Testamento vital
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La voluntad de un paciente sobre los tratamientos que desea recibir y lo que no está dispuesto a aceptar en la fase final de su vidaHoy voy a escribir sobre el testamento vital. Más aún, hoy quiero invitarles y animarles a que, además de leerme los que quieran, hagan el testamento vital. Y cuanto antes. La libertad de expresión me da derecho a hacerlo.
Yo he manifestado muchas veces en ... esta columna mi decidida apuesta por la cultura de la vida. ¿En qué razones me baso? Primera razón: en que la condición humana, a pesar de lo que algunas televisiones se están empeñando en hacernos ver, no ha cambiado en esencia apenas nada. El amor a la vida y el temor a la muerte ahí están. Con pandemia o sin ella y desde la noche de los tiempos.
Segunda razón: en multitud de ocasiones me he visto obligado a defender lo obvio, lo natural. Por ejemplo, que un feto de diez semanas ya tiene los dedos de los pies y de las manos perfectamente visibles en una ecografía. Yo lo he visto con mis sobrinos y con mis sobrinos nietos. Ellos y ellas. Y, mira por dónde, cuando los cristianos salimos a la calle en alguna manifestación, siempre es para salvaguardar y defender lo puramente humano, lo más natural, esto es, la vida del no nacido, los cuidados paliativos, y no la eutanasia para los considerados terminales, el derecho de los padres que lo deseen a que sus hijos reciban clase de Religión. Nadie en la Iglesia a la que yo pertenezco se ha manifestado nunca detrás de una pancarta en favor de la liturgia de los sacramentos o por el precepto de oír misa los domingos. Por eso estoy más convencido cada día que pasa de que el desprecio a Dios lleva al desprecio del hombre, que es su imagen, y así se cae en una espiral inhumana que justifica el desprecio por los más débiles, la mala atención de los enfermos y de los ancianos, como se está comprobando en la gestión de la pandemia que nos está devastando.
Vuelvo al testamento vital. Los días 19 al 23 de abril ha tenido lugar en Madrid la habitual Asamblea Plenaria de los obispos españoles. Han publicado un texto nuevo acerca de la Declaración de voluntades anticipadas, conocido popularmente como testamento vital. En ese escrito, los obispos nos invitan a firmar un documento que es la expresión escrita de la voluntad de un paciente sobre los tratamientos médicos que desea recibir, y ¡atención! lo que no está dispuesto a aceptar en la fase final de su vida.
El documento va dirigido a la familia, al personal médico, al párroco o al capellán católico. Debe contener los datos personales, domicilio, tarjeta sanitaria. Debe manifestar el interesado que toma la decisión libremente que, si llega a padecer una enfermedad grave e incurable, se le administren los medios que alivien el dolor, pero en ningún caso se le aplique la eutanasia o el suicidio médicamente asistido, ni que se le prolongue irracionalmente su proceso de muerte.
El modelo y los detalles del documento del testamento vital los tienen todos ustedes en internet, a quién hay que dirigirlo, mandarlo y los requisitos para su validez.
¡Ah! Pueden añadir el siguiente dato que podría ir redactado más o menos así: «Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte y para ello solicito la presencia de un sacerdote católico y que se me administren los sacramentos pertinentes». Puedo decir y digo que en mis más de cincuenta años de sacerdote he prestado la mejor atención que ha estado en mis manos a bastantes amigos o simplemente conocidos que –después de una dilatada vida agnóstica o atea– en la cercanía de la muerte han levantado la mirada hacia arriba y han buscado a Dios sin ningún reparo. Han muerto en paz y yo me he alegrado mucho por ellos. La muerte impone cuando está cerca. No impone nada hablar de ella en la tele o en el Congreso. Impone cuando le toca a uno. Y, si no, al tiempo, que dice la gente.
Termino sugiriendo a mis lectores que entren en internet en la página de la Conferencia Episcopal en 'Testamento vital y sugerencias prácticas'. Seguiremos en contacto.
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