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j. moreno
Madrid
Martes, 1 de marzo 2022, 00:12
Corría el año 1994 cuando Rusia participa por primera vez en el Festival de Eurovisión. La Unión Europea de Radiodifusión (UER), que la acaba de expulsar para la edición de este año en Turín, aceptó al país como miembro de este conjunto de radios y ... televisiones que, entre otras funciones, organiza el certamen musical que nació con el objetivo de unir a la Europa de la posguerra a través de la canción. Aquella declaración de intenciones se ha visto enquistada, en ocasiones, por conflictos geopolíticos que han ensombrecido un espectáculo musical y televisivo que cada año siguen cerca de 200 millones de espectadores en todo el mundo.
En la última década, la tensión entre Rusia y Ucrania se ha ido incrementando mientras que también crecían las críticas por parte de los eurofans –recordados son los abucheos a los representantes rusos en Eurovisión– contra Vladímir Putin después de que prohibiese en 2013 la «propaganda homosexual». Sin embargo, no ha sido hasta 2022 cuando la UER, que siempre ha querido separar las pugnas políticas de Eurovisión, ha actuado con contundencia, impidiendo a Rusia participar en el festival por la invasión de Ucrania. En 2019 también fue expulsada Bielorrusia por sus ataques a la libertad de prensa y de expresión.
El choque entre los dos países tuvo su punto álgido en 2016 con la representante ucraniana Jamala y la canción '1944', que consiguió alzarse con el micrófono de cristal en el concurso europeo. Con el trasfondo de la anexión rusa de Crimea, la cantante interpretó este tema que trataba de las deportaciones masivas que sufrieron los tártaros durante el estalinismo, de las que sus propios padres fueron víctimas. Muchos vieron en esta actuación un mensaje político contra Putin, pero la artista insistió en que se trataba de una historia familiar. Desde Rusia acusaron a sus vecinos de querer imponer a los espectadores europeos «una visión falsa de un supuesto hostigamiento a los tártaros en la Crimea rusa». La UER aclaró que la canción no contenía un «discurso político» –algo que no permite las normas del propio festival–, pero Ucrania asumió el triunfo como una victoria frente a su contrincante.
Esa edición, los dos países decidieron no darse ningún punto en las votaciones del jurado profesional –más fáciles de controlar por sus respectivas televisiones–, aunque en el televoto, el que deciden los espectadores, sí lograron apoyarse mutuamente. Al año siguiente, cuando Eurovisión se celebró en Kiev, se impidió la entrada a la cantante rusa Yulia Samóilova, por lo que el país no pudo participar en 2017 en Eurovisión después de rechazar concursar de forma telemática tal y como proponía la UER.
En 2007, años antes de que la tensión creciera, Ucrania también utilizó la letra de una de sus canciones para mandar un mensaje subliminal a Rusia. El personaje de Verka Serduchka, interpretado por el actor Andriy Danilko, logró la segunda posición con 'Dancing Lasha Tumbai', una extravagante propuesta donde parecía que se decía en inglés 'Russia goodbye' (Rusia, adiós).
Este mismo año, la que iba a ser la representante ucraniana para Eurovisión 2022, Alina Pash, renunció tras recibir acusaciones de ser desleal con su país por asistir a un evento privado en Crimea en 2015 sin el documento de entrada oficial del Servicio Estatal de Fronteras que establece la legislación ucraniana. «Soy artista, no política. No tengo un ejército de relaciones públicas y abogados para resistir todo este ataque y presión en mis redes sociales. No quiero el odio ni esta guerra virtual», denunció en un mensaje publicado en Facebook.
Por otra parte, exrepresentantes de Rusia en el certamen europeo expresaron su rechazo a la guerra a través de las redes sociales, como es el caso de Manizha (2021), que publicó una foto en negro en Instagram acompañada de un texto en el que escribió que tenía familia en Ucrania: «Lloro porque no es mi elección. La agresión actual es contra mi voluntad, contra la voluntad de mi familia. Es contra la voluntad de nuestros pueblos». También Sergey Lazarev, quien fue el candidato ruso en 2016 y 2019, mostró su rechazo a la invasión y confesó estar «llorando como un niño» ante el conflicto. «Nadie apoya la guerra. Quiero que mis hijos vivan en tiempos de paz. ¡No a la guerra!», reiteró.
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