Detalle de la obra 'Abrazo 1962' de Dorothea Tanning. Juan Carlos Hidalgo (EFE)

El surrealismo expansivo de Dorothea Tanning

El Reina Sofía reivindica el genio de una creadora múltiple, original y al margen de cualquier canon

Martes, 2 de octubre 2018, 19:04

En una carrera de casi 80 años, la estadounidense Dorothea Tanning (Illinois,1910 - Nueva York, 2012) no dejó de abrir puertas para el arte. Atravesándolas como la Alicia de Lewis Carroll hacía con los espejos, descubrió otras realidades y abrió caminos ignotos para el ... surrealismo. Con una original obra poco y mal conocida, reducida casi a una nota a pie de página en la historia del arte como la esposa de Max Ernst, el Reina Sofía le dedica ahora su primera y «necesaria» gran retrospectiva en Europa. Redescubre a una relevante, osada y múltiple artista sin la que resulta imposible comprender, por ejemplo, a Louise Bourgeois.

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En cartel hasta el 7 de enero, 'Detrás de la puerta, invisible, otra puerta' incluye 150 horas datadas entre 1930 y 1997, muchas de ellas inéditas y plagadas de sorpresas. Proceden de colecciones privadas y museos como el Pompidou de París, la Tate Modern de Londres o el Museo de Arte de Filadelfia. Hay pinturas, dibujos, figurines, collages, esculturas blandas, instalaciones, vídeos y poemas distribuidos en ocho salas. Y es que Tanning tocó muchos palos y evolucionó desde un surrealismo muy conectado con Dalí, Magritte o Delvaux hacia otro mucho más expresionista, donde la figuración, la abstracción y lo onírico conviven con naturalidad.

«Por desgracia es una artista poco o parcialmente conocida que estuvo siempre bajo la sombra de los varones, como Max Ernst», lamenta Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, que ha trabajado durante tres años en la atractiva muestra junto a Alyce Mahon, su comisaria. «Tanning nos hace ver cómo el surrealismo, el último destello de inteligencia europea, según Walter Benjamin, se desarrolla y se renueva en los años 40 del siglo pasado», apunta Borja-Villel. El museo se apunta un tanto al reivindicar la obra de Tanning con «una muestra necesaria para un artista que no entra en ningún canon», según su director.

Vivió Dorothea Tanning 102 años y nunca dejó de atravesar puertas para desentrañar otras realidades. De ahí el título de la muestra, que recorre su evolución abriendo nuevas vías como sus inquietantes esculturas blandas, sus siniestras instalaciones, que, según Borja-Villel, «nos muestran la genealogía del arte moderno». «Creía en el poder del arte para crear espacios, sensaciones e ideas más allá de lo real y lo establecido, de modo que la puerta es para Tanning una invitación a entrar en un mundo de sueños y miedos en un vértigo perpetuo en el que la puerta, visible o no, lleva a otra puerta», señala el director.

«Puedes ser mujer y ser artista, pero lo primero no se puede evitar y lo segundo es lo que eres en realidad. No existen las mujeres artistas, escribió la creadora, harta de la etiqueta de mujer artista. «Tanning cuestionó y criticó a la familia patriarcal en un tiempo en el que la imagen de la mujer se proyectaba más como madre, esposa y musa que como creadora y abrió las puertas a una generación de mujeres rebeldes que se negaban a ser lo que se esperaba de ellas y que quisieron crear su propio lenguaje», apunta la comisaria.

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Fue una artista «compleja que representa un retrato del surrealismo que se suele reducir a los hombres y a los años 30, pero que se expandió tras la guerra», según Mahon. Especialmente innovadoras son las esculturas blandas y la instalación 'Hotel du Pavot, Chambre 202' (1973). Las primeras son figuras antropomorfas que Tanning cose a máquina con materiales como la lana o la franela. Simulan cuerpos desnudos y asexuados en extrañas torsiones «con los que Tanning nos demuestra que el deseo no tiene edad ni límites». La instalación es una tétrica habitación surrealista con esculturas vivientes.

Tanning, que dibujaba figurines para los almacenes Macy's en Nueva York y jugaba al ajedrez con Marcel Duchamp y Ernst, descubrió en la primera exposición surrealista de 1925 en Manhattan «todas las posibilidades de explorar los límites del surrealismo». El viaje que resume la muestra se abre con un «delicado autorretrato» a lápiz de 1936 y termina con un potente autorretrato tardío 'Artista desnuda de pie' de 1986 que es el epítome de su evolución.

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