Formalmente, 'Nos queda lo mejor' se presenta como una gavilla de relatos que navegan entre la intimidad y el desconcierto, el rastreo del recuerdo y la radiografía de un presente extraño. Como más se disfruta sin embargo la última novela de Isabel González (Ejea de ... los Caballeros, 1972) es como analgésico contra el optimismo y lo previsible, conformando una especie de manual de instrucciones sobre la gimnasia de vivir. En su nueva obra, la autora no deja de subir un peldaño de la escalera que plantó ante el muro de la literatura con su primer libro, 'Casi tan salvaje,' hace ahora una década, y apuntaló luego con 'Mil mamíferos ciegos' entre diferentes colaboraciones y múltiples experiencias artísticas en las que ha ido depurando una voz única, sin hipotecas ni papel de calco.

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El nexo de unión en los textos que jalonan 'Nos queda lo mejor' es la búsqueda. Una exploración que no siempre llega a un puerto reconocible para el lector conformista, pero que en ese tránsito por ángulos no siempre cómodos deja un saludable regusto de provocación. Estructurado en cuatro bloques, el libro está colmado de imágenes que articulan cada relato a modo puzle en el que unas veces se entrevé la infancia de Isabel González, otras el eco de sus miedos generacionales y en ocasiones nada trascedente. O más bien lo que se presume un juego de espejos en el que, si uno es capaz de mirar de frente, acaba hipnotizado por esa falta de prejuicios que cabalga entre el surrealismo y lo doméstico con una miaja incluso de humor bizarro. Visceral y estimulante, su escritura lleva también el sello de su condición de mujer, aunque no en un sentido reivindicador. Tampoco restrictivo. Simplemente en la manera de mirar y, sobre todo, hacia dónde dirigir los ojos cuando la realidad se pone delante y el pasado es un desván de la memoria a rebosar en el que hay que elegir qué caja abrir.

Incluida en su día por Cátedra entre la primera línea de los autores más representativos del relato breve contemporáneo, la escritora aragonesa bien podría seguir militando con su trabajo más reciente en ese equipo, aunque su juego no está en la zaga, sino en la vanguardia de los que siempre van al ataque. Esos que nunca contemporizan y fracasar es parte del triunfo.

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