García confiesa que se ha vuelto «un antiurbanita total». EFE

«Nos hemos vuelto repugnantemente modernos, da hasta asco»

Manolo García | Cantante y compositor ·

Agitador frente a la inacción de la ciudadanía ante el cambio climático y una maquinaria social que consume personas, sale de gira con todo vendido

Sábado, 11 de noviembre 2023

Cae la noche y no es sobre París, ni luce la luna llena, ni amenazan los hombres lobo. Manolo García, 68 años, está relajado, rodeado de silencio. Es un intérprete de sus propias canciones acostumbrado a que miles de personas lo despidan tras sus memorables ... conciertos al grito de '¡Manolo, Manolo, Manolo!', un clamor electrizante que une satisfacción y afecto, que sirve para agradecer la entrega del músico y que demuestra que el ejército de fieles que le sigue desde hace años permanece dispuesto en cuerpo y alma a la batalla. Guarda en su memoria momentos que no olvidará en toda su -puñetera y privilegiada- vida. Ahora recorre el país con su Gira de Teatros 2023, tras su último doble álbum publicado con 'Mi vida en Marte' y 'Desatinos desplumados'. Y el 1 de diciembre llegará 'Desbarajuste piramidal', el disco que ha supuesto su reencuentro con Quimi Portet 25 años después de la despedida de El Último de la Fila. «Siempre vuelvo con ganas de vivir y de ser muy feliz en mi profesión. Feliz con poder crear mis canciones y poder expresarme y comunicarme con ellas. Tenía sólo 13 años cuando pensé: '¡Quiero ser músico!'», cuenta.

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- ¿Para qué no está usted aquí?

- Yo no estoy aquí para coger la bolsa y largarme. Yo tengo una pretensión creativa, tengo una pretensión poética. Mucha gente no lo sabe, pero todo el mundo quiere que haya un poco de poesía en su vida. Todo el mundo la busca y, como no se consigue, muchas veces por eso estamos de malhumor.

- La infancia.

- Yo soy catalán, pero catalán fruto de la emigración que llegó del sur a buscarse el pan. Era un niño que se lo pasaba bomba en su barrio de Barcelona y, por otra parte, cuando iba al mundo rural, me encontraba allí con la alegría de las acequias y hacía cosas como ir con mi abuelo a regar por la noche los bancales. Recuerdo aquellos pueblos llenos de animales, me refiero a los de cuatro patas [ríe]. El contacto directo con la naturaleza era una maravilla, la vida era tan diferente a la de ahora...

- ¿Cómo es la de ahora?

- En muy pocas décadas nos hemos vuelto repugnantemente modernos, da hasta asco lo modernos y lo guais que somos. Todo es tan guay; bueno, tan guay para el que le va guay, porque para el que está abajo, pillado en la trituradora social que no tiene compasión de nadie, la cosa cambia.

Con tranquilidad

«El reloj y el calendario son para mí un atraso de cojones»

- ¿Su vida cómo transcurre?

- Procurando, dentro de mis posibilidades, prescindir del reloj, de ese invento nefasto que la Humanidad ha pergeñado; el reloj y el calendario son para mí un atraso de cojones. Intento trabajar sin estar atento al reloj, y hacerlo siempre con cariño y con ganas. Incluso en épocas en las que trabajaba en cosas que no eran de mi complacencia, por dignidad personal intentaba hacerlo siempre lo mejor posible; si el trabajo era llevadero, lo aguantaba; y si se convertía en algo ya insufrible, pues le daba puerta y ya saldría el sol por Antequera. Ahora, en mi día a día, a mí se me va a encontrar en museos, galerías de arte, bibliotecas...; se me va encontrar caminado, paseando por la playa, meditando...

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- ¿Qué más suele hacer?

- Dejo muchas veces el día entero el móvil en un cajón y que le den morcilla. Ese es mi día a día: componiendo, pintando mucho y, también, esperando cuando toca los conciertos con muchas ganas, porque a mí me ha gustado siempre mucho girar y encontrarme con la gente cara a cara, cantando, bailando, olvidándose de todos esos asuntos que a veces son un lastre muy pesado.

- ¿En qué se ha convertido?

