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MIGUEL AIZPÚN
LOGROÑO.
Martes, 26 de septiembre 2017, 00:54
El tatuaje es una práctica por la cual se hace una marca o dibujo permanente mediante la introducción de pigmentos insolubles en la piel, para lo que se utilizan agujas muy finas que hacen múltiples incisiones en la zona del cuerpo donde se realiza. Los tatuajes pueden hacerse en cualquier zona del cuerpo, si bien las más sensibles son las localizadas en la cabeza, el omoplato, la columna vertebral y el coxis.
Lo primero y más importante a la hora de hacerse un tatuaje es elegirlo libremente, puesto que se trata de algo «para toda la vida». En los últimos años se ha avanzado mucho en la eliminación de los tatuajes gracias a la tecnología láser. Los dermatólogos cada día tratamos más pacientes que desean eliminarse un tatuaje. La experiencia demuestra que se cansan de ellos, ya sea por rechazo social, en el trabajo, de la pareja, porque la condición mental de la persona cambia o porque con el paso del tiempo ese dibujo que era tremendamente llamativo se ha ido difuminando, perdiendo color y convirtiéndose en algo inestético. La decisión debe ir acompañada de una buena información y conocimiento de la técnica.
Es evidente que los tatuajes suponen un tipo de decoración de la piel, que puede resultar así más bella y atractiva para algunas sensibilidades. Lo importante es poner en una balanza lo que se gana y se pierde con este tipo de intervenciones. A los dermatólogos no nos corresponde plantear opciones estéticas sino, exclusivamente, las relacionadas con la salud de la piel. Y, en este ámbito, conviene subrayar que las técnicas utilizadas en los tatuajes o en los 'piercings' no están exentas de riesgos.
La eliminación de un tatuaje va a depender mucho de que se realice por un dermatólogo experimentado y con una tecnología láser adecuado, del tiempo que haga que se ha realizado el tatuaje, de la cantidad y color de los pigmentos empleados, más largo y costoso si el tatuaje lleva varios colores y de la profundidad del tatuaje. El número de sesiones que se necesitan para eliminarlo es variable y se necesita guardar un tiempo entre las sesiones. En estos momentos el tatuaje ya no es para toda la vida.
Posibles consecuencias negativas para la salud son los riesgos locales, como sobreinfección, hemorragia y alergia al metal o a los pigmentos inoculados. Y también generales como transmisión de enfermedades por vía sanguínea, como el sida, la hepatitis B o C, herpes, sífilis, etc.
Se aconseja hacerlo en una zona del cuerpo no problemática, por ejemplo, un tatuaje en el abdomen de una mujer se deformaría por un embarazo. Un tatuaje en la región lumbar impide una posterior anestesia epidural.
No debe hacerse un tatuaje si padece alguna patología que lo impida, como por ejemplo que la persona cicatrice de forma queloidea, etc.
Y debemos ir bien informados sobre el tatuador y si el centro reúne las garantías sanitarias obligatorias. Elegir bien el centro y el tatuador.
Aunque las personas que deciden hacerse un tatuaje son cada vez más atrevidas (tanto en lo que respecta a las zonas como al color o al tamaño del dibujo), las partes más comunes para grabarse en la piel siguen siendo la espalda, los brazos y las piernas. Pero cada vez son más visibles y los podemos ver en lugares como el cuello. Los dibujos más comunes que la gente suele tatuarse no han variado mucho. Los más solicitados siguen siendo los tribales, retratos y también distintos alfabetos.
La gama de tatuajes suele ser muy amplia, desde el nombre de la persona amada (algo peligroso, porque los casos de amor eterno son más frecuentes en el mundo de la poesía que en el de la vida cotidiana) hasta exóticos paisajes, que muestran la inquebrantable vocación de un aventurero condenado a oficinista.
Porque, seamos claros, lo verdaderamente doloroso son los tatuajes del alma, esos cuyas huellas son indelebles. Y es que, por mucho que uno se arranque la piel a tiras para borrar el recuerdo del amor perdido, el cerebro, al menor descuido se recreará en martirizar con aquellos momentos felices.
Psicólogos y psiquiatras, que, cuando se producen estas afecciones ofician de dermatólogos del alma, suelen tenerlo tan difícil como los especialistas que tratamos la piel real. Hay que actuar con mucho cuidado con los tatuajes, que, frecuentemente, los de piel y alma comparten patología. Ya lo advertía doña Concha Piquer, con uno en el que, al referirse al tatuaje marinero, provocaba que nos doliera el alma.
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