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J. SAINZ
Domingo, 2 de febrero 2020, 21:25
Entre finales del siglo XVI y mediados del XVII la cartografía se convirtió en una ciencia estratégica. Los descubrimientos geográficos, la expansión territorial de las ... potencias europeas, el desarrollo de instrumentos de medición y los adelantos en las técnicas de navegación, dieron lugar a una cartografía cada vez más exacta y minuciosa. Y necesaria. Disponer de un mapa fiable podía ser la diferencia entre un buen negocio y un desastre, cobrar ventaja ante una batalla naval o irse a pique con toda una flota. Al mismo tiempo, la imprenta y el avance de las técnicas de grabado hicieron posible la publicación de gran cantidad de copias de mapas.
Los Países Bajos, tierra próspera de navegantes y comerciantes, impulsaron la cartografía como cuestión de estado tanto o más que otros reinos. Y allí una de las casas más reconocidas en la época fue la de los Blaeu, encabezada por Willem Blaeu (1571-1638), un reputado matemático y cartógrafo de Ámsterdam, autor entre otras obras del 'Theatrum Orbis terrarum'.
A su muerte le sucedieron sus hijos Cornelius (-1644) y especialmente Joan Blaeu (1596-1673), que llegó a ser cartógrafo oficial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Juntos al principio y Joan en solitario tras morir su hermano continuaron el ambicioso proyecto del que el padre había publicado los dos primeros volúmenes entre 1635 y 1638, el primero, dedicado a Europa septentrional y Germania y el segundo, a la Galia y Germania inferior. Entre 1640 y 1654 fueron apareciendo sucesivamente: un tercer tomo dedicado a Hispania, Italia, África, Asia y América; el cuarto, con Gran Bretaña, Escocia e Irlanda; el quinto, del Atlántico; y un sexto volumen apéndice con tablas cartográficas entonces inéditas de diversas regiones del mundo. El planeta entero dibujado con todo detalle por las mejores manos de la época.
Casi cuatro siglos después, desprovista ya de su antigua funcionalidad, la llamada 'Cosmografía Blaviana' es una pieza bibliográfica patrimonial de enorme valor. Y una hermosura. Una de las contadas ediciones que se conservan en España pertenece a la biblioteca del monasterio de San Milán de Yuso. Y acaba de regresar a casa procedente del taller de restauración de Ana Jessen, en Madrid, donde ha permanecido cuatro años hasta recobrar la integridad que el tiempo y el uso le habían gastado. Esas otras manos no menos expertas se han encargado de devolverle su esplendor.
El prior Pedro Merino recibió ayer los seis volúmenes restaurados por Jessen gracias a la aportación de la Fundación Gondra Barandiarán (por valor de 60.000 euros), algunos de cuyos miembros acudieron a formalizar la entrega. Asistieron también Diego Iturriaga, director general de Cultura del Gobierno de La Rioja; Almudena Martínez, coordinadora de la Fundación San Millán; y José Luis Cayuela, de la Asociación de Amigos.
Con los agradecimientos a la labor filantrópica de la fundación vasca y al «exquisito trabajo» de la restauradora, todos ellos coincidieron en destacar la necesidad de «conservar, proteger y mejorar este tesoro de cultura que representan los monasterios de San Millán» y, en concreto, su biblioteca, «un lugar casi sagrado», como la describió el padre Merino.
Ahora los mapas del mundo de vuelta a Yuso lucen de acuerdo a la relevancia patrimonial de semejante legado. Del pasado, de la época dorada de la cartografía, para el futuro.
La restauración de la 'Cosmografía' ha sido tan compleja que en lugar de los tres años previstos, ha requerido cuatro. Como ejemplo, Ana Jessen explica el trabajo realizado con el primero de los seis tomos:
El pergamino de la cubierta superior estaba desgarrado. Había perdido soporte en los bordes. Tenía manchas de origen desconocido y de óxido. La guarda delantera, con rasgaduras y pérdida de soporte; la contraguarda delantera, rota y desprendida.
El cuerpo del libro también aparecía bastante deteriorado, con rasgaduras y pérdida de soporte en la parte inferior y esquina inferior externa de los mapas y hojas. Abundantes manchas de humedad y de restos orgánicos. En uno de los mapas quedaba solo el diez por ciento del grabado.
El tratamiento realizado en la encuadernación ha consistido en limpiar mecánicamente las guardas y contraguardas, eliminar los restos de cinta adhesiva con espátula caliente, y retirar la signatura pegada.
Limpiar las cubiertas con bisturí para desprender los restos de cera, paso previo a la limpieza mecánica con goma dura. Introducir en la cámara de humectación durante 24 horas para rehidratar y estirar el pergamino, que con el tiempo se va deshidratando y encogiendo de tamaño.
Injertar trozos de pergamino antiguo rebajado con bisturí, pegándolo con cola de esturión sobre las zonas con pérdida de soporte de las cubiertas. Consolidar los nervios de pergamino injertando tiras de pergamino con cola y fijándolo con puntadas de hilo de algodón. Las cabezadas se cosen al libro con núcleo de cordel de cáñamo e hilo de seda verde y crudo.
