Nunca he visto entero un programa de 'La resistencia'. No es que no vaya a aguantarlo, sino que hasta ahora me ha bastado con los fragmentos de entrevistas que se han hecho virales, la nueva medida del éxito de un espacio televisivo en las redes ... sociales. Descubrí a David Broncano por la jeta con la que preguntaba a sus invitados cuánto dinero tenían en el banco y el número de relaciones sexuales que habían mantenido en el último mes. Al igual que cómicos amigos, como Ignatius Farray, el presentador jugaba a incomodar con un humor que para unos resultará grosero y para otros rompedor.

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El posible fichaje por RTVE del presentador gallego de nacimiento y jienense de adopción tras finalizar su contrato en Movistar Plus ha sido la gota que ha colmado el vaso en un consejo de administración dividido, que ayer saltó por los aires y se saldó con el cese de la presidenta interina del ente, Elena Sánchez. Yo no sé si David Broncano pega en Televisión Española o si su sitio es un canal de pago en el que puede transgredir con mayor libertad. Su figura no admite término medio: participas de su estilo, entre la dejadez, la impertinencia y el chispazo de genio, o abominas de que no se haya preparado la entrevista, confiando en que surja el buen rollo.

Broncano gusta sobre todo a los espectadores jóvenes, esos que hace siglos que no sintonizan en un televisor la primera ni la segunda cadena. Proviene del show, del espectáculo de humor, como El Gran Wyoming, pero carece de la disciplina necesaria para seguir un guion, como hace el conductor de 'El intermedio'. Su éxito quizá se deba a que parece un tipo normal, el amigo ingenioso de la cuadrilla que vacila sin parar y al que el éxito y el dinero no han cambiado. Un peterpán que ha descubierto la mejor profesión del mundo.

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