Jorge Chasco González, el 12 de diciembre de 2020, día que recibió las vestiduras religiosas en el Seminario de Montefiascone, en Italia. A.G.

«La vocación tiene una fuerza de arrastre muy grande»

Un novicio logroñés de 20 años. Jorge Chasco González se prepara en Italia para ser sacerdote. Acaba de ingresar en la orden que regenta el Monasterio de Valvanera

Sábado, 13 de febrero 2021, 09:36

Jorge estudiaba segundo de Ingeniería Informática en la UR. Su afición era tocar el saxofón y, como a cualquier joven de 20 años, le gustaba disfrutar con los amigos y estar con la familia.

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Pero Jorge tenía otra inquietud. Algo que le removía por dentro, ... en lo más profundo. «Ganas de eternidad» llama él a lo que le llevó a tomar una senda diferente, muy distinta del camino que pueda tomar un joven de hoy en día.

En pleno confinamiento por el COVID, allá por el mes de marzo, Jorge decidió ingresar en el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), para hacerse sacerdote. La orden religiosa que, además, regenta el Monasterio de Valvanera.

Él es Jorge Chasco González, un joven logroñés de 20 años que acaba de ingresar en el Noviciado Beato Pier Giorgio Frassati, en Segni, Roma. Recibió las vestiduras religiosas en diciembre en el Seminario del IVE en Montefiascone, Italia.

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A efectos prácticos, «llevar la sotana», relata Jorge, «supone tener una firme decisión de ser cada día más virtuoso, de imitar más intensamente a Jesucristo». Y apunta: «Si bien dicen que 'el hábito no hace al monje', la verdad es que ayuda mucho, porque representa lo que queremos vivir, una vida totalmente dedicada al servicio de Dios y al prójimo».

Le queda, sin embargo, un largo camino hasta la ordenación como sacerdote: «El IVE contempla 8 años de formación: 1 de noviciado; 3, de Filosofía y 4, de Teología. Tras estos estudios se recibe la ordenación diaconal y sacerdotal», resume el joven novicio.

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El IVE es una familia religiosa católica fundada en Argentina en 1984 por el padre Carlos Miguel Buela. En 2001 el IVE inició su andadura en España. «El Instituto», resume Jorge, «busca evangelizar la cultura proponiendo el Evangelio en cualquier ámbito humano: casas de caridad, escuelas, hospitales, parroquias, cárceles, misiones, familias... Otra característica es la de estar dispuestos a ir 'a donde nadie quiere estar'. Por ejemplo, tenemos misiones en lugares como Iraq, Siria, Palestina, Papúa, Tanzania, Kazajistán...».

Existen, dentro del IVE, tres órdenes: la primera, son los sacerdotes; la segunda, las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará y, la tercera, la orden laical.

Jorge decidió hacerse sacerdote «al volver de un encuentro de las Voces del Verbo (el grupo de jóvenes del IVE) y tras unas jornadas de discernimiento 'on line'». Luego pasó unos días en Valvanera... y, de allí, a Roma.

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Pero, ¿qué le llevó a emprender el camino? «Son esas ganas de santidad, de eternidad, las que te impulsan a dar el gran salto», resume. Un salto que, en palabras de Jorge, «en un principio puede parecer al vacío. Sin embargo, cuando crees que vas a caer, que vas a ahogarte, sientes la mano fuerte de Jesús que te sujeta y te saca del agua. De todos modos, uno se da cuenta de que lo de la vocación es una iniciativa de Dios, que te llama a que te dediques a Él de forma exclusiva, a una vida de esforzado servicio». Y tiene claro el motivo por el que eligió esta orden: «Por absolutamente todo: la solemnidad con la que celebran la misa, los sacerdotes, el seminario, la claridad con la que forman a los jóvenes, sus misiones...».

La familia y los amigos

El ahora novicio no tiene ningún familiar sacerdote ni monja, pero contempla como «hermana espiritual» a Santa Teresita de Liseux: «Se trata de una santa por la que siempre he tenido veneración, casi como si fuese una hermana». Su familia pertenece, eso sí, a la tercera orden del IVE, que integran los laicos.

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Así que, como era de esperar, la noticia sobre su determinación se recibió con gran alegría entre sus familiares: «Me felicitaron y me animaron. Mis padres me educaron en la fe... La familia es el primer seminario. Fue un gran regalo recibir su apoyo», confiesa.

