar donde se elabore.
Aunque esta bebida muy veraniega es propia de España y Portugal, es en la costa donde se consume especialmente entre el público extranjero que encuentra en ella un refrescante trago que les sirve –al menos, inicialmente– para mitigar el calor.
En los últimos tiempos han surgido nuevas variantes y en Asturias se llega a hacer sangría con sidra y en otros puntos del país con vinos espumosos o cavas, abriendo así aún más el abanico de recetas que pueden encontrarse de esta bebida.
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