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B. Juez
Sábado, 16 de diciembre 2023, 13:06
El museo del Louvre muestra hasta el próximo 29 de enero el tesoro de la catedral de Notre-Dame. Objetos de culto que antes del incendio se guardaba en la sacristía neogótica construida en el siglo XIX por los arquitectos Jean-Baptiste Lassus y Eugène ... Viollet-le-Duc y que, dada su situación, al sur del coro de la catedral, no se vio afectada por las llamas. Al día siguiente del siniestro, una cadena humana ayudó a salvar los objetos más valiosos del templo. Parte de ellos se exponen ahora por primera vez al público en cuatro años.
La muestra 'El tesoro de Notre-Dame de París: de los orígenes a Viollet-Le-Duc' recorre a través de más de 120 objetos la historia milenaria de este erario, desde la constitución del primer tesoro en la Edad Media hasta su apogeo durante el Segundo Imperio gracias a Viollet-le-Duc, pasando por su casi desaparición durante la Revolución francesa y su reconstrucción con motivo de la coronación de Napoleón Bonaparte.
Sin embargo, dos de sus reliquias más preciadas no se exponen en el Louvre : la corona de espinas, que llevaba Jesucristo sobre la cabeza el día de su crucifixión, y el madero de la cruz de Cristo, ambas procedentes del antiguo tesoro de la Sainte-Chapelle (la Santa Capilla) en París. La corona, que se suele ofrecer a la veneración pública el Viernes Santo, fue comprada por el rey Luis IV de Francia por una fortuna a principios del siglo XIII y trasladada a la capital.
El tesoro eclesiástico de Notre-Dame, objeto de muchos saqueos, fue uno de los más ricos del país antes de la Revolución Francesa de 1789, cuando quedó prácticamente vacío tras la nacionalización de los bienes de la Iglesia y la confiscación y fundición de varios objetos de culto.
La coronación de Napoleón como emperador en 1804 supuso la reconstitución del tesoro. Objetos utilizados en aquella ceremonia forman parte de la exposición, como la corona que usó el emperador, la cruz de la procesión, la capa de un eclesiástico italiano y un aguamanil. También se exhiben dos cálices españoles, que probablemente formaron parte del botín de guerra que los franceses lograron durante la invasión de España y que Napoleón I ofreció en 1809 al tesoro de la catedral.
Tras sufrir nuevos saqueos, las joyas de Notre-Dame alcanzaron todo su esplendor con la restauración de la catedral y la reconstrucción de la sacristía por Viollet-le-Duc. El arquitecto diseñó para la catedral piezas de orfebrería en armonía con el edificio medieval, magníficas, realizadas por Jean-Alexandre Chertier y Placide Poussielgue-Rusand.
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