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DIEGO MARÍN A.
Martes, 14 de octubre 2014, 22:45
Existen 90 toros de Osborne en toda España. En La Rioja hay dos, uno en Navarrete y otro en San Asensio, visibles desde las carreteras A-12 y N-232, respectivamente. Dispuestos desde los años 60 como publicidad del brandy de Jerez Veterano del Grupo Osborne, peligraron a finales de los 80 por la Ley de Carreteras que prohibía la publicidad. El Congreso los declaró Patrimonio Cultural y Artístico en 1994, decisión que ratificó el Tribunal Supremo en 1997, permitiendo mantener la figura del toro pero eliminando la marca comercial anunciada al considerar que «ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje».
Desde entonces, el toro ha sufrido tantos homenajes como ataques. El diseño de Manolo Prieto se ha convertido en un símbolo de España. El artista Keith Herring lo decoró en 1983, el fotógrafo Larry Magino lo retrató en 1996 para ARCO y, con motivo de su 50 aniversario, medio centenar de artistas reinterpretaron la figura. Lejos del homenaje, en Mallorca le cortaron los cuernos, los testículos y lo pintaron con los colores de la bandera gay; en Cataluña grupos independentistas lo derribaron y en Galicia y Extremadura también lo pintaron. Solo la intervención cacereña fue reivindicativa. El artista Javier Figueredo, que convirtió al toro en vaca suiza, reclamó así que su ciudad fuera Capital Cultural Europea en el 2016.
En La Rioja los dos toros también han sufrido modificaciones, siempre de forma anónima. En el 2007 el de Navarrete fue pintado de vaca, con manchas blancas y unas ubres rosas, y con el mensaje «¡Solución ya!», quizá, contra las corridas de toros. En el 2009 el de San Asensio soportó un mensaje enigmático: «Zorionak, Danitxu. Amnistía». Los dos carteles recuperaron pronto su estado original.
El pasado domingo el ejemplar de San Asensio volvió a aparecer distinto. Esta vez, además de ser pintado casi totalmente de blanco (excepto el lomo, el pecho y los cuernos) le fueron añadidas cuatro jorobas a modo de dragón. Hay quien afirma haber visto la acción sobre las cuatro de la madrugada, con varias personas ayudadas de linternas.
Este tipo de intervenciones pueden ser consideradas un delito contra el Patrimonio Cultural, tipificado en el artículo 323 del Código Penal y castigado con pena de prisión de uno a tres años y multa de doce a veinticuatro meses, además de asumir el coste de la reparación. E intervenir en los toros no es sencillo: pesa 4.000 kilos, mide 14 metros y cuenta con una superficie de 150 metros cuadrados.
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