«Todo lo que engaña seduce», advertía Platón en 'La República'. Y seducir a un espectador encantado con dejarse engañar por las ilusiones pictóricas más audaces es lo que hace la exposición 'Hiperrreal. El arte del trampantojo', que el Museo Thyssen acoge hasta el 22 ... de mayo. Es una exposición «muy deseada» que ha exigido cuatro años de trabajo y para la que Mar Borobia, su comisaría, ha reunido más de un centenar de obras desde el siglo XV hasta el XXI.
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Hacer trampas al ojo para que veamos, y creamos, lo que no es, es una secular tradición artística que originó la expresión francesa 'trompe l'oeil' y el portentoso y expresivo vocablo español trampantojo. Y a esas fantásticas y convincentes trampas visuales se dedica 'Hiperreal', toda una celebración de los logros de ese gran desafío a la percepción. Un juego en el que han participado artistas de todos las épocas empeñados en hacer dudar al espectador de lo que está viendo.
«Nunca somos engañados del todo. Sabes desde el principio que lo que estás viendo tiene truco, pero la sensación es tan poderosa que dejas engañar con placer. Lo aceptas, como aceptas el cine sabiendo que es una trampa fabulosa». Así resume el espíritu de la exposición Guillermo Solana, director artístico del Thyssen. «Como decía Coleridge, la literatura es la suspensión voluntaria de la incredulidad, y la exposición hace lo propio con la pintura», agrega.
Y es que engañar al espectador haciendo pasar lo pintado o esculpido por lo que no es mediante las leyes de la óptica y de la perspectiva es un fascinante y secular juego cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos griegos. Desde entonces, el trampantojo es una constante en las artes, con periodos de notorio florecimiento, como el Renacimiento o el Barroco, para decaer tras el Romanticismo, pero sin llegar a desaparecer nunca de la agenda artística.
En sus ocho apartados, la exposición recorre un arco temporal de siete siglos. Hay piezas de Van Eyk y Mantegna datadas a mediados del siglo XV en las que ya vemos como los personajes pintados parecen esculpidos o tratan de escapar de los límites del cuadro. Es un tema recurrente cuyo ejemplo más conocido es, quizá, 'Huyendo de la crítica', óleo pintado por Pere Borrell del Caso en 1874 y que cede el Banco de España.
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La muestra es un largo, heterogéneo e interesante viaje por los vaivenes del engañoso género que incluye en su tramo final obras de Dalí, Arcimboldo, Antonio López o César Galicia, quien difumina los límites entre fotografía y pintura. Acaba con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada ex profeso para la ocasión y que es una recreación tridimmensional de un paisaje urbano de Nueva York.
«A lo largo de la historia, el trampantojo ha llegado a tener una reputación de arte para niños, para bobos y para gente ingenua, pero no tiene nada de vergonzoso», afirma Solana. Lejos es esa presunta ingenuidad, cree el director del Thyssen que «es quizá el género más filosófico, porque es metapictórico, de modo que la ilusión que a veces parece ingenua es el objeto de la reflexión más compleja». Recuerda además Solana que el trampantojo «exige una técnica muy depurada para que funcione el engaño».
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'Hiperreal' es un festín para los ojos y para la mente del espectador que acepta y disfruta de un juego cuya resolución conoce. «El trampantojo exige una mirada lenta, morosa y próxima del espectador, que forma parte de todo el engaño en una complicidad fascinante con el pintor», dice Mar Borobia.
Organizada con la colaboración de la Comunidad de Madrid, el centenar largo de obras que reúne proceden de museos y colecciones particulares de todo el mundo. Pero las obras se ordenan por materias y escenarios, al margen de su fecha de ejecución. Se resalta así la continuidad del secular género, «que sigue muy vivo en nuestros días y que ha saltado de los lienzos a los muros de muchos edificios a las aceras y a las paredes».
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Se inicia con al apartado 'Puesta en escena', dedicado al bodegón, germen del género. Sigue con 'Figuras, encuadres y límites', sobre el engaño a través del marco pintado. 'Huecos para curiosos', se ocupa de representaciones de hornacinas, vanos o armarios, con objetos diversos que sorprenden por su ilusionismo. 'Muros fingidos: tablones y paredes', incide en estas superficie como escenarios para exhibir objetos que muestran la pericia del pintor. 'Desorden perfecto', se ocupa los rincones de artista y los llamados 'quodlibet', un subgénero del trampantojo con los útiles de los pintores. 'Llamada a los sentidos' reúne obras que juegan con las esculturas y las flores. El recorrido acaba con 'Renovación americana', sobre la evolución del género en Estados Unidos, y 'Trampantojo moderno', con piezas que destacan la habilidad y la imaginación de sus autores.
El término trampantojo -del francés 'trompe l'oeil'-, apareció por primera vez en un diccionario de Bellas Artes de 1806, aunque ya había sido utilizado como título de una pintura en 1800. Sus primeros ejemplos los hallamos en mosaicos y pinturas murales de Grecia y Roma, con muchas referencias al arte ilusionista y a la capacidad de los artistas de reproducir la naturaleza en la literatura de la época. El más famoso episodio lo narra Plinio, que cuenta como los pintores Zeuxis y Parrasio compiten con sus habilidades. El realismo de las uvas pintadas por el primero es tal, que los pájaros se acercan para comerlas, mientras que Parrasio presenta una pintura que representa una cortina. Zeuxis le pide que la retire para poder admirar así su obra, pero se da cuenta de que ha caído en el engaño y reconoce la gran habilidad de su oponente.
Este relato, muy popular durante el Renacimiento, llevó a muchos artistas a emularlo y crear en sus obras ese efecto de falsa realidad mediante los más variados recursos y técnicas. Junto al hábil uso de la perspectiva, el escorzo o los efectos lumínicos, los pintores introdujeron todo tipo de juegos visuales, como elementos que se proyectan fuera del cuadro e invaden el espacio del espectador, insectos que parecen posados sobre el lienzo, o materiales y texturas reproducidas con tal detalle que consiguen engañar y fascinar a quien los mira.
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