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La pregunta que corona esta información y otras más del estilo se plantearon ayer en Logroño ¿Quién tiene la culpa en un accidente en el que se ve involucrado un coche autónomo? ¿Perderemos nuestra privacidad con el uso de los dispositivos electrónicos? ¿La carrera armamentística debe tener máquinas capaces de matar de manera autónoma? ¿Llegarán las máquinas a superarnos en todo? ¿Prescindiría de su privacidad para solventar problemas sociales como el COVID? ¿Pueden las máquinas sentir emociones? ¿Somos máquinas nosotros?
Todas las respuestas, donde la ética está en el primer nivel de las respuestas, son opinables. Quizá nos dejamos arrastrar por nuestro poso cinematográfico y por el temor a la revolución de las máquinas. Ese lienzo de nubes negras y con el holocausto a la vuelta de la esquina se ha convertido en una cortina muy tupida que los dos divulgadores que cerraron este jueves las actividades del Futuro en Español en Logroño se esforzaron en correr a un lado. La visión que ofrecieron fue también para desmitificar ese halo de duda y temor que ejemplifica las sensaciones humanas cuando nos enfrentamos a lo desconocido. Las máquinas, no. ¿O sí? ¿Sentirían ese pánico?
Pero hay esperanza. Las máquinas llegan para ayudar. Esa sería la primera ley de la robotica: Un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño. Idoia Salazar, del observatorio OdiseIA, tampoco lo permitiría, dado que vela para que los avances estén dentro del orden ético y legal.
¿Se considera daño que un robot quite puestos de trabajo? Para Richard Benjamins una máquina debería pagar seguros sociales. «Se hace más trabajo con menos esfuerzo y está generando más riqueza y repercute en menor IRPF».
«Esos costes deben calcularse y las empresas deberían pagarlo, pero entramos en el terreno de la política», subrayó con ironía al término de una charla que quiso jugar con los asistentes que acudieron al salón de actos de la Biblioteca Rafael Azcona de Logroño. Gracias a la aplicación Kahoot.it los asistentes participaron en un juego en el que todas las preguntas formuladas tenían cuatro opciones de respuesta. Los tres mejores clasificados se llevaron de premio un libro firmado por ambos autores.
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