Proteger el lomo con tela de algodón (100%) pegándola con cola neutra reversible a fin de darle una mayor flexibilidad. Colocar una charnela nueva en el cajo de papel verjurado neutro. Después pegar las guardas delantera y trasera con engrudo de almidón de arroz, y las contraguardas con cola neutra. Se pega con engrudo la signatura del libro escrita sobre papel neutro y rotulado con tinta china color sepia.
Por otro lado, el cuerpo del libro: se limpian todas las hojas, en seco con goma de borrar no grasa y brocha de pelo suave, así como los cortes, desprendiendo todos los restos de cera a punta de bisturí, y algún resto con espátula caliente y papel secante.
Seguidamente se introduce el cuerpo del libro en la cámara de humectación para rehidratar las hojas y dar fuerza y consistencia al papel, quitar las deformaciones y planchar las esquinas dobladas. Los desgarros se unen con papel japonés y metilcelulosa. En muchos de los mapas es necesaria la reintegración mecánica con pasta de celulosa. Y en el que solo conservaba una mínima parte se hace un injerto manual con papel japonés del mismo tono y grosor.
Y así con lo seis volúmenes. Libro por libro y página a página.
Desde 2003 han sido restaurados ya casi quinientos libros de la biblioteca de San Millán de la Cogolla, entre ellos, la segunda impresión de la tercera parte de las Repúblicas del Mundo, de Jerónimo Román (un volumen de 1595); la Biblia Rabínica (Amberes, 1518); o la Biblia latina ad vetustisima exemplaria castigata (Francfurt, 1566).
La Biblia Hebrea, un ejemplar editado en Venecia en 1518, con encuadernación de la época con piel de becerro y decoración de hilos concéntricos y florones en el centro, es también uno de los que ha experimentado 'el renacer de los libros' en manos de la restauradora Ana Jessen. O el Tripartitae Philosophiae Opera, de Aristóteles, un volumen editado en Basilea en 1563, con encuadernación de piel de becerro de estilo renacentista.
Todavía son muchos los ejemplares a la espera. El padre Olarte, antiguo bibliotecario de San Millán, fallecido en 2018, dejó una lista confiando en el don sanador de Ana. Ella misma se encarga de buscar financiación. «Si no, no habría manera de sacar esto adelante», afirma.
Se siente «afortunada» de poder realizar un trabajo así, delicado y artesanal, para el que, además de los conocimientos técnicos, es necesario un compromiso como el suyo:«Somos responsables de legar a las generaciones venideras el tejido de la historia que es el patrimonio bibliográfico y San Millán posee uno de los más importantes».
La restauración de la 'Cosmografía' ha sido tan compleja que en lugar de los tres años previstos, ha requerido cuatro. Como ejemplo, Ana Jessen explica el trabajo realizado con el primero de los seis tomos:
El pergamino de la cubierta superior estaba desgarrado. Había perdido soporte en los bordes. Tenía manchas de origen desconocido y de óxido. La guarda delantera, con rasgaduras y pérdida de soporte; la contraguarda delantera, rota y desprendida.
El cuerpo del libro también aparecía bastante deteriorado, con rasgaduras y pérdida de soporte en la parte inferior y esquina inferior externa de los mapas y hojas. Abundantes manchas de humedad y de restos orgánicos. En uno de los mapas quedaba solo el diez por ciento del grabado.
El tratamiento realizado en la encuadernación ha consistido en limpiar mecánicamente las guardas y contraguardas, eliminar los restos de cinta adhesiva con espátula caliente, y retirar la signatura pegada.
Limpiar las cubiertas con bisturí para desprender los restos de cera, paso previo a la limpieza mecánica con goma dura. Introducir en la cámara de humectación durante 24 horas para rehidratar y estirar el pergamino, que con el tiempo se va deshidratando y encogiendo de tamaño.
Injertar trozos de pergamino antiguo rebajado con bisturí, pegándolo con cola de esturión sobre las zonas con pérdida de soporte de las cubiertas. Consolidar los nervios de pergamino injertando tiras de pergamino con cola y fijándolo con puntadas de hilo de algodón. Las cabezadas se cosen al libro con núcleo de cordel de cáñamo e hilo de seda verde y crudo.
Proteger el lomo con tela de algodón (100%) pegándola con cola neutra reversible a fin de darle una mayor flexibilidad. Colocar una charnela nueva en el cajo de papel verjurado neutro. Después pegar las guardas delantera y trasera con engrudo de almidón de arroz, y las contraguardas con cola neutra. Se pega con engrudo la signatura del libro escrita sobre papel neutro y rotulado con tinta china color sepia.
Por otro lado, el cuerpo del libro: se limpian todas las hojas, en seco con goma de borrar no grasa y brocha de pelo suave, así como los cortes, desprendiendo todos los restos de cera a punta de bisturí, y algún resto con espátula caliente y papel secante.
Seguidamente se introduce el cuerpo del libro en la cámara de humectación para rehidratar las hojas y dar fuerza y consistencia al papel, quitar las deformaciones y planchar las esquinas dobladas. Los desgarros se unen con papel japonés y metilcelulosa. En muchos de los mapas es necesaria la reintegración mecánica con pasta de celulosa. Yen el que solo conservaba una mínima parte se hace un injerto manual con papel japonés del mismo tono y grosor.
Yasí con lo seis volúmenes. Libro por libro y página a página.
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