Alessandra Selmi | Escritora
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Alessandra Selmi | Escritora
«Violaciones y abusos eran el pan de cada día en las fábricas del siglo XIX»Hace siglo y medio las obreras sufrían sistemáticas violaciones de sus patrones. Los niños trabajaban en las fábricas desde los 9 años con salarios miserables y jornadas infames. El empresario italiano Cristoforo Crespi (1883-1920) quiso enriquecerse «cambiando ese infierno por un paraíso laboral», asegura ... Alessandra Selmi (Monza, 1954). La escritora cuenta en 'El sueño de la familia Crespi' (Planeta) el auge y la caída de la poderosa familia que creó la primera colonia obrera de Italia.
Crespi d'Adda tenía junto a la fábrica textil de los Crespi un dispensario médico, escuela, teatro, iglesia, baños, casas para los trabajadores y un cementerio donde patronos y obreros compartían la última tierra. Crespi «cumplió su sueño» de expandir el negocio textil familiar alzando su villa milagro a orillas del río Adda, entre Bérgamo y Milán, en la industriosa Lombardía. Conservada en su totalidad la colonia nacida de un sueño es hoy Patrimonio de la Humanidad.
Agente literaria además de narradora, Selmi sedujo a los lectores italianos con el libro que ahora llega a España y del que habrá serie televisiva. Una novela río de más de 600 páginas que traza el fresco de una época. Narra la forja de la fortuna y la ruina de los Crespi, propietarios del influyente Corriere della Sera y de un sinfín de empresas. Selmi, que cuenta cómo de la nada se creó un pueblo fabril y solidario, ha hecho con su libro lo mismo que su personaje: «perseguir los sueños, que son los que tiran de nosotros, para vivir en mis libros».
-¿El aberrante trabajo infantil no escandalizaba a nadie en el XIX?
-No. Los críos empezaban a trabajar con nueve años. Era la edad legal. Dos terceras partes de la mano de obra en Crespi d'Adda eran mujeres y niños. Cobraban un tercio del salario de un varón. Se les consideraba inferiores, pero realizaban la misma jornada que los adultos, con idéntico esfuerzo y exigencia. En la colonia se vivía algo mejor. Crespi impuso que los niños estudiaran hasta los doce años, algo excepcional. Luchó a nivel político para desterrar el trabajo nocturno de mujeres y niños. Aún así, sus 2.000 empleados tenían condiciones laborales terribles, pero mejores que en el resto del país y de Europa.
-¿Era una utopía paternalista reducir el trabajo infantil y proteger a las mujeres?
-Nadie hubiera definido como un utopista a Cristoforo Crespi. Tuvo una idea innovadora. Era un empresario, visionario sí, pero a la postre un hombre de negocios que quería acumular una fortuna. Y lo consiguió a partir de principios de respeto y cuidado de sus trabajadores en una isla feliz y sin revueltas. Fue patrón, soñador y filántropo. Hoy podemos decir que lo que hizo sí es una utopía.
-Recrea a la familia Crespi que sí existió ¿Y las demás?
-Todos los miembros de la familia Crespi son reales. Las familias Agazzi, Malberti y Vitali, espejo de la parte más baja y débil de la sociedad de la época, no existieron. Son fruto de mi imaginación. Pero son verosímiles. Se basan en una investigación histórica y encarnan la vida social en la colonia, con sus comportamientos y problemas de convivencia.
-¿El sueño de los Crespi habría sido posible sin sus trabajadoras?
-No. Lo que hoy consideramos abusos era entonces una aterradora normalidad. Nadie se asombraba si una mujer llegaba a la fábrica con moratones porque el marido borracho le hubiera dado una paliza. Debía soportarlo y sumarlo a extenuantes turnos de trabajo y al peso de la casa en unas familias muy numerosas. Una carga espantosamente pesada. La violencia sexual era cotidiana. Había abusos sexuales y laborales en cualquier fábrica de la Italia del XIX. La violación de sus empleadas era un habito del patrón. Con los ojos de hoy es algo terrible. Por fortuna todo ha cambiado. La Historia la han escrito los hombres: presidentes, reyes, emperadores... Pero la mano de obra femenina fue vital. Durante la I Guerra Mundial casi todos los hombres de la colonia se fueron al frente. La fábrica siguió abierta gracias al esfuerzo de ellas. Se las consideraba inferiores, seres humanos de segunda clase, pero venían bien para todo lo que hiciera falta. La novela habla esto no por una cuestión de justicia, sino solo porque refleja la realidad.
-La poderosa familia Crespi ¿controló el Corriere della Sera?
-Entró en el accionariado del diario a través de Beningno, uno de los hermanos de Cristoforo. Silvio Crespi, hijo de este, heredó el poder mediático. Su carrera fue extraordinaria. Acumuló cargos políticos y administrativos. Presidió el Real Club del Automóvil italiano, fue senador, construyó la autopista que conectaba Milán con Bérgamo e impulsó el circuito de Monza. En el momento álgido del poder de la familia, Italia envió a Crespi a negociar las condiciones económicas del tratado de Versalle al final de I Guerra Mundial. Murió casi en la pobreza. Lo perdieron todo en la crisis del 29 y cuando se sintieron abandonados por Mussolini.
-¿Por qué le debe a su abuela Piera haber escrito la novela?
-Hace quince años ella estuvo en Crespi d'Adda y quedó fascinada. Regresó y me aconsejó ecarecidamente que viniera. Cuando hace tres años buscaba argumento para una nueva novela, recordé su consejo. Investigué. Vine y me puse a escribir. Es mejor seguir una historia que te persigue que perseguir el éxito con cualquier historia.
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