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Santander fue este viernes punto de reencuentro de muchos aficionados riojanos que buscaron en esta plaza del norte una vía para sentir el toreo. Peregrinamos a Cuatro Caminos ante el reclamo de uno de los carteles estrella de la temporada. Los primeros compases de Urdiales con el capote a su primero fueron fríos. El de Arnedo trató de fijar la embestida de un toro que salió abanto de chiqueros. Con pases por alto y a dos manos lo recibió con la muleta a ras de tablas, un prólogo añejo antes de formar faena en los medios.
Urdiales tomó la franela con la diestra, y con ella tiró de un toro que comenzó a quedarse corto pronto. Supo esperar. Fueron tandas breves, dando tiempos y forma. Muy inteligente, buscando el ritmo. Y en ese compás de toreo suave y cuidado, el toro tomó aire y regaló dos series en las que embistió con brío y le permitió a Urdiales dejar muletazos largos y muy toreros. Fue una obra sencilla, trabajada, y en la que hubo pasajes de hondura en el toreo fundamental. Cuadró al animal y tras una estocada cortó una oreja.
Plaza de toros de Santander. Se lidiaron toros de La Ventana del Puerto y Puerto de San Lorenzo (1º y 5º), nobles en su conjunto, justos de fuerza y de comportamientos diferentes. Casi lleno.
Morante de la Puebla, de caña y oro. Pinchazo, media (saludos). Pinchazo y pinchazo hondo (ovación)
Diego Urdiales, de Rioja y azabache. Estocada (oreja). Aviso, estocada (silencio).
Pablo Aguado, de burdeos y oro. Dos pinchazos, aviso, pinchazo, estocada (silencio). Estocada (ovación).
Desentendiéndose de los capotes y algo asustadizo salió el segundo de su lote, el de El Puerto. Tardó en meterlo en los vuelos, pero lo bregó bien y buscando los terrenos lo consiguió. Hubo verónicas muy serias en ese recibo largo que cerró en los medios con una bonita media. Lo intentó con la muleta a diferentes alturas, pero el animal no rompió. Tomaba los vuelos sin clase ni entrega, y aquello fue misión imposible.
Brilló también la torería de Morante de la Puebla, que se trabajó dos faenas llenas de esa personalidad tan propia. Hubo chispotazos de gran emoción. Una pena que la espada emborronase su segunda faena. Pablo Aguado no pasó desapercibido. Trató de hacer su toreo, buscó la forma, pero se topó con el peor lote.
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