La trivialización de la vileza
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El Holocausto no se habría producido sin la colaboración de millones de personas que no eran nazis convencidosEl Holocausto es el crimen más infame en la historia de la Humanidad y debemos entender qué hizo posible esta obscenidad genocida. ¿Por qué los nazis decidieron eliminar a todo un grupo de personas? ¿Por qué se llevaron a millones de hombres, mujeres y niños ... y los gasearon, fusilaron y mataron de inanición o a palos? ¿Cómo pudo llegar a producirse algo así? ¿Por qué las normas comunes de la moralidad y la decencia se invirtieron de un modo tan inenarrable? Todas estas preguntas nos las hemos hecho en numerosas ocasiones y la razón de que las plasmemos en este texto es la onmemoración del 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau el próximo lunes y la actualidad que da a este hecho, uno de los principales símbolos del Holocausto.
Reflexionar sobre la maldad y la capacidad de los gobiernos de alentarla (el sistema de exterminio nazi implicó a todos los estamentos del Estado y a toda la Administración alemana) debiera estar siempre presente en nuestras mentes para evitar la desaparición de los límites, momento en el que los hombres perdemos la humanidad y somos capaces de cualquier cosa, incluso de la más deleznable.
El régimen nazi ideó uno de los programas más diabólicos de la Historia, el exterminio industrial de un grupo étnico. En la Polonia ocupada se crearon seis campos de exterminio: Chelmno, Belzec, Treblinka, Sobibor, Maidanek y Ausch-witz-Birkenau. Este último era muy especial, tanto por su enorme dimensión como porque era también un campo de concentración, del que dependían decenas de pequeños campos satélites en los que se utilizaba el trabajo esclavo de los presos, sometidos a todo tipo de tormentos de hambre, maltrato físico, miedo y terror.
Este programa de exterminio y la sociedad totalitaria que lo engendró no llegó de repente; el viaje hacia el mal es progresivo y en el caso del Holocausto se inició con los programas de esterilización de los años treinta y con los de eutanasia de finales de esa década. Una vez que nos acostumbramos a la agresión, exclusión, expulsión, esterilización, demonización, deportación y tortura de los demás, el paso hacia el genocidio es más fácil de lo que parece. Hannah Arendt lo definió acertadamente como la 'banalidad del mal'. La deshumanización del otro llevó a miles de personas, y no a unos cuantos locos, a justificar la persecución a los judíos y otras minorías étnicas como los gitanos, a su deportación a los campos de concentración y, finalmente, a la Solución Final, es decir, al exterminio. Quienes no consideran a otras personas como tales, no las tratan como tales y por eso algunos seres humanos pueden llegar ser vistos como animales o mercancías que no generan la más mínima empatía en las personas que se consideran superiores.
De ahí que tengamos que tener muy presente que el nazismo fue una inmensa «fábrica de cadáveres» (Arendt); que la eficacia de la misma estuvo no tanto en la producción de muertos como en la imposibilidad de morir que los nazis convirtieron en necesidad para sus víctimas (Jorge Semprún); que «en la práctica cotidiana de los campos nazis se realizaban el odio y el desprecio difundido por la propaganda nazi… no estaba presente solo la muerte sino una multitud de detalles maníacos y simbólicos, tendentes todos a demostrar que los judíos, y los gitanos, y los eslavos, son ganado, desecho, inmundicia» y que para ello eran imprescindibles las «zonas grises» de poder entre opresores y oprimidos y la corrupción económica y moral de las personas (Primo Levi); que es posible que alguien en apariencia normal, que se preocupa por su familia y por sus amigos, pueda cometer crímenes atroces (Roy Baumeister) y, finalmente, que «hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la de los hombres indecentes... ambas se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales» (Víctor Frankl).
La realidad de Auschwitz y demás campos de exterminio nazis y del propio Holocausto nos transmite, quizás más que cualquier otra, de lo que es capaz nuestra especie. El ser humano puede hacer esto y mucho más. Por eso no podemos renunciar al pensamiento crítico y conformarnos con ser un eslabón del engranaje destructor y quedarnos al margen como meros espectadores. Esta es la única alternativa frente al mal, ya que el Holocausto no podría haber sucedido sin la participación de millones de personas que no eran nazis convencidos. Auschwitz es un recordatorio de hasta dónde es capaz de mimetizarse el ser humano con una alimaña cuando la impunidad constriñe la cultura, la educación y la ética.
Claro que es difícil ser optimista respecto a la naturaleza humana cuando constatamos que el Holocausto no ha sido algo aislado y excepcional en el devenir de la Humanidad. Solo tenemos que recordar los sucesivos genocidios que desde los albores de la Historia se han producido frente a la indiferencia del resto de la Humanidad. Recordemos, a modo de botón de muestra y solo en el siglo XX, el genocidio armenio, el de turcos y kurdos por los rusos, las deportaciones en la URSS, las matanzas de los Jémeres Rojos en Camboya, lo acaecido en Ruanda, etc. Y si nos remitimos a los veinte años del siglo presente analicemos los conflictos en Oriente Medio y el genocidio rohingya en la actual Myanmar.
Aunque sea imposible proyectar lo ocurrido en Auschwitz a otros conflictos, las pautas que rigen el mal están presentes en todos ellos (ignorancia, impunidad, miedo, nacionalismo extremo, odio), así como la pasividad de los que miran a otro lado y de los que manifiestan que no saben nada. ¿Es descabellado pensar que se pueda repetir lo acaecido en Auschwitz? La respuesta es sencilla: no ha dejado de producirse aunque simulemos lo contrario.
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