«Basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra forma. Meditar es asistir a ese fascinante y tremendo proceso de muerte y resurrección». Pablo d'Ors (Madrid, 1963), sacerdote católico y escritor, participa hoy en ... el Aula de Cultura de Diario LA RIOJA-UNIR (en el Centro Ibercaja Portales, a las 20 h.), con una conferencia basada en su libro 'Biografía del silencio' (Siruela). El también consejero cultural del Vaticano por expresa designación del papa Francisco ha publicado, entre otros libros, la llamada 'Trilogía del silencio', conformada por 'El amigo del silencio' (2009), 'El olvido de sí' (2013) y esta 'Biografía del silencio' (2012), un ensayo que va por su trigésima edición.
-Su libro es algo más que un fenómeno editorial.
-Pocos ensayos alcanzan esas cifras, pero, más allá de eso, es un éxito existencial. Muchas personas me cuentan que les ha cambiado la vida.
-¿También a usted?
-Desde luego. Mi vida no sería la misma sin este libro.
-¿A qué se debe tanta repercusión?
-Yo creo que a una sed existencial de silencio entre nuestros contemporáneos. El libro está tocado por la gracia, por la buena estrella, como lo quieras llamar, que responde a esa sensibilidad vital y cultural.
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- 'Biografía del silencio',
a cargo de Pablo d'Ors (Madrid, 1963), sacerdote y escritor, autor del libro del mismo título
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- Centro Ibercaja La Rioja,
20 h.
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- Aula de Cultura
organiza Diario La Rioja, colabora UNIR
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·Conferencia en directo en
www.unir.net/auladecultura
-Hábleme de esa 'sed de silencio'.
-Los seres humanos tenemos instintos, deseos y un anhelo: los instintos son corporales y requieren satisfacción; los deseos son mentales, como el deseo de pertenencia o de reconocimiento; y existe un anhelo esencial, que es lo espiritual. Yo identifico el silencio con la espiritualidad; lo que me da el silencio es la conciencia, el espíritu en acción.
-Es una sed producida por exceso de ruido exterior e interior. ¿Qué silencio hay que buscar?
-El silencio exterior es condición para alcanzar el silencio interior. Meditar es un ejercicio de vaciamiento de estímulos exteriores para que pueda entrar la vida.
«Cuanto más cuesta un guía espiritual, menos verdad tiene. Es como pagar por el amor; eso es prostitución»
«Hemos tenido excesivo afán de transformación de la realidad y a menudo no lo hemos hecho muy bien»
-¿Cómo se empieza a meditar?
-Las actitudes necesarias para iniciarse en la práctica del silenciamiento son dos: la primera es humildad para fiarte de seguir un camino determinado, que puede ser una escuela, un libro o una persona que te enseñe; y la segunda es la perseverancia.
-¿Y las claves para su práctica?
-Hay muchas escuelas con fundamentos similares, pero, en general, los anclajes, como decimos en la escuela de contemplación cristiana, a la que pertenezco, son tres: cuerpo, mente y espíritu. En cuanto al cuerpo, nos fijamos en un punto: el corazón. En segundo lugar, la respiración; hay que estar atentos al ritmo cardiorrespiratorio. Y, en tercer lugar, la recitación atenta y amorosa de un mantra o de una palabra sagrada. En la tradición occidental cristiana se entiende que el ser humano es cuerpo pero también lenguaje. Silencio y palabra no son opuestos, sino las dos caras de la misma moneda.
-Ha hablado de 'un camino' por el que guiarse, pero hoy, cuando parece haber un auge de la espiritualidad, ¿no hay también caminos engañosos e incluso estafadores?
-Hay fraudes, por supuesto, y también personas que lo hacen con buena voluntad pero sin la debida cualificación. Hay un criterio muy válido para distinguir cada cosa: cuanto más dinero cuesta un guía espiritual menos verdad tiene. Las personas que tienen una dimensión espiritual que transmitir lo hacen gratuitamente. No debe convertirse en un negocio. Es como pagar por el amor; eso no es amor, es prostitución.
-¿La espiritualidad es siempre religiosidad?
