Lluis Montoliu (Barcelona, 1963) conoce de cerca el misterioso, frágil y promisorio universo de los genes. Doctor en Biología y biotecnólogo, es investigador del CSIC en el Consejo Nacional de Biotecnología de Madrid. Esta tarde (Casa de las Ciencias, 20 horas) clausura en Logroño el ... ciclo '¿Qué sabemos de...?' con la conferencia 'Editando genes: lo que sabemos y lo que nos gustaría saber hacer con CRISPR'.
– ¿Qué se esconde bajo el intimidante nombre de CRISPRy por qué puede suponer una revolución?
– Estas herramientas ya son una revolución en los laboratorios, en la academia, en los centros de investigación. CRISPR es un acrónimo que fue acuñado en Alicante por el microbiólogo Francis Mojica. Él descubrió que las bacterias usan este sistema para defenderse de los virus y veinte años más tarde, otros investigadores aplicaron este mismo sistema para convertirlo en una herramienta de edición genética. Esas herramientas nos permiten cambiar cualquier letra de nuestro genoma o del genoma de cualquier organismo vivo. Si algún gen tiene una mutación, nosotros ahora la podemos revertir. Y viceversa: podemos reproducir esa mutación en el laboratorio, sea en una célula o en animales como ratones o peces. Esto ha supuesto un gran avance no solo para estudiar las causas genéticas de muchas enfermedades sino también para desarrollar terapias que nos permitan revertir la situación y retornar a la secuencia correcta, curando así los genes.
– ¿Cuándo podrán ser de utilidad práctica estas técnicas?
– La respuesta la tienes la semana pasada. Conocimos a los dos primeros pacientes de anemia falciforme y de beta talasemia –que son dos enfermedades graves de la sangre– que han sido tratados con una estrategia CRISPR y que, hasta donde sabemos, parece que ya no necesitan más transfusiones. Con lo cual, no hablamos de que sea algo que vaya a ocurrir no sé cuándo, sino que ya es una realidad. ¿Esto quiere decir que se va a poder extender a todas las enfermedades? No. Cada una de ellas requerirá una estrategia terapéutica distinta.
– ¿Estamos cruzando alguna frontera ética?
– No todo lo que podamos hacer lo debemos hacer. Seguramente la sociedad estaría de acuerdo si podemos aliviar o curar a una persona que sufre una patología de origen genético. Pero si lo que pretendemos es alterar la secuencia de un embrión humano que todavía no ha nacido para que tenga unas características genéticas distintas..., ahí estaríamos cruzando varias barreras. En primer lugar, la legal. Y, aunque fuera legal, tampoco sería prudente, porque todas estas herramientas todavía están asociadas a una cierta impredecibilidad. Somos capaces de determinar qué genes queremos modificar, pero no somos capaces de determinar con precisión qué es lo que va a ocurrir. En el laboratorio yo puedo hacerlo con ratones, pero no con pacientes. Éticamente hay barreras que no debemos cruzar, al menos mientras no controlemos científicamente todo el proceso. Y cuando lo controlemos será la sociedad entera la que deba decidirlo.
– Esa posibilidad de crear 'superhombres' modificados genéticamente, ¿es aún lejana?
– En parte lejana y en parte cercana. En Estados Unidos hay una corriente filosófica muy en boga llamada 'transhumanismo'. Lo que pretenden los transhumanistas es aprovechar la tecnología disponible para aumentar las capacidades físicas y psíquicas de las personas. No desconocen los riesgos asociados, pero quieren tener la libertad de hacerlo sin depender de ninguna autoridad. Hay una versión de ellos, los 'biohackers', que promulgan la autoadministración de este tipo de terapias. Eso me parece una temeridad que acabará mal. Terminarán haciéndose daño ellos y haciéndoselo a terceros. Están aupados por investigadores como George Church, que dice tener una lista en su laboratorio de 50 genes cuyas mutaciones podrían dar superpoderes a las personas. Esto es irreal. Un gen no solo hace una función, sino un montón de funciones. Pretender que la eliminación de un gen solo tendrá consecuencias positivas es una ingenuidad y una temeridad. Hay que ir con cuidado y no dejar estas cosas al albur de las personas, sino en manos de expertos y con respeto por la legalidad.
– ¿Por qué hay mucha gente que tiene tantas suspicacias contra los transgénicos? ¿Qué hay de verdad y qué de mito en esa mala fama?
– No hay nada de verdad. Probablemente la comunidad científica en el pasado no supo transmitir toda la información y eso ha dejado vía libre a otros grupos con agendas e intereses particulares. La transgenia, que es la modificación genética de organismos para dotarles de unas características determinadas, lleva ocurriendo desde hace muchos años y no tenemos constancia de que haya supuesto ningún problema ni para la salud humana ni para el medio ambiente. Lo demás es mentira. Precisamente por haber sido modificados genéticamente son productos más seguros.
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