
Si tenía usted alguna duda sobre si saltarse alguna comida podía resultar saludable, la ciencia ha venido a despejársela. El ayuno intermitente despierta el deseo ... sexual. Hasta hace cuatro días, el debate profesional giraba en torno a la idoneidad de esta práctica, que como toda la que pone en juego la integridad física, debe estar siempre vigilada por un especialista médico, no un charlatán. La controversia se dio por cerrada hace unos meses y este nuevo estudio da el cerrojazo definitivo. Bien hecho, no solo no se pasa hambre, sino que... tiene sus ventajillas añadidas. ¡Venga pues ese ayuno!
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El trabajo –no me gustaría bajar la líbido a nadie– se ha hecho de momento solo en ratones macho. Pero sus autores, visto lo visto, están dispuestos a seguir con la investigación, porque están convencidos de que los resultados obtenidos se replicarán en humanos. Firma el estudio nada menos que el Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas (por sus siglas en alemán DZNE), en colaboración con un grupo chino, y se publica en la prestigiosísima revista 'Cell Metabolism'. Por lo que se ha comprobado, un ayuno prolongado en ciclos de 24 horas reduce la concentración cerebral de la serotonina, que es un neurotransmisor al que se conoce con el sobrenombre de la hormona de la felicidad. Sobra decir que esta sustancia está íntimamente relacionada no sólo con el apetito, sino también con el bienestar emocional. Y no solo en los humildes ratoncillos de laboratorio...
El objetivo de su investigación era conocer más sobre la manera en que el ayuno impacta en la descendencia de los ratones macho. Y se encontraron con que los ejemplares de mayor edad aprovecharon el tiempo para tener un mayor número de crías. '¿Qué había pasado?', se preguntaron. Lo lógico sería pensar que el ayuno había modificado el sistema endocrino de los roedores y que se habían producido cambios en la edad de sus testículos, la calidad del esperma o los niveles de testosterona. Pero se equivocaban, no era así.
En una intervención más detectivesca que otra cosa, los científicos descubrieron que se trataba de una cuestión de comportamiento. Los machos en ayunas tuvieron significativamente muchos más contactos sexuales que los ratones que podían comer libremente.
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Pues bien, tuvieron más sexo los mayores que los jóvenes. Los investigadores concluyeron así que para que el ayuno intermitente despierte el deseo sexual ha de transcurrir «cierto tiempo», al menos entre seis semanas y seis meses. Al analizar las causas descubrieron que el ayuno actúa como un estimulante de determinados neurotransmisores y un inhibidor de otros. Entre ellos destacaba la serotonina, en sus niveles más bajos. Es decir, que lo que les pasaba a los ratones más bailones es que se encontraban del todo desinhibidos.
¡Hay que ver las cosas que provoca el hambre! Buen provecho y feliz semana.
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