-No necesariamente. Espiritualidad es consciencia de lo real y eso se puede vivir o no con visión religiosa. Es cierto que hasta ahora la dimensión espiritual ha sido colonizada por las religiones, pero no hace falta.
-Usted diferencia entre vivir experiencias y vivir de verdad. Incluso afirma que vivir demasiadas experiencias suele ser perjudicial.
-Buscamos porque sentimos que no tenemos. Si el vacío es muy grande, la búsqueda es desesperada. Nos convertimos en vagabundos en lugar de peregrinos, gente que va de aquí para allá sin saber muy bien adónde. Esta búsqueda desesperada de 'vida' nos hace flirtear con todo tipo de experiencias. Hemos generado una cultura de la exterioridad y ahora parece contrarrestarla una nueva cultura de la interioridad.
-¿Cómo afecta a un hombre espiritual tanto éxito mundano?
-Aunque sea un sacerdote, no dejo de ser un ser humano como todos los demás y tengo mis ambiciones más o menos legítimas... o no tanto. El éxito es tan peligroso para mí como para cualquiera; el éxito te puede convertir en un idiota. Por eso la meditación es un buen entrenamiento de la humildad, porque te confronta con lo que eres. Y eso es un antídoto al elogio permanente y a la adulación. Lo bueno del éxito es que accedes a muchas personas y puedes aportarles algo que consideras valioso.
-Tampoco han faltado las críticas; desde la Iglesia más conservadora han llegado a llamarle hereje.
-Eso fue por un artículo sobre la eucaristía y los sacramentos diciendo que hay que explicarlos y redimensionarlos para poder vivirlos hoy de forma más acorde. El telón de fondo es bueno, porque significa que hay pluralidad de opiniones en el seno de la Iglesia. La buena noticia es que no hay disciplina de partido; la mala son esas formas improcedentes de criticar. Pero no pierdo demasiada energía en lo que no lo merece.
-¿Ha cambiado la Iglesia tanto como se esperaba al comienzo del papado de Francisco?
-La Iglesia ha cambiado todo lo que podía cambiar en este tiempo. A algunos nos gustaría que cambiara más y, sobre todo, más deprisa, pero seguramente las contrapartidas serían peores: cismas, divisiones internas... Yo creo que la velocidad del cambio es la justa para propiciar cierta apertura manteniendo la unidad. Soy un hombre de Francisco y me identifico con su manera de llevar la renovación y con el tempo.
-¿Ha tenido crisis de fe?
-[Silencio prolongado] Bueno... Es una buena pregunta. Soy una persona que se hace muchas preguntas. Y las verdaderas preguntas no son para ser contestadas, sino para rompernos por dentro, para demostrar que la lógica racional no es suficiente y para introducirnos en la vida de no saber. La fe cristiana me ha ido abriendo cada vez más la dimensión mística, que es más profunda que la religión. No se puede aspirar a la mística sin estar en disposición de poner en crisis la religión. Sí que he atravesado por una transformación para llegar al momento en el que estoy. No puede ser de otra manera; no se puede crecer sin ponerse en crisis. Pero las crisis no necesariamente son devastadoras, sino que pueden ser constructivas. Sí he tenido crisis de fe, de confianza, fundamentalmente en mí mismo y también en los demás, que es lo mismo que la falta de confianza en Dios.
-¿Meditar lleva a una disposición de esperanza o de resignación?
-Si he de escoger, claramente esperanza. Resignación es aceptación negativa, mientras que esperanza es aceptación positiva de lo que hay. Y eso es hermoso, aunque sea doloroso, porque puede llevar a otras cosas más necesarias.
-¿Sin actuar? Si uno aspira a mejorar el mundo mínimamente, ha de dar algún paso, ¿no cree?
-La sabiduría redunda en compasión. No se medita para generar una aristocracia interior, sino para generar mayor humanidad. La iluminación es para irradiarla; hay que compartirla. Pero no se persigue la acción, sino que la contemplación es transformadora por sí misma. Hemos tenido demasiado afán de rápida transformación de la realidad y a menudo no lo hemos hecho demasiado bien.
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