«No veo la maternidad como un privilegio»
Paloma Bravo | Escritora ·
Ha escrito sobre la experiencia de acompañar a su padre en su muerte, y sus personajes femeninos son un referenteSecciones
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Paloma Bravo | Escritora ·
Ha escrito sobre la experiencia de acompañar a su padre en su muerte, y sus personajes femeninos son un referenteCuando su padre, a quien quería de forma «feroz y absoluta», se estaba muriendo, se sentía incapaz de cuidarlo y acompañarlo como se merecía, y empeñada en hallar referentes que le ayudaran a hacerlo bien, buscó en libros, amigos, médicos...; pero encontró la clave en ... la propia forma de estar en el mundo, hasta el final, de un padre que le mostró no sólo un amor infinito, sino también la importancia de la bondad, el compromiso y el humor. De ese tiempo surgió un libro muy personal, 'Una historia de amores', que publicó en Contraluz, la mista editorial en la que Paloma Bravo ha publicado la novela 'Sin filtros', en la que «Ana acaba de perder a su padre y escribe compulsivamente textos que no acaba, Elena tararea la música de su adolescencia mientras pelea por el trabajo que merece, y Sofía, más joven, solo intenta mantener la lucidez. Estas tres amigas tan distintas -todas tienen más de 40 años-, lo comparten casi todo; especialmente los líos, las risas y la sinceridad».
Tiene Paloma Bravo, que cuenta con psicoanalista, facilidad para resultar empática, y una ternura que sabe dosificar con inteligencia. Sus lectores entablan con sus novelas casi una relación familiar, y ella se mueve por la vida «como un árbol que se yergue o un manantial que empuja», como canta un verso de María Victoria Atencia. Si la visitan, les agradecerá más, llegado el caso, que le lleven un regalo a Pipa, su perra, que a ella. ¡Menuda es Pipa!
- ¿Recuerda quién le enseñó a leer?
- Me enseñó mi abuela, mientras mi madre trabajaba, y desde entonces la lectura ha sido muy importante para mí. Tenía mucha imaginación, y me pasaba el tiempo en una especie de mundo particular, siempre leyendo.
- ¿Qué le hubiese gustado que pasase cuando era niña?
- Lo único que quería era tener un perro [sonríe], pero no fue posible entonces. Lo tuve, ¡por fin!, con 20 años.
- ¿Una infancia feliz?
- No del todo.
- ¿Por qué?
- Me sentía diferente, hablaba muy poco y estaba como un poco inadaptada. Soñaba con escapar, con viajar y con escribir.
- ¿Se llevaba bien con los niños?
- Me llevaba mucho mejor con los niños que con las niñas.
- ¿Y eso?
- Por una parte [ríe], con mi hermana, entonces, todo era conflicto. Ella era ordenada y disciplinada, y yo soy un puro caos. Y, por otro lado, los juegos de los niños me parecían más divertidos. En el patio del cole, ellos jugaban al fútbol y mientras, nosotras, nos quedábamos en una esquina.
- ¿Es más enriquecedor ser hombre o ser mujer?
- Es más enriquecedor ser mujer. Hasta hace muy poco tiempo, era muchísimo más fácil ser hombre, pero ahora creo que no es necesariamente más fácil. Y es más enriquecedor porque creo que las mujeres estamos siempre como a más cosas; como nos cuesta muchísimo más esfuerzo todo, eso nos obliga a establecer relaciones más profundas; además, estamos siempre más pendientes de los otros y tenemos la curiosidad siempre activada por si alguien necesita algo, por si podemos ayudar. Estamos siempre como tejiendo redes, y eso hace que recibamos mucho del mundo, que lo podamos absorber.
- ¿Introduce la maternidad en el capítulo de ventajas?
- Pues no sé qué decirle, porque yo no veo la maternidad como un privilegio; a mí me parece durísimo que las mujeres tengamos que tomar la decisión de si queremos o no ser madres, que me parece una decisión dificilísima de tomar. Conozco a muy pocas mujeres que tengan claro que sí quieren o que tengan claro que no quieren. La mayoría estamos en una zona extraña y, sin embargo, es la decisión más importante que tomamos porque es la única que no tiene marcha atrás.
- Se supone que maduran antes.
- Quizás porque, por las dificultades que nos pone la vida, siempre estamos como alerta, no nos relajamos nunca, y eso seguramente nos obliga a madurar antes. Lo que sí es cierto es que tendemos a asumir responsabilidades muy pronto.
- ¿Por qué los hombres acaparan muchas más cotas de poder?
- Recuerdo una frase, que me impresionó mucho, que me dijo una ejecutiva con la que trabajé: 'Las mujeres tendemos a aceptar lo que nos dan y no a pedir lo que nos merecemos'. Eso es bastante cierto y, además, cuando hay una oferta de trabajo, a los hombres les basta con cumplir un 60% de los requisitos para presentarse, mientras que las mujeres, si no cumplimos el 120% de los mismos, no nos presentamos; nos falta quizá un punto de confianza en nosotras mismas. Lo que está claro es que, como dice una amiga mía, la igualdad real se habrá logrado cuando haya tantas tías mediocres en puestos de poder como tíos.
- ¿Lo ha tenido más complicado en la vida por ser mujer?
- Creo que sí. Pertenezco a una generación un poco extraña. Soy nieta de abuelas que trabajaban e hija de una madre que siempre ha trabajado, y como he crecido en la igualdad, yo la daba por hecha cuando me incorporé al mundo del trabajo. Pero no, las mujeres de mi generación hemos vivido cosas muy feas en el mundo laboral, y además pensando que quizá es que hacíamos algo mal. Somos una generación de transición, y quiero pensar que a nuestras hijas ya no les va a pasar lo que a nosotras, para empezar porque creo que no lo van a aceptar, no lo van a normalizar. También considero que el feminismo necesita a los hombres, que la igualdad no se consigue sin que estemos todos en el mismo barco; por tanto, el frentismo no ayuda absolutamente nada.
