'La isla' de La Sexta, sin famosos ni tentaciones

La novedad de este formato es que son ellas mismas las encargadas de grabar el programa con un testimonio en primera persona, sin ningún tipo de intermediario, y a más de 8.000 kilómetros de España, en el archipiélago de Las Perlas, en el Golfo de Panamá, donde la temperatura alcanza en muchas ocasiones los 40 grados.

En la isla del 'reality' conducido por Pedro García Aguado no hay parejas que pretenden reafirmarse, solteros buscando el amor, ni tampoco famosos, más allá de la 'influencer' Pitty (Albacete, 30 años) y de la diputada por Vox en el Congreso Mireia Borrás (Madrid, 33 años), que por aquel entonces no había dado el salto a la política.

Son dos de las 14 mujeres que, sin conocerse entre ellas deben trabajar juntas en pos de la supervivencia del grupo. El resto del equipo está formado por la ingeniera Adela (Madrid, 39 años), embarazada de su cuarto bebé; la camarera con dotes para la caza Silvia (Madrid, 34 años); la militar del ejército español Lucy (Ecuador, 36 años), primera mujer en conseguir el título de honor de la Legión y el premio al esfuerzo y sacrificio de la UME (Unidad Militar de Emergencias); la funcionaria en el Ayuntamiento de Valencia Ana María (Valencia, 60 años); la peluquera Zuriñe (Álava, 37 años); la especialista de cine Natalia (Madrid, 51 años), o la ilustradora AnaPi (Ávila, 27 años), que parte de salida sabiendo hacer fuego y pescar.

Y a estas, se suman las operadoras de cámara Angie (Madrid, 40 años), Anabel (Granada, 40 años), Erika (Barcelona, 44 años) y Rocío (Sevilla, 36 años), para también poner un poco de orden en la grabación del programa, y, por si la cosa se pone demasiado fea, Ana (Badajoz, 39 años), la médica del grupo, especialista en oftalmología y atención primaria, que suele atender también a pacientes en competiciones deportivas y 'rallies'.

Aparte de que las propias protagonistas se encarguen del rodaje, el mayor punto novedoso de 'La isla' es que se trata de un 'reality' en el que no hay ganadores, perdedores, ni un premio final que no sea la satisfacción personal de cada uno tras haberse puesto al límite.