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Con el cambio de año entramos también en una nueva década, así que, a falta de apenas tres días para apurar el año, lanzo tres deseos al futuro que tenemos en ciernes. Como una carta adelantada a los Reyes Magos; de índole televisiva, claro.
Uno. ... Me basta con que el nuevo año (espero que no haya que aguantar toda la década para que se haga realidad) nos traiga a los seriéfilos una producción de tan excelente factura como la mejor (a mi modesto entender) que nos ha dejado 2019, 'Chernobyl'. Se ha ponderado con razón la calidad que arroja su guion, la mesurada actuación de sus dos protagonistas principales, amén de los lujosos secundarios, o su delicada articulación visual, que martillea conciencias con un solo fotograma. Pero, además, la serie puede alardear de contar con un arma sutil pero poderosa: contribuye a difundir esa etapa histórica difusa en la que sucedió la tragedia, no tanto en lo que al propio accidente nuclear se refiere, que también, sino a cómo se las gastaba el régimen soviético y lo que supuso. Didáctica pura que propone otra forma de aprender. Más con los ojos, con el corazón.
Dos. Suplico a quien tenga poder en este país que otorgue a la salud mental de los ciudadanos la prioridad que se merece. Es impostergable que se vuelquen los esfuerzos en que los televidentes tengan la oportunidad de dormir a pierna suelta (al menos) las siete horas que prescriben los especialistas. Por eso, resulta acuciante que se adelante ostensiblemente el horario de máxima audiencia, el 'prime time', para que los programas acaben a horas menos intempestivas y dejen el espacio apropiado para el sueño. Si no por salud, por caridad.
Tres. Es hora de hacer aprecio a lo nuestro, sin recelos ni sospechas de falso chovinismo. Las series españolas están de enhorabuena, tienen sobrada calidad y debe reconocerse su valía, por encima de muchas y grandes mediocridades que 'cuelan' otras industrias audiovisuales con una capacidad de distribución más potente. Los creadores españoles se han despojado de complejos; es su momento y exigen su hueco, porque hay mucho y bueno.
Así pues, cruzo los dedos por un ¡feliz 2020!
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