- Soy antiurbanita, yo que nací en una gran ciudad me he vuelto antiurbanita total.

- ¿De qué está satisfecho?

- Que yo sea consciente, no le he hecho nunca daño a nadie. Vivo tranquilo, nunca me he empeñado en llegar a ninguna meta, mi meta es vivir el día a día, levantarme contento al día siguiente.

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- ¿Le pasa mucho?

- Sí, y le doy gracias a los dioses, le doy gracias a la vida por darme alegría e ilusión para abordar los planes de cada día, porque tampoco me preocupo mucho de lo que pasará dentro de tres meses. Ya se irán haciendo las cosas según Dios me dé salud.

Nada nuevo

«Ahora el mundo nos parece terrible, pero el mundo siempre ha sido un caos»

- ¿Cómo comienza el día?

- Me pongo música, nada más abrir un ojo ya tengo la música puesta y estoy oyendo a Cat Stevens, a Neil Young, a Lole y Manuel...; la música me da fuerza. Me levanto cada día con la intención de resolver las cosas lo mejor posible. Quieras o no, vas a moverte. Vivimos sobre un planeta en movimiento, gran parte de este planeta es agua y nosotros, los seres vivos, también lo somos. Las lunas marcan, las mareas marcan... Intento tener un norte: el del optimismo y el de dar lo mejor de mí y ocultar lo peor. Todos tenemos algo peor, y los demás no tienen por qué sufrirlo.

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- ¿Y la actualidad, hoy centrada en Gaza?

- Como ahora estamos ultrainformados, puedes llegar a estar muy angustiado. Ahora nos parece el mundo terrible, pero el mundo siempre ha sido un caos, el ser humano ha sido belicoso siempre; según la Biblia parece ser que triunfó Caín, que mató a Abel, que era el bueno. Y nosotros somos hijos de Caín y tenemos ese estigma, aunque gente muy maja, ¡eh!, gente humanamente intachable, y hay filósofos, hay sabios...; pero también hay una caterva de energúmenos que pone un poquito los pelos de punta. A veces pongo la tele, otros días no quiero ver nada, no quiero saber nada, me digo que yo no puedo hacer nada, pobre de mí. Pero me resulta angustiosa la estupidez humana y la falta de compasión, y que no se tenga nada claro que la vida humana es sagrada, como es sagrada la vida de todos los seres vivos. Vale, Israel tiene derecho a defenderse, pero la población civil no tiene ninguna culpa, es inhumano todo lo que está sufriendo el pueblo palestino. Alentar los tambores de guerra es siempre muy peligroso y suele conducir a salvajadas. Creo en la política pacificadora, en los consensos, en los repartos equitativos, en que puedan vivir en armonía un estado palestino y un estado israelí; que vivan como hermanos, no como enemigos, sin ese ensañamiento tan sangriento. ¿Cómo es posible que no hayamos aprendido que la violencia sólo trae más violencia?

«De espaldas a la naturaleza»

- ¿Qué le decepciona a usted especialmente?

- A mí lo que me está decepcionando es la inacción de la población civil ante la madre de todas las batallas, que para mí es el cambio climático, que es un problema que me ha tocado la fibra desde muy jovencito. Siempre he pensado que basar la pervivencia del mundo en el consumo y desmigajar la bola terráquea para hacer bolígrafos y cacharros, no era el mejor camino. Tampoco me acaba de convencer la inteligencia artificial...; qué grave error alejarnos de la naturaleza cada vez más, estar tan estúpidamente de espaldas a ella e ignorar lo que se nos viene encima, el aumento de la temperatura y una situación cada vez más insostenible que puede ser fuente de muchos conflictos. Yo siempre me pregunto, '¿los señores que manejan el mundo, los hilos económicos y de poder, no tienen hijos, no tienen nietos, o son tan borricos, tan cenutrios, que les da igual?'. Y que nos estamos jugando mucho no lo dice un músico, no lo dice un compositor de canciones, lo dicen los científicos. Me decepciona que no sepamos plantarle cara al problema y pararlo, porque hay soluciones, pero los que manejan la manada, y no digo manada con ánimo peyorativo, ni como insulto, sino como grupo, por lo visto creen que ellos están a salvo, que cuando caiga la pirámide que formamos todos, ellos, que están en la puntica, no caerán. Qué asnos son, qué horror de ambición humana...; ¿cómo no estamos ya retomando el rumbo? Somos un planeta finito, con una demografía en aumento a toda hostia: en 2050 se prevén, si no hay contratiempos, 10.000 millones de habitantes; eso habrá que gestionarlo con pinzas, a nivel de energía, de alimentos, de relaciones pacíficas. Somos un planeta global, pero a estas alturas, tras 2.000 años de era cristiana, y de otras religiones tan respetables como la cristiana, seguimos haciendo el cenutrio.

