Julián ALía
Jueves, 28 de febrero 2019, 19:49
Con casi 2,8 millones de espectadores de media y con un 17% de cuota de pantalla, 'Juego de juegos' ha conquistado a la audiencia de los viernes desde su llegada. Y este viernes a las 22.10 horas en Antena 3 es el turno ... de su tercera entrega, con otros 50.000 euros en juego.
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A los mandos del concurso, adaptación del formato americano 'Game of Games', Silvia Abril (Mataró, Barcelona, 47 años), que ha llegado para sacar su vena más gamberra. «Me ha tocado la lotería con este programa. Parece que está hecho a mi medida. Me permite volverme loca con los concursantes», comenta la también presentadora de la última edición de los Premios Goya, junto a su marido Andreu Buenafuente, en lo que ha sido una de las galas más vistas de la historia. La actriz y humorista dejaba ver buenas sensaciones sobre el programa desde antes del estreno. Y no le faltaba razón. «El viernes por la noche la gente busca pasárselo bien viendo la tele, y yo creo que se va a quedar por la espectacularidad de las pruebas y la risa que genera, las caídas, los tortazos», vaticinaba Abril hace tres semanas.
- ¿Cómo ha sido presentar este concurso?
Yo pensaba: '¿Me van a pagar por esto?' Me lo paso genial en los parques de atracciones, y grabar 'Juego de juegos' ha sido como: 'Toma este pase de tres semanas y disfruta'. He acabado sin voz, como se acaba en los parques temáticos. Lo he dado todo. Me ha permitido sacar mi parte más gamberra, meterme en las pruebas, y también con los concursantes.
- ¿Ha sido mala con ellos?
Con algún lerdo que ha venido. Que dices: 'A ver, pavo, esto no son los nervios'. Al final todos han sido maravillosos y les hemos podido sacar jugo. Está bien que te puedas reír de alguien sanamente. Soy la primera que me río de mí misma, y aquí también me he podido reír a gusto de los demás.
- ¿Ha tenido rienda suelta para improvisar?
Absolutamente. Todo lo que he querido y más. Al principio, los nervios me tenían un poco más retenida porque, al fin y al cabo, estás presentando un programa y no puedes olvidarte. Pero luego ya, con rienda suelta, sí.
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- ¿Qué prueba le ha sorprendido más?
No he probado todas. Ni falta que hacía. Pero la más impresionante ha sido 'Pendiente de un hilo'. Yo no tengo vértigo, pero cuando me subieron cerré los ojos y tenía la sensación de que cuando llegué arriba ya estaba cayendo. Es muy bestia. Son muchos metros de altura y da muchísimo miedo cuando estás ahí arriba.
- ¿Presentar esto es un reconocimiento a su carrera?
Yo creo que sí, y algo que me llena de orgullo. Me parece muy inteligente por su parte que hayan elegido a alguien que parte ya en su ADN como presentadora de esto, del gamberrismo, de la tontería, de las caídas, a quien no se le caen los anillos por meterse en las pruebas. Claro que sí, utilícenme.
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- ¿Cómo se sintió tras presentar los Goya?
Feliz. Había tanta presión, sobre todo por parte de la prensa, pero yo tenía claro cuál era nuestro objetivo: defender nuestro proyecto para presentar los Goya, e intentar disfrutar. Y disfruté de lo lindo. Muchísima gente me ha dicho: 'Por primera vez he visto la gala desde el inicio hasta el final'. No paramos de recibir felicitaciones. Mentiría si dijese lo contrario. Me siento a desayunar y brindo incluso con el té. Brindamos a cada momento, porque la presión mediática era brutal.
- ¿Por qué hay tanta presión con la gala?
Los Goya se han sobredimensionado. Al final, es la fiesta del cine. Tiene que tener carácter festivo. Celebremos que el cine va bien. Se están cerrando salas que no se deberían cerrar, y deberían bajar el precio de las entradas, pero la industria funciona, y salimos de unos años de crisis durísimos. Tenemos unas películas maravillosas, al nivel de cualquiera que se esté haciendo en el extranjero. ¿Queréis hacer el favor de relajaros y disfrutar?
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- ¿Y qué significó conducir la gala con Andreu?
Tener a mi lado al mejor compañero que podía soñar. Segundos antes de salir nos dimos la mano y un beso, y nos dijimos: 'A disfrutar'. Ya está. A otro igual no le hubiera podido besar en la boca. O sí, conociéndome. Tenerlo ahí para mí era seguridad. Era como volverme a casar con él. Íbamos por la alfombra roja, y todo el mundo estaba pendiente y felicitándonos.
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