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Pilar, nieta del banderillero riojano, muestra orgullosa fotografías antiguas de su abuelo. Juan Marín
Valeri, el banderillero riojano

Valeri, el banderillero riojano

Ismael del Val Ramírez ·

Fue banderillero de muchos matadores de la época, pues no encontró fortuna con el oro y de novillero lo cambió por la plata

JESÚS RUBIO

Domingo, 18 de octubre 2020, 19:59

La historia taurina de La Rioja es honda, rica y variada, aunque nunca ha sido esta una tierra de toros. Sí de gran afición y grandes ferias. Por ello muchos riojanos han intentado abrirse paso por el rocoso, áspero y denso camino del toreo, por el que habitan un sinfín de circunstancias, como matorrales entrelazados, que hay que saber lidiar con destreza para llegar al destino que uno se fija cuando empieza en el toreo y que es el de ser matador de toros, y a poder ser, figura del toreo.

Ismael del Val Ramírez fue uno de esos riojanos del siglo pasado que buscó suerte en el mundo del toro. Por circunstancias laborales o fortuitas, nació el 31 de mayo de 1914 en la pequeña localidad de Samaniego, en la vecina Álava, a tan solo 25 kilómetros de Logroño. Pero fue en la capital riojana donde se crió hasta su juventud, y a donde regresó después para enraizar su vida junto a su mujer Cándida, más conocida como 'La Tina', hasta que falleció el 25 de febrero de 1985.

Aunque nació en la vecina Samaniego en 1914, fue en Logroño donde se crió y regresó con su familia

Fue banderillero de muchos matadores de la época, pues no encontró fortuna con el oro y de novillero lo cambió por la plata. Solo con el arnedano Antonio León, que fue uno de los primeros matadores que surgieron en La Rioja, conocido por la afición como el As de Espadas por su gran estilo en la ejecución de la suerte suprema al volapié, fraguó una bonita relación profesional durante toda la trayectoria que estuvo en activo el de Arnedo, desde que comenzó a finales de los 50 como novillero y ya en el 62 como matador de toros. Antonio y Valeri, que era como le conocían en el mundo del toro por acartalarse con ese nombre, fueron grandes amigos, dentro y fuera de los ruedos, pues cuando el río bajó escaso, ya metidos en la década de los setenta, el de Arnedo le arregló algunos negocios en el sector del calzado para que se ganase el pan vendiendo de manera ambulante los pares sueltos de zapatos y alpargatas que se almacenaban en las diferentes empresas al final de cada temporada.

Fue el banderillero de confianza del matador arnedano Antonio León, conocido por la afición como el As de Espadas

Con 22 años vive el estallido de la Guerra Civil del 36 y pone rumbo a Salamanca, donde reside durante algunos años y hace el paseíllo en varias ocasiones como novillero. Antes, ya se había empezado a rodar por las capeas de La Rioja y en las pocas ganaderías de la zona, en las que adquiere la técnica y el arrojo que se necesita para mantener la figura delante de la cara de estos animales.

Fue residiendo en Zamora, a finales de los años 40, cuando renuncia al sueño de ser matador de toros y decide seguir vinculado al mundo taurino pero como peón de brega y banderillero. Fue en esta ciudad cuando conoció a Cándida Egido, con quien formó una familia dándole su apellido a la única hija de esta, fruto de otra relación sentimental. Sus allegados le describen como un banderillero cumplido, que acataba siempre las órdenes del matador al que acompañaba con lealtad y compromiso. También como un hombre serio, cortado y bastante vergonzoso, que siempre vestía de manera impecable con traje y corbata, fuese lunes, martes o domingo.

A finales de los años 40 renuncia al sueño de ser matador de toros y se queda como peón de brega y banderillero

En su camino se cruzó Barquerito, estando en Zamora, un logroñés que dominaba La Rioja taurina y controlaba a todos los muchachos de la época que querían dedicarse al mundo de los toros. Entablaron amistad, y Valeri, en la búsqueda de nuevos argumentos para seguir como profesional taurino, regresó a Logroño junto a La Tina. Fijaron su residencia muy cerquita de la antigua plaza de toros de Logroño, La Manzanera, en un primer piso del edificio 27 de la calle General Primo de Rivera, que hoy tiene como nombre Ateneo Riojano, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Por aquella época también hubo varios riojanos que intentaron ser toreros, algunos con más suerte que otros, como Illera, Pepe Rioja, Diego Prados 'Matorro', El Manchita, Pepe Alfonso Herráiz, Rubito de Viana, Manolo Sarabia...

Sus allegados destacaban que acataba siempre las órdenes del matador al que acompañaba con lealtad y compromiso

Ya residiendo en Logroño, a finales de la década de los 50, Valeri comienza a trabajar junto a Ortega, un conocido empresario logroñés que organizaba novilladas sin picadores todos los jueves durante los meses estivales de julio y agosto. Ocupó un alto cargo en su empresa, compaginándolo con las labores de peón de confianza cuando le llamaba Antonio León. En esta época de gran afición taurina se celebraban numerosos festivales, como los del Círculo de la Amistad, por la festividad de San Pedro, o la becerra por la Fiesta de los Chóferes. Valeri ayudaba a Ortega a organizar todos estos festejos que ponían a prueba a los taurinos de la época.

De izquierda a derecha, Rubito de Viana, Valeri y un banderillero de Tudela.

Se retiró definitivamente de los ruedos en el año 1971, momento en el que un importante empresario de Logroño dedicado a la hostelería le ofreció trabajo en su restaurante. En los meses previos a la Navidad, junto a su amigo Ricardo de Castro, un gran aficionado a los toros, también trabajaba como encargado en los hornos donde se elaboraban los mazapanes de Felipe Romero. Valeri fue siempre una persona vinculada a los toros, que se crió como torero y murió como torero, por que la afición y su vocación nunca la perdió.

Recuerdos de Valeri, y en primer término, su carné del sindicato nacional del espectáculo. Juan Marín

Profesor y director de la escuela taurina de Logroño

Valeri no quiso nunca desvincularse del mundo de los toros, fuera de los ruedos, y durante los dos últimos años de su vida, tomó las riendas como director profesor de la escuela taurina de Logroño, que fundó el Club Taurino de la ciudad en el año 1982, siendo presidente en aquel momento Julio Galarreta. La directiva de aquel entonces carecía de profesionales del toro, y por ello, al año siguiente, pasado ya San Mateo del 83, echaron mano de Ismael del Val para dirigir la formación taurina de los pocos alumnos que tenía.

Como pupilos tuvo principalmente a tres riojanos, a Jeromo Santamaría, que abandonó muy pronto la escuela para marcharse a Laguardia junto a su padre, que compró la ganadería de Lisardo Sánchez; Buzarrita, que también lo dejó muy pronto; y Pepe Amilburu, que fue el alumno que continuó hasta que Valeri falleció en febrero del 85 a consecuencia de un cáncer de pulmón.

Entre el elenco de profesores, que fue escaso y principalmente compuesto por aficionados, se encontraba también El Vero, que era peluquero de profesión pero que se encargaba de la preparación física de los alumnos, El Bores y Paco Miranda, que fue asesor durante muchos años de la ya desaparecida plaza de toros de La Manzanera.

A la muerte de Valeri, y dadas las circunstancias de que había pocos chavales adquiriendo formación, la escuela taurina se disolvió, cerrándose este capítulo de la historia taurina de Logroño.

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