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Era la España del apartamento de Torremolinos y la Ruperta, la época de los Tacañones y las guapísimas secretarias; la era de Kiko Ledgard y Mayra Gómez Kemp. Todo estaba al alcance de la mano. Por el asequible precio de 25 pesetas, los españoles vivieron ... la ensoñación de un circo que reunía a la familia en torno al televisor cada semana, de 1972 a 2004, aunque hubo interrupciones en ese medio siglo. En la España de los dos canales, TVE-1 conseguía con el invento de marras audiencias de 25 millones de espectadores, algo que ni de lejos consiguen hoy las retransmisiones de fútbol.
Tal era su popularidad que el programa acuñó un lenguaje propio, hecho de latiguillos y frases hechas. «Hasta aquí puedo leer», que diría Mayra. Hace hoy 50 años, el 24 de abril de 1972, un bromista atlético, pelo alisado con fijador, apellido francés, nombre de maíz tostado y calcetines desparejados se presentaba a la audiencia para romper los esquemas de la historia de la tele. Para celebrarlo, la 2 de TVE emitirá el lunes el último programa de la primera temporada, presentado por Kiko Ledgard y que se pudo ver el 30 de abril de 1973. La misma cadena ofrece también el jueves el debut de Gómez Kemp como presentadora del espacio, allá por 1982.
Uno podía ver de todo en el 'Un, dos, tres…', desde el farfullar ininteligible de Mariano Ozores hasta una voluptuosa Bombi que inexplicablemente hacía que todo quisqui recitara aquello de «¿Por qué será?», el abracadabra del erotismo carpetovetónico. Participar en el concurso no era sinónimo de éxito. El muy sagaz Chicho Ibáñez Serrador, creador del programa, podía endilgar al personal una vaca, un caballo o una aspiradora como premio chungo y quedarse tan ancho.
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Fernando Morales Rodriguez
En dictadura o democracia, con crisis del petróleo o sin ella, con victoria del PSOE o del PP, lo que de verdad se ambicionaba era ganar un apartamento en la playa, apetencia que ya anticipaba la fiebre del ladrillo que vino después.
Kiko Ledgard, un patriarca peruano con once hijos cuya suegra fue secuestrada y asesinada, regresó a su Perú natal y tuvo la ocurrencia de hacer equilibrismos en la barandilla de la terraza de un hotel. Un mal paso. El 'showman' se estampó desde un tercer piso contra el suelo, perdió un brazo y tardó tres meses en recobrar la memoria. ¿Quién le sustituiría? Después de pensárselo mucho, Chicho escogió a Mayra Gómez Kemp, quien ya se había baqueteado como actriz en el espacio y que venía de presentar 625 líneas y Dabadabadá. «Yo creo que Chicho me eligió por mi memoria. Cuando no existía el pinganillo ni el teleprónter, yo no me equivocaba nunca. Me sabía mi guión y el de los demás. Por añadidura, al ser una mujer, las comparaciones con Kiko iban a ser difíciles».
'Un, dos, tres…' nació en 1972, en los estertores de la dictadura, muy inquieta entonces por la longitud de faldas y los escotes de las azafatas. Ocurrió algo muy infrecuente, y es que un censor, Francisco Ortiz Muñoz, permanecía en el plató para velar por el correcto tallaje de minifaldas y escotes. Con Chicho tuvo más de un desencuentro y a la postre nada pudo hacer para impedir que las azafatas Agatha Lys y Blanca Estrada se alistaran en el cine del destape.
Entre las atractivas secretarias y la exuberante Fedra Llorente, la Bombi, Mayra Gómez no sabía qué papel adoptar. «Debía tener mucho cuidado en cómo me relacionaba con las chicas, pues yo no quería dar un tono lésbico», confiesa la presentadora.
