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Llegó muy abrigado, con una prenda acolchada azul, y sin hacer ruido. Tras saludar al embajador de Ecuador en España, Cristóbal Roldán, y al exministro de Administraciones Públicas, el socialista Jordi Sevilla, sacó la mejor de las sonrisas y subió decidido las escaleras de entrada del Círculo Logroñés. Entró discreto, casi desapercibido hasta que alcanzó el ascensor que lo conduciría hasta la biblioteca, en el último piso, del centenario edificio de Duquesa de la Victoria. Un valioso y desconocido espacio, donde solo unos pocos tuvieron el privilegio de codearse con él. Entre ellos un emocionado presidente de la entidad, Luis Miguel Martínez Zaporta, que no dudó en mostrarle el orgullo que suponía recibir en la casa a un premio Nobel, algo que el novelista respondió con una cariñosa dedicatoria en el libro del honor: «Es un placer estar en esta antigua institución, que tanto ha contribuido a la cultura de La Rioja», dejó escrito Vargas Llosa, quien se sintió halagado al conocer algunos de sus predecesores: ¿También han firmado Carlos Saura y Plácido Domingo? No lo escuchó, pero también figuran las rúbricas de Alfredo Kraus, y José Mercé... Todo un descubrimiento, como la pequeña sala, donde tuvo el primer encuentro.
Entre los viejos tomos que alberga cambió impresiones con autoridades locales y representantes de la sociedad riojana, entre ellos el alcalde, Pablo Hermoso de Mendoza; el consejero de Educación, Luis Cacho; el rector de la UNIR, José María Vázquez, así como con responsables de la Multimedia LA RIOJA. El novelista se tomó su tiempo, se colocó él mismo el micrófono para su charla, revivió anécdoctas vividas estos días, habló de la pujanza de Chile y tuvo tiempo también para interesarse por la historia del Círculo Logroñés, todo bajo la amplia sonrisa de su presidente.
Era el anticipo de lo que vendría a continuación en la sala Príncipe de Vergara, donde los más de 200 invitados permanecían a la espera en estricto silencio, sólo roto por los aplausos de bienvenida cuando el escritor hizo su aparición. La fascinación por Vargas Llosa se notó enseguida. La de ayer era la oportunidad de tener cerca a un escritor admirado y autor de cabecera para muchos, a la vista del gran número de asistentes que acudieron con un libro en la mano en busca de un autógrafo.
El literato ofreció su cara más amable y conquistadora para deleite del público, que reía cada una de las historias y acontecimientos que jalonan su rica trayectoria vital y literaria, que comenzó en Perú y Bolivia, a donde se mudó de jovencito con su familia, siguió en París, para terminar por afincarse en nuestro país. Animado por las preguntas que Pedro Cateriano, expresidente del Consejo de Ministros del Perú y gran conocedor de su figura, el escritor relató pronto cómo se produjo su flechazo con la literatura: «Me di cuenta de que era como viajar en el tiempo, como si las fronteras se hubieran roto..., comprendí que gracias a los libros yo podía visitar el mundo entero», empezó el autor, cuyo rostro ampliado en la pantalla dispuesta para seguir su intervención reflejaba todavía el entusiasmo que aun le despierta su profesión.
El amor por el oficio de escribir fue el hilo conductor que empleó para hablar de sus inicios como novelista y periodista (donde lo tocó todo menos sociedad), de sus influencias literarias, de su experiencia intermitente en la política y, sobre todo, de sus años más jóvenes, los que marcaron algunos de sus títulos más conocidos. Un recorrido en el que no pudo evitar hablar de su madre y su padre, en cierta manera el responsable de su obra más conocida, al menos en las aulas de bachiller. 'La Ciudad y los Perros', vino a decir, no fue si no una venganza después de vivir una pesadilla en una escuela militar de su país, a donde le mandó su padre, con tendencia a asociar la literatura con la bohemia.
Vargas Llosa tuvo, sin embargo, palabras elogiosas hacia su madre, quien pronto supo ver la facilidad del pequeño Mario para fabular las historias más cotidianas: «Me llamaba la atención porque siempre tendía a cambiar los finales...», comentó sobre su «mamá». A sus 84 años se le vio muy cómodo ante el público, quien le siguió la hora y media de intervención sin pestañear.
El periodista Carlos Santamaría ejerció de presentador en una sala que reunió a una amplia representación del mundo empresarial, tanto del mundo del vino, de la tecnología..., y sobre todo del sector académico, entre los que se encontraba el exrector de la Universidad de Santiago de Compostela, Senén Barro; así como una amplia presencia de la UNIR, encabezada por su rector, José María Vázquez, y su presidente, Rafael Puyol. A ellos se unieron un grupo de suscriptores del larioja.com (ON+), así como varios consejeros de Diario LA RIOJA, como Ángel Arnedo, Esperanza Martínez Zaporta y Antonio Rodrigo.
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