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Tres mil años después de su muerte y a casi un siglo del descubrimiento de su tumba, la fiebre por Tutankhamón no cede. Todo lo que tenga que ver con el enigmático faraón niño levanta pasiones. Un fenómeno que explota la vistosa muestra 'Tutankhamón: ... La tumba y sus tesoros', que recala de nuevo en España ampliada y mejorada. Un decenio después, permite ver la tumba del faraón tal como la encontró Howard Carter y disfrutar en detalle de un millar largo de los valiosos objetos arracimados en las cámaras funerarias, recreados en replicas de excepcional calidad y exactitud.
Como no podía ser de otra manera, la pieza estelar es la máscara dorada del último faraón de la XVIII dinastía que cambió su nombre de Tutankhatón por Tutankhamón. Una inquietante maravilla de once kilos de oro macizo replicada con tal exactitud por los artesanos egipcios que los aduaneros dudaron si se trataba de la original. «Cuando salía de Egipto los funcionarios llamaron al museo de El Cairo para asegurarse de que la original seguía allí», cuenta divertido Wolfgang Wettengel, egiptólogo alemán y artífice de esta muestra, en cartel en el Espacio 5.1 de Ifema, en Madrid, hasta finales de abril.
Es un festín para los amantes de la arqueología y el Antiguo Egipto que tienen la rara oportunidad de meterse en la piel de Carter y revivir las intensas emociones que el arqueólogo británico sintió desde que se excavó el primer escalón de la tumba, el 4 de noviembre de 1922, hasta que horadó la pared de la primera cámara e iluminó con una vela los tesoros intactos durante tres milenios. «¡Veo cosas maravillosas!», exclamó Carter el 26 de noviembre al atisbar a través de un orificio la antecámara de la tumba de Tutankhamón, fallecido el año 1323 anterior a nuestra era, quizá por una infección de rodilla causada por un accidente, quizá asesinado. Tras cinco penosos años de meticuloso trabajo en el Valle de los Reyes, el histórico hallazgo que fascinó y fascina al mundo, llegaba al filo del abandono de la excavación de la tumba KV 62, cuando el aristócrata Lord Carnarvon cerró el grifo del dinero a Carter.
Con más de 2.000 metros cuadrados, la exposición se abre con la portentosa reconstrucción de las tres cámaras funerarias del faraón y sus tesoros tal como los halló Carter. Se extiende luego con la fiel reproducción de más de 1.000 de los 6.000 objetos hallados por Carter que, mostrados en su contexto arqueológico original, «ofrecen una visión única del descubrimiento», se ufana Wettengel.
La máscara dorada, –en realidad de cobre y bañaba en oro– atrae como un imán la atención del visitante. Pero no menos que el sarcófago de oro de más de cien kilos, el de madera y piedras preciosas, la reproducción de la momia, de las capillas que la encerraban, del trono dorado, los vasos canopos con las vísceras del rey niño, la infinitud de joyas, muebles, y enseres –hasta 160 bastones que mitigaban su cojera–, armas, carros y objetos de todo tipo. Un fascinante ajuar para asegurar un feliz viaje al más allá bajo la protección de Anubis y milagrosamente salvaguardado por el tiempo. Como el instrumento de viento que tres milenios después de su hallazgo sonó en la inauguración de la Radio Egipcia, o la daga de metal meteórico –extraterrestre– que aún sigue desconcertado a los expertos.
Cinco millones de euros y cinco años de trabajo costó producir esta muestra de alta calidad didáctica y con un rigor científico que avala la experta egiptóloga Esther Pons, conservadora del Museo Arqueológico Nacional. «Nos aproxima a los enigmas de Tutakhamón, que reinó de los 9 a los 18 años, recuperó el poder religioso para los sacerdotes de Amón, después de la revolución de Akenatón impulsara el culto solar a Atón; de ahí que cambiara su nombre», destaca Pons del último faraón de su estirpe «de quien casi no quedan misterios».
Hasta ahora seis millones y medio de visitantes han disfrutado de la espectacular exposición, que ha pasado por Zúrich, Múnich, Budapest, Dublín, Bruselas, París y Seúl y que en su primera visita a España atrajo casi medio millón de visitantes, cifra que sus organizadores aspiran a superar.
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