El holandés Piet Mondrian (Amersfoort, 1872 - Nueva York, 1944) fue uno de los artistas más relevantes e influyentes del siglo XX. Protagonizó un viaje plástico del clasicismo a un revolucionario orden geométrico y formal. De la clásica frondosidad plástica a la pureza más esencial, reduciendo su repertorio y su paleta a formas básicas, líneas rectas y colores primarios. Un viaje que cambió la historia del arte y en el que le siguió un grupo de osados artistas holandeses que conquistaron la modernidad. El Museo Reina Sofía revisa ahora su aventura en 'Mondrian y De Stijl', la muestra más relevante de la temporada en el 30 aniversario de la pinacoteca, que atraviesa el año más difícil de su joven historia.
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Organizada junto al Stichting Kunstmuseum de la Haya, aborda la relación de Mondrian con 'De Stijl' (Estilo), el movimiento que aglutinó a los jóvenes creadores en los Países Bajos, cuna de un innovador movimiento abstracto basado en las relaciones entre formas rectangulares, planos de color y líneas rectas. Unos inquietos artistas que fundaron una revista homónima para intercambiar ideas. «Juntos imprimieron un rumbo único en el devenir del arte contemporáneo a principios del siglo XX», sostiene Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía.
En cartel hasta marzo de 2021, la exposición revisa la labor del colectivo desde la crucial influencia artística de Mondrian, «considerado junto a Picasso como la gran figura de referencia de la modernidad y decisiva para el desarrollo del arte en hispanoamérica, donde fue más relevante que Dalí o Miró», según Borja-Villel.
Comisariada por Hans Janssen, reúne 95 obras, con 35 de Mondrian y 60 de los artistas que formaban junto a él 'De Stijl'. Creadores como Theo van Doesburg, Bart van der Leck, Hendrik Petrus Berlage, Georges Vantongerloo o Vilmos Huszár. Unos geómetras del arte que derribaron además fronteras entre disciplinas, de manera que la pintura se convirtió en arquitectura, las artes aplicadas en escultura y el diseño adquirió rango de arte, otorgando un claro protagonismo a los colores primarios y a las líneas y formas puras.
«Mondrian es el paradigma del grupo. De religiosidad profana, interesado por la naturaleza, busca fórmulas esenciales. Era místico y material al tiempo y el faro de un grupo que apostó por la depuración matemática y formal en su abstracción geométrica», explica Borja-Villel. «Mondrian abre las obras de arte al espacio y al diálogo con otros artistas», destaca el director del museo, que ha hecho de este artista y sus coetáneos la gran apuesta de su temporada. La exposición se debía haber inaugurado en abril, pero la pandemia obligó al retrasarla y redujo el número de valiosas obras, aseguradas por la garantía del Estado en más de 625 millones de euros.
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Aún así Borja-Villel expresa su alegría por la apertura «de una exposición que es un milagro». «Las obras son muy frágiles y difíciles de prestar, con museos en ERTE o cerrados. Estuvimos a punto de cancelarla, pero mantenerla e inaugurarla ahora es la demostración de que la cultura es segura y más relevante que nunca», dice más que satisfecho por el esfuerzo el director de un museo obligado a cambiar.
«Hay piezas más que relevantes, con precios que superarían en el mercado los treinta y los cuarenta millones de euros, pero no es, ni de lejos, la exposición más cara a la que nos hayamos enfrentado. Poco más de 600.000 euros, cifra muy asumible con los presupuestos actuales, incluso con la pérdida de ingresos por entradas», dice Borja-Villel. Explica que apenas faltan diez obras de las que estaba previsto exhibir originalmente. «Su formato es más íntimo y la muestra está en la escala de lo que deberemos hacer a partir de ahora los museos, una vez que parece que se ha acabado la época de las macroexposiciones», aventura.
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Mondrian se inició en 1892 como pintor de paisajes, género clásico que le permitió adquirir en veinte años una increíble pericia pictórica. En 1905 concluyó que la belleza -objetivo último de todo pintor- «no reside en el sujeto o en la función representacional de una pintura», y sí en «cómo las formas y colores producen una plasticidad pictórica que apela al ojo del espectador».
Asumió que la fuente de la belleza se escondía en el cuadro y concluyó en 1914 que la belleza «reside en la superficie, en la estructura y la composición del color y las líneas». Invirtió tres años en afinar este esquema, para alumbrar en 1918 el nuevo estilo que liberaba a la pintura del marco y otras influencias y determinar el propio entorno en que se presenta. El arte del siglo XX se redefinía con la abstracción geométrica que conquistó el mundo y configuró la modernidad.
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