Domingo, 21 de marzo 2021, 09:06
Cuando Fernando Méndez Leite invitó un día a Luis García-Berlanga a que protagonizara una entrega de su programa 'La noche del cine español', el cineasta valenciano reparó mientras conversaban en los entresijos de una escena de 'Plácido' que se superponía a su intervención. Fue un gesto de generosa humildad, viniendo como venía de un maestro de su talla, que reflexionó en voz alta sobre los defectos que detectaba en el montaje de cierta secuencia. «Es curioso, porque yo era profesor de montaje en la Escuela de Cine», se lamentó el cineasta, a quien su anfitrión no logró sacarle de ahí, de esa inesperada confesión que sirve como termómetro de su grandeza, nada afectada. Una personalidad que encajaba en ese flanco con el carácter de Rafael Azcona, otro creador que abjuraba de fastos y de pompas. Prefería pasar desapercibido, aunque en el otoño de su vida aceptó los homenajes que le prodigaron. Como ese sello que hace 20 años inmortalizó a la pareja, una pasarela desde la historia de la filatelia a la del cine. La disciplina donde idearon un fértil corpus, fiel al catecismo de Berlanga, reconocido as del plano secuencia: su mutuo e inacabable plano secuencia, gloria de nuestra cultura.
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