Un antioxidante de carácter natural

Destaca su contenido en vitamina C, lo que le convierte en un potente antioxidante de carácter natural. Si se quiere aprovechar esta propiedad al máximo conviene saber que la vitamina C es termo sensible, es decir, disminuye al cocinarla, por eso será mucho más interesante consumir el ajo crudo que cocinado. Otras vitaminas presentes en el ajo son las del grupo B, como la B6, que interviene en la protección de nuestro sistema inmunitario.

Además de los antioxidantes, contiene gran cantidad de fibra soluble, lo que le confiere propiedades beneficiosas para nuestro sistema circulatorio. Es por tanto. Un excelente alimento protector de nuestro corazón.

Aporta propiedades diuréticas y antisépticas, por lo que es buen ingrediente para el control de la retención de líquidos o hinchazón y para ayudar a evitar infecciones. Es recomendable en personas con afecciones como la hipertensión o taquicardias.

Aunque tiene muchas propiedades beneficiosas, también se desaconseja su consumo en determinadas situaciones como en personas que presentan tendencia a sufrir hemorragias, ya que su efecto vasodilatador provoca que la sangre fluya más rápidamente por las arterias.

A la hora de conservarlos en casa, los ajos deben mantenerse en un lugar seco, fresco y bien ventilado, para evitar que se produzca moho. Se pueden colgar en la misma ristra conservándose así hasta 6 meses. También se pueden conservar sin pelar en un bote con agujeros o pelados en un bote de cristal en el frigorífico recubiertos de aceite. También se pueden congelar aproximadamente 2 meses, si previamente se separa la piel exterior, aunque pueden perder sus propiedades organolépticas.

El ajo es un ingrediente básico en nuestras cocinas y se puede consumir entero, picado, en polvo, como parte de sofritos, salsas, encurtidos y es el gran protagonista de platos como el gazpacho, el ajo blanco, el alioli o la sopa de ajo.