Sara Baras
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Sara Baras
A Sara Baras (Cádiz, 1971), la risa la envuelve, la protege, le da a su presencia un aire inconfundible de frescura y de cierta alta dosis de inocencia que no desaparece ni con los años, ni con los éxitos, ni tras haber sido madre y ... ver cómo cambiaba todo, «mis prioridades, mi día a día, mis preocupaciones...». Su risa es legendaria, como lo es esa naturalidad suya que se agradece. Una mujer normal, fuera del escenario, que cuando se sube a él se transforma en una arrebatadora fuerza armónica de la naturaleza.
Cierto: José lo cambió todo, ese niño que empezó su andadura en el mundo, en 2012, estando «precioso, súper grande, gordote, grandote y brutote, una 'lindura'». Su padre es el también bailaor José Serrano, de quien la gaditana se enamoró, en 2000, mientras compartían en escena el desgarro y la pasión de 'Juana la Loca', espectáculo en el que él daba vida a Felipe el Hermoso. Pero las cosas cambian, y del hombre que fue «mi gran ayuda, mi alegría...», la artista se separó en 2019. Vivieron juntos «sensaciones increíbles por medio mundo, la más increíble de todas ser papás». Baras se ríe con ganas cuando le recuerdo este titular suyo de hace tiempo: 'Tengo una parte de Heidi, pero trabajando soy terrible'. Es de una exigencia altísima, persigue la perfección, no deja que los aplausos la cieguen y busca hacer historia cada noche con el sudor de su frente y de todo su cuerpo, convertido en agua clara.
En el año en el que celebra el 25 aniversario de su compañía, ha estrenado con gran éxito 'Vuela', su particular homenaje a Paco de Lucia. Le espera una larga gira nacional e internacional. Pocas compañías privadas en todo el mundo gozan de la trayectoria de éxitos de la suya, y de su salud. Ella, a sus 52 años, sigue dándole cada día caña al cuerpo.
- ¿Qué necesita por encima de todo?
- Cariño y buen rollo, es lo que quiero para mí y lo que yo también procuro dar.
- Dígame dos palabras entre sus preferidas.
- Dos que tengo ya gastadas, pero que no voy a dejar de decirlas nunca: gracias y suerte. Por donde lo mires, y siendo cierto que yo soy muy luchadora y muy trabajadora, y que realmente tengo una carrera increíble, reconozco que el esfuerzo que hago es mínimo en comparación con la suerte que he tenido en la vida y con las satisfacciones que esta me da.
- ¿Qué ha sido siempre?
- Profesionalmente soy muy valiente, incluso yo diría que osada. En cada nuevo espectáculo he arriesgado, he apostado por el crecimiento artístico y no por repetir fórmulas que me funcionaban bien.
- ¿Y en lo personal?
- En lo personal soy más paradita [risas]. Sigo teniendo un carácter muy tranquilo, y lo agradezco porque, de lo contrario, entre cómo está el mundo y toda la responsabilidad que yo llevo encima con la compañía, ya me habría dado un infarto.
- ¿Recuerda cómo fue el estreno de su compañía, que ahora celebra 25 años de existencia?
- ¡Claro! Estrenamos nuestro primer espectáculo, 'Sensaciones', en 1998 en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia, que apostó por mí cuando yo empezaba mi aventura sin saber qué pasaría, ni cómo nos recibiría el público, ni cuándo nos tendríamos que volver cada uno a nuestra casa, ni nada. ¡Madre mía todo lo que lloré, antes y después del estreno! Me decía, 'madre mía, ¿quién va a venir a verme bailar en Murcia, si nadie me conoce?'. Fue muy hermoso, en Murcia cambió mi vida artística. Tras el estreno, en el camerino, entre flores y llantos, aquello parecía un tanatorio.
- ¿Qué valora mucho?
- Que, incluso en los tiempos difíciles, la alegría no se pierda.
- ¿A veces lo pasa mal?
- La verdad es que sí, porque siempre he sido muy 'sensiblota'. Soy muy consciente de que mucha gente no disfruta de mi calidad de vida, y eso me hace que quiera ser solidaria, ayudar, no quedarme de brazos cruzados. Recuerdo, por ejemplo, que con 'Mariana Pineda' trabajamos en países donde la gente no disfruta de la libertad que tenemos nosotros, y veía cómo cuando en el escenario aparecía la bandera de la libertad, el público aplaudía lo que ellos no tienen. Se me caía el mundo encima porque decía: 'Yo estoy intentando bailar bien, y estos señores están intentando ser libres'. Además, desde que nació José, que tiene mucho cariño a su alrededor y al que gracias a Dios no le falta de nada, reconozco que con el tema de los niños con problemas estoy especialmente sensible.
- Todavía no ha conocido el fracaso, ¿le da miedo que llegue?
- Claro que me da, porque veo los teatros llenos y la reacción tan buena del público y, lejos de sentirme más segura, lo que me sucede es que tengo cada vez más la sensación de que me queda mucho por aprender. No me creo ya una artista consagrada ni nada de eso. Cuando acabo una representación y la gente muestra que está feliz, me digo, 'hoy hemos tenido suerte'. Y la he tenido, sí, pero nunca me he dormido.
- ¿Usted qué defiende?