Con la democracia desapareció la censura visible y don Paco, el Torquemada televisivo, fue destituido por el propio Chico cuando accedió al cargo de director de emisión. Todo un acto de justicia poética. Pero en los despachos de Prado del Rey seguía la concienzuda observancia desde arriba, aunque de cariz distinto. «Había mucho interés en que en los guiones no hubiera referencias políticas», cuenta Gómez Kemp.
En 'Un, dos, tres…' podía ocurrir cualquier cosa. El público era estoico, contumaz y espartano, aguantaba jornadas laborales inhumanas que, por un simple fallo técnico, podían terminar hasta bien entrada la madrugada. «Rogábamos al público que no se fuera, eran las dos de la mañana y la gente se quería marchar», evoca Mayra. Como recuerda el realizador Fernando Navarrete, Ibáñez Serrador hacía repetir tomas hasta que lograba la que quería, y eso que las actuaciones se ensayaban mucho. Desde las alturas, como un demiurgo catódico, daba órdenes con intemperancia. Gómez Kemp fue víctima y testigo de sus arrebatos autoritarios, aunque hoy los exculpa. «No existen genios si no son autoritarios. Era exigente, eso sí».
Siempre sucedían cosas imprevistas. Un día Chicho mandó traer a una elefanta amaestrada que acababa de parir. Para armar un número, decidieron montar a Raúl Sénder encima del plantígrado, pero como este era tan grande se decidió que mejor se subiera encima de la cría. Los domadores no habían advertido al humorista de que el pequeño elefante estaba sin domesticar, así que cuando Sénder se acomodó en sus lomos y le arreó para que se moviera, el animal se revolvió y barritó. Al escuchar los lamentos, mamá elefante rompió amarras, pisó focos y tiró cámaras al acudir en auxilio de su bebé. «Yo me quedé petrificada, tenía tal susto que no me podía mover de la escalera, adonde me había empujado el ayudante de realización de Chicho, Gregorio Quintana, actual productor ejecutivo de una importante productora».
El concurso era una formidable cantera de la que salieron actrices y presentadoras de fuste, como Victoria Abril, Paula Vázquez, Lydia Bosch o Silvia Marsó. Lo mismo sucedía con los cómicos, que gastaban un humor tan blanco como Ariel. Joe Rígoli, Beatriz Carvajal, Arévalo, el dúo Sacapuntas, Juanito Navarro, las Hurtado, Manolo Royo fueron en distintas etapas los comediantes del programa. Los españoles se carcajeaban con cualquier cosa, ya fuera con el piticlín, piticlín de Bigote Arrocet o la desternillante mímica de Tricicle interpretando 'Soy un truhán, soy un señor', de Julio Iglesias.
En cuanto a los presentadores, Jordi Estadella y Miriam Díaz-Aroca (1991-1993) tomaron el relevo de Mayra, no sin dolor de la hispano-cubana, que se enteró de la noticia por el periódico. A Estadella y Díaz-Aroca les sucedieron Josep María Bachs (1993-1994) y Luis Larrodera (2003-2004).
Reputado director del cine de terror –sus 'Historias para no dormir' dejaron a media España insomne– Ibáñez Serrador tuvo sus remilgos cuando se le hizo el encargo de crear un programa popular. Sin embargo, tuvo el acierto de reunir en un solo espacio las tres tipologías de concurso: conocimientos, demostraciones físicas o habilidades y pruebas psicológicas. El concurso, que solía durar dos horas y media, tenía un epílogo de cinco minutos vibrantes, cuando una pareja se la jugaba al todo o nada.
Fernando Navarrete se acuerda de que la emisión de los dos primeros programas no cosechó el favor del público, pero luego Chicho corrigió el rumbo y 'Un, dos, tres…' remontó. «Chicho era un genio. Siempre tenía en mente mejorar el producto».
No era la primera vez que un concurso repartía grandes premios. Ya lo hizo 'Un millón para el mejor', por ejemplo. Pero este y otros espacios tiraban la casa por la ventana una vez al año. Chicho era tan dadivoso que lo hacía todas las semanas, a lo grande y sin complejos, como un alcalde comprando mascarillas.
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