Un lugar en el desierto llamado rocanrol
Jonás Sainz
Viernes, 22 de marzo 2024, 20:30
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Jonás Sainz
Viernes, 22 de marzo 2024, 20:30
En alguna parte hay un lugar para ti y para mí. Lo canta Willie Nile en 'On the road to the Calvary' y ese lugar puede ser simple y llanamente el rocanrol. El cantante americano, un viejo vagabundo por las carreteras secundarias del rock, ... hizo noche en Logroño y convirtió la Sala Fundición en un motel en medio del desierto. Música genuina y ardiente como un buen burbon entre el polvo del camino.
Era la gira de sus setenta y cinco palos y, aunque presumió de abuelo, Willie demostró ser un espíritu libre incapaz de ceder a la edad y sus derrotas. Él es un clásico y eso nunca pasa de moda porque nunca lo estuvo realmente. Parece una vieja gloria pero jamás llegó a serlo. Se crió entre el punk del CBGB pero leía a Keats, Sheiley, Blake, Whitman, Rimbaud y toda esa peña y salió songwritter, otro poeta en Nueva York.
Compuso canciones por las que Dylan habría matado y sacó algunos discos dignos de Lou Reed. Subió a los escenarios de su buen amigo Bruce y giró con The Who, pero el éxito le esquivó. Solo ha sido grande a su humilde manera y ese miércoles cualquiera lo demostró ante un centenar escaso de parroquianos en este agujero en el mapa.
Salió, se sentó al piano como si estuviera en casa y empezó con 'Streets of New York', luego se colgó la Telecaster, siguió con 'Places I have never been' y ya no paró de recorrer territorios conocidos y desconocidos como 'Vagabond Moon'. Sus letras hablan de la vida, del amor y de la muerte como si no hubiera otra cosa de la que hablar y suenan a rock de toda la vida... como si hubiera otra música para sonar.
Para 'Hard times in America' –vuelven a ser tiempos difíciles– ya ocupaba todo a su alredor Stormy Mondays, la sólida banda asturiana que capitanea la guitarra brillante de Jorge Otero, con Daniel Montgomery y Juanjo Zamorano echando el ancla desde la batería y el bajo. Hubo canciones fáciles de corear, como 'Give me tomorrow', y baladas como 'Across the river', con los teclados y la eléctrica escalando en intensidad. 'Forever wild' fue toda una declaración de intenciones y 'The day the Earth stood still', la única de su último disco, un ultimátum a la Tierra. Hubo verdaderas joyas, 'Love is a train' o 'Children of Paradise', antes de la fiesta de pub irlandés con 'The house of a thousand guitars' y 'Run free' y su apoteósico solo de guitarra.
En tiempos de impostura, bazofia en plataformas y empacho de festivales, tener la fortuna de conciertos así te hace sentir parte del rock, parte de un público que late con sus canciones porque vive en ellas, en lugar de ser más carne procesada para la máquina de hacer dinero. Con esos artistas irreductibles y en esos garitos subterráneos uno recupera fuerzas para soportar la cadena perpetua.
'On the road to the Calvary' anticipó la despedida. Y es verdad, en alguna parte tiene que haber un lugar para ti y para mí. La última, que fue para su compañera, lo decía también: «Soy un soldado en un ejército. No tengo arma para disparar, pero tengo esta guitarra». 'One guitar', no hace falta más para viajar a ese sitio llamado rocanrol.
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