Entre los amigos, afirma, la reacción también fue «de alegría»: «Me empezaron a hacer preguntas y a tomarme el pelo: 'Jorge, cuando me case, ¿oficiarás tú la boda?'; ¿Tienes que ir siempre con la sotana?', 'Cuando seas sacerdote... ¿tu padre tendrá que llamarte 'padre'?», relata como anécdotas simpáticas.

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No descarta, sin embargo, que le puedan considerar 'raro' por tomar este camino. «¡Claro que sí! Estoy seguro de que es así, pero no me importa», afirma rotundo.

El joven reconoce que «estar lejos de la familia es siempre un sacrificio». «Pero tengo que decir que la distancia material hace que el amor espiritual crezca», matiza. Además de comunicaciones pautadas por teléfono, los novicios pueden contactar con sus familias y, también, con amigos por correo electrónico y ordinario.

Ayer y hoy

¿Cómo era un día 'normal' en la vida de Jorge antes del noviciado? «Estudiaba Ingeniería Informática en la UR, iba a clase por la mañana y por la tarde me quedaba haciendo trabajos y estudiando con mis amigos hasta la noche. Cenaba y rezaba el rosario en familia», resume.

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Ahora tiene su particular 'nueva normalidad': «Nos levantamos, al ritmo de la campana, a las 5.45. Tenemos un rato de lectura espiritual y a las 7 celebramos la misa. Después de rezar el ángelus, desayunamos y nos preparamos para las clases. Durante el noviciado tenemos clases de espiritualidad, Mariología, Lectio Divina (aprender a rezar con la Biblia), liturgia, introducción a la Filosofía, metodología de estudio y doctrina cristiana. Después de las clases, a mediodía, tenemos una hora de trabajo (cada uno trabajamos en nuestro oficio: lavandería, sacristía, biblioteca, limpieza...) hasta la una, hora de comer. Tras una siesta reconfortante (hay tiempo libre, pero yo lo suelo aprovechar para echarme una digna siesta española) rezamos la hora media, trabajamos, merendamos y nos duchamos. A las cinco de la tarde comenzamos el tiempo de estudio, hasta las siete. Rezamos juntos el rosario, hacemos una hora de Adoración Eucarística, rezamos vísperas, cenamos, rezamos la completa y nos vamos a dormir. Los viernes y los sábados, después de cenar, tenemos un rato de recreación, siempre con algún juego de mesa o por equipos». Así es el día a día en el noviciado.

No sería extraño pensar que un joven de 20 años echará en falta, además de a la familia y a los amigos, la parte material, prosaica... «¿Que qué echo de menos de mi vida anterior? La verdad es que nada. Cuando Dios te llama, suele ayudarte a dejar atrás lo material, que es nada». Ni la más mínima grieta para la duda.

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Su nueva vida tampoco le ha supuesto abandonar su afición, tocar el saxofón... «¡Al contrario! Lo utilizo más que nunca. Evangelizar la cultura significa hacer que Cristo reine sobre todo aquello que es esencialmente humano, incluyendo, por supuesto, la música».

No se ve una rara avis, pero Jorge tampoco es ajeno a una realidad como es la falta de vocaciones para la vida religiosa. Pero, apostilla, «Jesús sigue llamando hoy a la puerta de muchos jóvenes, invitándoles a una vida nueva, una vida que apunta 'hacia lo alto', como decía el Beato Frassati». ¿Y qué cree que podría hacer la Iglesia para aumentar las vocaciones? «Tiene que infundir siempre un gran deseo de santidad. La mejor forma para conseguirlo es administrar los sacramentos: animar a los fieles, especialmente, a los jóvenes, a ir a misa... Si los jóvenes quieren descubrir su vocación, no hay mejor camino que lanzarse como un niño. La vocación tiene una fuerza de arrastre muy grande»,afirma.

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¿Prior de Valvanera?

¿Es casualidad que Jorge haya ingresado en la orden que regenta el Monasterio de Valvanera? ¿Tiene especial devoción por la patrona de La Rioja y los Cameros? «En Valvanera hice por primera vez los ejercicios espirituales ignacianos que, sin duda, cambiaron mi vida por completo. Por todo ello tengo y siempre tendré a la Virgen de Valvanera como mi Madre, que me ayudó en los momentos más difíciles y me dio la valentía de comenzar este viaje», relata.

Y pregunta obligada... ¿Le gustaría a Jorge, en el futuro, ser el prior del Monasterio de Valvanera? «No es algo que me toque a mí decidir. La aventura de la santidad consiste en amar el plan que Dios tiene preparado para cada uno. Así que, si en un futuro Él me pide ser superior en alguna de nuestras misiones ¡genial! Y si no... ¡pues también!».

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