Luis Landero, fotografiado durante la entrevista. Maika Salguero

Luis Landero

Escritor
«La vida está llena de belleza y horror»

«Si la cultura no nos hace mejores, ética y estéticamente, ¿qué lo hará?», se pregunta el novelista extremeño

Sábado, 27 de abril 2024, 19:22

Luis Landero (Alburquerque, 1948) fue en su adolescencia aprendiz de mecánica, recadero, administrativo y guitarrista en un tablao flamenco. Luego se convirtió en un adicto a la literatura, estudió en la Universidad Complutense y más tarde impartió clases allí mismo, en Yale y en un ... instituto de Madrid. Pasados los 40 años vivió el más deslumbrante debut literario con 'Juegos de la edad tardía', con el que ganó el premio Nacional de Narrativa. Desde entonces ha elaborado un catálogo de obras exquisitas que lo han convertido en uno de los novelistas más admirados por los lectores y la crítica. En 2022 recibió el Nacional de las Letras y su nombre suena desde hace tiempo para el Cervantes. En enero publicó 'La última función' (Ed. Tusquets). El escritor lento lo es menos desde que se terminó su vida laboral como docente.

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- ¿Un novelista solo se jubila cuando se le acaban las historias?

- Puede ocurrir. Ha pasado con algunos, como Rulfo o Salinger. Pero no suele ser así. Es más habitual la pérdida de facultades, la ausencia de energía para continuar haciéndolo. Y de la misma forma que hay a quien le ha sucedido existe quien no parece tener límite. Ahí están Eduardo Mendoza o Mario Vargas Llosa.

- ¿Ha lamentado alguna vez no haber comenzado a escribir y publicar antes? Podría tener varias novelas más en su catálogo.

- Desde que me jubilé como profesor publico más. Ahora, como no tengo clase por las tardes, las empleo en resolver cosas que por la mañana me parecían insolubles. Podríamos decir que me dedico más a la literatura aunque estrictamente no escriba más. Pero no lamento haber empezado a publicar con más de 40 años. Estoy contento con lo que he escrito. Siempre he llegado tarde a los sitios: a la Universidad, porque antes estuve trabajando, a publicar… He vivido, y eso es una fuente de inspiración. He conocido en la farándula a gente muy curiosa; tengo las alforjas llenas de experiencias. Estoy contento.

- Habla de la farándula y eso viene de su trayectoria como guitarrista. ¿Cuánto hace que no toca ese instrumento?

- Mucho, unos veinte años. Me preparé para la presentación de 'El guitarrista' y aquel día toqué en el escenario. Luego murió mi primo Paco, con quien tocaba y que tan importante era para mí, casi como un hermano mayor, y perdí la ilusión. Además, si no estás en ese mundo no renuevas el repertorio y no me seducía estar tocando siempre lo mismo. Prefiero escuchar a los grandes.

Vivencias y literatura

«Cuando uno tiene una pena muy grande es difícil escribir; lo digo por experiencia»

- ¿Ha echado alguna vez en falta la vida que podría haber tenido de haber sido guitarrista profesional?

- No, porque empecé a tocarla con 16 años y eso es muy tarde en cualquier instrumento. En el flamenco, puede darte para acompañar o para hacer algún solo, pero no para competir con los mejores. De todas formas, de haberme dedicado a la música quizá habría preferido tocar el piano. Pero no soy capaz de imaginar mi vida al margen de la literatura.

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Consuelo

- En su última novela, la ficción cambia la vida de los protagonistas de la historia. ¿La literatura es más importante social o individualmente?

- Individualmente. Lo social al final no es más que lo derivado de la suma de individuos. Dámaso Alonso decía que la literatura es la gota de agua que cae sobre la piedra y poco a poco va desgastándola. De esa manera nos influye y nos hace mejores. Si la cultura no nos hace mejores moral, ética y estéticamente, ¿qué lo hará? Lo que nos hace más sabios y mejores es la cultura y el arte.

- Un colega suyo dijo que no hay pena que soporte dos horas de buena lectura. ¿También puede sanar o al menos aliviar a quien escribe?

- Eso lo dijo García Márquez, sí. Pero, sobre su pregunta, cuando uno tiene una pena muy grande es difícil escribir. Lo digo por experiencia. Necesitas una cierta tranquilidad, una distancia para escribir…

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- Así que lo de «puedo escribir los versos más tristes esta noche» era una impostura…

- Ya había pasado un tiempo cuando Neruda escribe eso respecto de la historia de amor a la que se refiere... En mi juventud yo era completamente nerudiano. Leer sus libros fue para mí como lo de los libros de caballería en el 'Quijote'.

- Ahora Neruda está siendo muy cuestionado como persona.

- Como persona sería como fuera, pero eso tiene que juzgarlo otro tribunal, no los lectores de su poesía.

- ¿Usted concibe escribir solo para sí, sin el menor afán de que le lean otros?

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- Puede haber cosas que no conviene que se sepan, y entonces si las has escrito lo mejor es destruirlas. Un escritor también es lector y las experiencias del lector participan en la lectura. A mí me gusta que me lean, claro, pero solo cuando he acabado el texto y está ya muy pasado a limpio. Antes no lo lee nadie, ni mi mujer.

Temas narrativos

«Una novela se alimenta siempre del conflicto. Con la felicidad no se hacen novelas»

- ¿Ha tenido alguna vez su propio Augusto Pérez, el personaje de Unamuno que se presenta ante el autor para quejarse de cómo lo está tratando?

- Hay un momento en el proceso de escritura en que todo cobra vida propia y lo sientes. Es como en un embarazo cuando la madre nota que la criatura se mueve en su interior. En una novela, llegados a ese punto, el personaje tira de ti, como la novela. Y eso es maravilloso porque entonces ya no tienes dudas.