- La violencia machista.
- Recibo con espanto la noticia de cada nuevo asesinato. ¿Por qué no pidió ayuda? Y si la pidió, ¿por qué no la supimos ayudar? Tengo la sensación de que muchos de estos asesinatos ocurren cuando en la mujer hay un deseo de independencia, cuando el hombre ve que la pierde. Es tremendo que estemos educando a nuestros hijos e hijas para que sean libres, para que tengan independencia económica y para que nadie les falte al respeto, y que cuando quieres dar un paso fuera de una relación tóxica, es justo cuando te pones más en riesgo. Algo hacemos mal como sociedad para que no estemos sabiendo generar una red para que todas estas mujeres en riesgo tengan un colchón, ellas y sus hijos.
- ¿Conoce a muchos machirulos? Así llamados ahora ya con permiso de la RAE.
- A algunos. Además, me parece que en los últimos años ha habido un repunte de machirulos. Cuando surgió el #MeToo, hubo un momento en que se callaron. Ahora, un poco por la polarización tan absurda que vivimos, de repente hay machirulos que sienten menos vergüenza para salir del armario. Entre ellos se hacen mucha gracia, además.
- ¿Qué le enseñó su padre?
- Me enseñó el valor de ser íntegro en la vida; él lo era de un modo extraordinario. Jamás hablaba mal de nadie, me enseñó también a escuchar y a otra cosa importantísima, a pensar en los demás. Le importaba mucho más la sociedad que lo individual.
- ¿Y cómo vivió ese tiempo en el que le acompañó en su muerte?
- Fue muy, muy difícil. Me rompía en muchos momentos, porque a mi padre lo he querido de una manera feroz y absoluta, y no lo podía consolar, ni consolarme a mí misma; pero seguramente también ha sido lo más bonito que he hecho en mi vida... Recuerdo que me pregunté por qué quería tanto a mi padre, y lo quería tanto porque era un hombre sencillo y, a la vez, extraordinario. Mi padre me miraba y sabía perfectamente cómo estaba y lo que sentía, y que no podía más.
- ¿Qué aprendió?
- Que hay que hablar más de la muerte y de las enfermedades terminales. Ahora que vivimos en una sociedad que prolonga la vida cuando la vida ya no es autónoma, tenemos que hablar más de lo solos que están quienes cuidan a otros, y tenemos que saber pedir ayuda, y tenemos que saber elegir nuestra muerte. También, la pandemia me mostró que no somos conscientes de que vamos a ser todos muy mayores dentro de nada, porque nos dedicamos a apartarlos. Decidir como sociedad cómo cuidar bien a los mayores debería ser una prioridad. En vez de eso, nos dedicamos a hacer como si no estuvieran, como si no tuvieran nada que ver con nosotros. Parece que nos molestan. Y ser viejo solo significa que tu cuerpo ya no te acompaña como antes, no que hayas perdido tu talento, tu inteligencia, tu sabiduría. Es un deber de todos, como sociedad, atenderlos como se merecen.
- ¿Quién es el enemigo?
- El mayor de todos es el egoísmo. No dudo de que estamos todos mejor cuando nos preocupamos los unos por los otros; puede sonar cursi, pero creo que la vida va de dar y recibir, va de no pensar sólo en ti mismo.
- ¿Cree usted en los libros de autoayuda?
- Creo que la buena literatura puede ser de gran ayuda. Si escribí el libro sobre la enfermedad de mi padre, es porque pensé que me habría venido muy bien leerlo. Y, de hecho, me han dado las gracias por haberlo escrito, porque gracias a él se habían sentido menos solos y se habían atrevido a pedir ayuda.
- Ana, Sofía y Elena tienen más de 40 años, edad a la que muchas mujeres se quejan de empezar a ser invisibles...
- ...a mí, lo de estar como fuera del mercado y del escaparate, en el sentido sexual, me da un poco igual porque ya, a estas alturas de la vida, tú sabes quién eres, y para el que busque un físico siempre va a haber alguien más joven y más guapa; lo que yo llevo peor es que por una cuestión de edad se descarte el talento.
- ¿Cómo se lleva con el móvil?
- He hecho mis terapias de desintoxicación [ríe], porque como aparte de la escritura tengo un trabajo así como ejecutivo, he estado muy enganchada. Y una vez que nos enganchamos estamos todos como adolescentes. Tengo una hija de 15 años y, como quiero darle ejemplo, hago esfuerzos por no estar todo el rato pendiente del móvil. Cuando llego a casa procuro dejarlo en un rincón y sólo utilizarlo por una urgencia.
- ¿Qué tiene por costumbre?
- Ser muy autocrítica y no culpar a los demás de todo. E intento aprender de mis errores sin caer en sentirme culpable, porque flagelarse no resuelve nada.
- ¿Un día qué descubrió?
- Que el abrazo es un invento maravilloso del ser humano.
- ¿Lo practica mucho?
- Todo lo que puedo [sonríe]. Procuro prestarle atención a lo importantes y beneficiosos que son. Vivimos en un mundo lleno de estímulos que se suceden, se entorpecen unos a otros y hacen que al final no le prestemos a nada una verdadera atención. Con tanto ajetreo terminamos por no atender a lo que de verdad merece la pena.
- ¿Cómo qué?
- Pues como saberse cuidar bien en todos los aspectos, y decir 'no' cuando es necesario, y no sentirte culpable por no renunciar a los ratos que necesitas sólo para ti.
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