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- El cenutrio...

- ... dejando que tire de nosotros el carro del consumo, el carro del dinero, de la ambición. La vida es un brillo entre la nada y la nada, y nos empeñamos en complicárnosla. Ayer [el día anterior a la entrevista] me comunicaron que una vecina, encantadora, la vecina más maja del barrio, había muerto. ¿Cómo? Pero si me la encontré hace nada y me saludó tan contenta. Pues eso, que la vida es un brillo y nosotros lo dedicamos a hacer el gilipollas. Menos mal que hay una cantidad inmensa de buenas personas, aunque se vean empujadas por esos otros que respiran el mismo oxígeno que nosotros y que parece que, de una manera demoníaca, están locos porque esto vaya como el culo; ellos lo que quieren es vender sus armas, su petróleo, sus drogas, sus porquerías, y que todo el mundo vaya de culo. Además, manejan millones de euros pero también son unos desgraciados que se odian y se envidian entre ellos. Qué absurdo.

Cenutrios

«De una manera demoníaca, hay quienes están locos porque esto vaya como el culo»

- ¿A qué sigue cantando?

- A la poesía de la vida. En este tiempo en el que todo son obligaciones, miedos, complicaciones, me apetece cantarle a la naturaleza salvaje, a las miradas, al contacto desinteresado con los amigos, a la relación de empatía con la gente cercana, a las relaciones humanas sin dobleces, limpias.

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- ¿Qué es un lujo?

- Pues, fíjese a lo que hemos llegado, encontrar un paraje donde no haya un elemento mobiliario, que en la ciudad llaman mobiliario urbano. Todo está lleno de puentes, rotondas, torres de alta tensión, molinos eólicos, ¡que estoy hasta los huevos de molinos eólicos!

- ¿Y eso?

- Porque son muy buenos para la energía sostenible, pero los tienen que poner en el mar, a 50 millas mar adentro; no pueden malbaratar el paisaje, que es propiedad del espíritu de todos los humanos, no pueden hacer que el planeta entero sea un cementerio, porque parecen cementerios. Están en zonas donde supuestamente hay poca gente, y como corre un poquito de aire, pues venga, al negocio. Dicen que son ecológicos, claro que lo son, pero a día de hoy está demostrado que son para hacer negocio. ¡Meterlos en el mar, coño, que ahí no los ve nadie, no molestan a nadie! A lo que yo intento cantar es a las pocas cosas puras que nos van quedando, a esa fascinación que siento cuando alguien con quien estoy hablando me mira a los ojos, porque la gente ya no mira a nadie a los ojos, está todo el mundo estudiando los móviles. Yo antes acabada siempre teniendo largas conversaciones con los viajeros en los trenes, y ahora, cuando vas pasando vagones de camino al bar, ves a todo el mundo absorto con el móvil y yo flipo. Ahora estamos ya también con la inteligencia artificial, que también está programada por unos señores en unos estudios, en unos despachos, para lo de siempre: para ponernos otra bola de hierro a los pies, para atarnos, ¡más grilletes!, para esclavizarnos más y tener a la gente más pillada en todos los sentidos.

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Alienados

«La gente ya no mira a los ojos, está todo el mundo estudiando los móviles»

- ¿Cómo nota al público?

- Con muchas ganas de cantar, de bailar y de salir del agujero negro, de la angustia, de esa sensación de que las cosas van a ir a peor. Y yo me digo, pues si las cosas están mal, vamos a arreglarlas, todavía tenemos tiempo, no nos quedemos de brazos cruzados. Noto en mucha gente unas ganas de tirar para adelante de la hostia.

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