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- Sus personajes bien podrían ser considerados perdedores y en su último libro habla de la épica de la derrota. ¿No hay sitio en la novela actual para los triunfadores, para los héroes que vencen?

- Algún triunfador habrá pero quizá daría más para una sátira. Una novela se alimenta del conflicto. Con la felicidad no se hacen novelas. Los personajes deben estar en conflicto consigo mismos o con el mundo. Y si aparece un triunfador debe haber siempre una amenaza sobre él.

- ¿A los lectores también nos gustan más los perdedores?

- Freud decía que la gente feliz no fantasea. Eso lo hacen los insatisfechos. ¿Para que va a leer novelas alguien que lo tiene todo y es feliz? Aunque tampoco ser desgraciado garantiza nada, por otra parte.

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- ¿Un final feliz es de mal gusto o es simplemente inverosímil?

- Un final completamente feliz es algo que solo se daba en los folletines. Puede haber algún elemento esperanzador, algo de redención, pero solo eso. Woody Allen hace parodias de los finales felices. Si se da la consecución de un ideal o alguien logra algo estaríamos ante la felicidad más humana. La vida está llena de belleza y horror, de ahí su habitual tono agridulce. Es también el punto del que nace la melancolía, de la conciencia de una vida que puede ser plena pero siempre es efímera.

- ¿Qué opina un escritor como usted, tan preocupado por el lenguaje, del mal gusto que hallamos a diario en el debate político y en las redes sociales?

- Eso es la punta del iceberg. En la política, en las redes sociales, todo está lleno de inquisidores y con qué lenguaje. Eso crea un paisaje desolador. Luego la gente no es así. Sales del mundo de los políticos y de las redes sociales y el mundo es otra cosa. El problema es que el tono de la época lo dan ellos.

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El lenguaje de la política

«La política y las redes sociales están llenas de inquisidores, y con qué lenguaje. Eso crea un paisaje desolador»

- ¿No hay peligro de que termine contagiándose también a esa población que de momento no habla así?

- Son tan exagerados en lo que dicen que resulta inverosímil y eso contagia poco. Ahora bien, lo noble de la política no se ve. ¿Dónde están las propuestas que mejoren la vida de la gente? Todo se va en un lenguaje casi soez. Decía Larra que la mejor censura es la que hay en el buen gusto. Eso es lo que da el nivel de una sociedad. Y ese buen gusto se aprende en casa y en la escuela, es el verdadero tesoro moral de una sociedad. España siempre ha sido un país un poco áspero, como de gente mal avenida, aunque también es cierto que depende de dónde pongamos el foco. Dicho eso, necesitaríamos un Gobierno ilustrado. Pero ¿de dónde sale?

Políticos de piscifactoría

- ¿De dónde?

- Ese el problema. Tenemos políticos de piscifactoría, gente que ha nacido y se ha criado en ese ambiente. Echamos en falta un Gobierno ilustrado desde el siglo XVIII porque, con excepciones en la República y la Transición, no los ha habido.

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- ¿Los premios concedidos por entidades de la Administración merman la independencia de los escritores?

- No creo que la comprometan. No veo que haya sucedido con Eduardo Mendoza o Luis Mateo Díez, por citarle dos Cervantes de los últimos. Tampoco pienso que me haya afectado a mí mismo, que he ganado el Nacional. Los premios los conceden jurados formados por personas con criterio. Aunque es cierto que a veces los políticos han influido poniendo jurados favorables a ciertos candidatos. Pero, con todo, no considero que un premio valga más si te lo han concedido bajo un gobierno del PSOE o del PP.

- Su última novela tiene un gran componente de relato oral. ¿Vamos hacia eso, hacia gente que no lee pero escucha historias a través de distintos formatos, hacia una reivindicación de la vieja literatura oral?

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- Pudiera ser un resurgimiento de la narrativa oral. Yo lo aprendí de mis padres y mis abuelos, de la tradición popular, la misma de la que bebieron escritores como Rulfo o Valle Inclán. A partir de ahí, lo que hace el escritor es reelaborar el lenguaje. No se pueden llevar a una novela o una película o serie de TV diálogos que escuchas en la calle así, impunemente. Eso no funciona. Como no puedes coger el llanto de una mujer en el tanatorio porque se ha muerto su marido y ponerlo en una obra teatral. No da resultado. El gracioso de sobremesa no vale cuando le ponen una cámara delante. Ese es el trabajo que hace el escritor a partir de la narrativa oral.

Cuestión de formas

«El buen gusto se aprende en casa y en la escuela; es el verdadero tesoro moral de una sociedad»

- ¿A quién lee Luis Landero?

- Releo mucho. Creo que me quedan pocas grandes novelas por leer. En los últimos tiempos, he leído 'Canto yo y la montaña baila' de Irene Solà, que me parece una escritora joven con mucho talento para fabular y describir. También me ha gustado 'Castillos de fuego' de Ignacio Martínez de Pisón. Y estoy leyendo a Daniel Ruiz. Se publica tanto que es difícil orientarse. Y con el tiempo te conviertes en un lector exquisito. Antonio Gamoneda decía que como en la adolescencia y la primera juventud no se vuelve a leer. En esos años devoras lo que te pongan delante. Luego eres más escrupuloso.

- Eso sucede con otras muchas cosas. Con 18 años no sueles apreciar un buen vino, una ópera, un cuarteto de cuerda o una novela sin acción…

- Es así, pero Gamoneda también decía que prefería las hogueras de antaño a la sabiduría de hoy. Yo tengo nostalgia del chaval de 20 años que no paraba de leer hasta que el libro se le caía sobre el pecho porque se quedaba dormido.

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