- Que en la vida hay que ir a por todas, hay que arriesgar, hay que apasionarse con lo que se hace y defender aquello en lo que cada uno cree. Yo defiendo mucho la libertad, porque el que puede vivir con libertad, realmente, tiene la mitad del camino ganado.
- ¿De qué se ve incapaz?
- Soy incapaz de matar a una mosca y de hacer daño a nadie, eso lo digo con la mano en el corazón. En ello debe influir mi carácter, que es dulce, y que soy muy familiar en todo. Y tengo la suerte de que siempre estoy muy bien acompañada de gente que no me deja levantar los pies del suelo. No es que a mí se me vaya la olla, porque no tengo tendencia a eso, pero la gente que tienes a tu alrededor es muy importante en tu equilibrio. Y yo digo que tengo dos familias: la de sangre y mi compañía. A cambio, yo por mi trabajo me sacrifico todo lo que sea necesario. Año tras año.
- ¿Y ahora cómo se encuentra?
- A día de hoy, creo que mejor que nunca. En un momento precioso en lo profesional, celebrando los 25 años de la compañía con un equipazo como el que tengo, y tranquila en la parte personal y preparada para afrontar, nada más estrenar el nuevo espectáculo, una larga gira tanto nacional como internacional. Y eso no es fácil tratándose de una compañía privada que se mantiene del público, que sigue respondiendo y confiando en nosotros.
- ¿Se le ha pasado por la cabeza parar?
- No, no, al contrario, me llama mucho la atención que siga teniendo la entrega y la ilusión de cuando empecé. Es cierto que con los años te cansas más, pero al cansancio lo vencen siempre las ganas de seguir creciendo, comunicándote con los demás a través de la danza y seguir apostando por este arte tan maravilloso.
- ¿A qué no renuncia?
- Soy honesta, soy honrada, me entrego en el trabajo al 100%, soy respetuosa con los demás y creo que soy una persona leal. Era lo que mis padres [Concha Baras y Cayetano Pereira] esperaban de mí, y estoy muy contenta de no haberles defraudado y de que se hayan sentido orgullosos de mí.
- ¿Qué decidió?
- Cuando supe que mi nombre era popular, digamos, que había mucha gente interesada en lo que Sara Baras ofrecía en el escenario, empecé a sentir la necesidad de ayudar a otras personas. He recibido muchas lecciones de vida de personas que, por ejemplo, luchan contra enfermedades raras o con una mala salud. He podido ver a lo largo de mi vida a gente muy desgraciada, con unas circunstancias muy duras...; yo soy madrina de 'Mi Princesa Rett', y serlo ha sido para mí una de las cosas más importantes que me han pasado.
- ¿De qué no se ha librado?
- De los palos grandes que la vida nos pega a todos.
- ¿Cuando llegan qué hace?
- Tengo la suerte de ser de una tierra en la que tenemos mucho sentido del humor y capacidad de estar alegres. Y doy fe de que es así [risas]. Los palos no pueden conmigo, y de hecho, creo que se nota mucho en los mensajes positivos de nuestros espectáculos.
- ¿Cómo es su día a día?
- El día que no tengo función, a las siete y media ya estoy en pie para preparar a mi hijo y llevarle al cole. Después desayuno al lado de donde entreno una hora, con un entrenador estupendo que me va fortaleciendo para que no me lesione cuando bailo; y, seguidamente, ensayo y más ensayo. Me encuentro muy fuerte, pero no me descuido. Mi vida son las actuaciones, las giras y las preparaciones de nuevos montajes, porque creando nuevos espectáculos también soy muy feliz.
- ¿Su hijo será artista?
- Pues yo creo que no [risas]. Ni el baile, ni el cante, ni tocar la guitarra le llaman mucho la atención. Ni baila, ni canta, ni toca el cajón, ni nada de nada [carcajada]. Yo lo que quiero es que sea feliz y una buena persona.
- ¿Qué tal la experiencia tras las buenas críticas de 'Vuela'?
- Desde el primer ensayo general [la dirección, el guión y la coreografía son suyas, y la música la ha compuesto Keko Baldomero] que hicimos en el Puerto de San María, ha sido todo muy mágico. Es muy especial: celebramos 25 años, es un homenaje al maestro Paco de Lucía y nos llevamos todos de maravilla.
- Ya le rindió también homenaje en 'Voces'.
- Ese espectáculo nació de un momento muy triste, su pérdida. Pero también tiene una energía muy positiva y alegre que contagia al público. Era nuestro homenaje, hecho desde el corazón, a los grandes maestros: además de a Paco, a Camarón, a Antonio Gades, a Enrique Morente, a Moraíto y a Carmen Amaya. Es curioso, pero yo sigo sintiendo que están con nosotros. Cuando falleció mi padre, al que adoraba, el dolor fue enorme, y llegas a pensar que no vas a poder superarlo...; pero aprendes con el tiempo que a los seres queridos que se nos mueren los puedes recordar de una manera en la que tengan más peso el amor y la gratitud que el dolor, el vacío que dejan. Tienes que recordarlos de una manera bonita, y si se te pone una sonrisa al hacerlo, aún mejor. Todos nos vamos a ir un día.
- Las heridas de amor...
- [Responde seria]. Se curan y se aprende de ellas. Lo que sería un desastre es que no aprendiésemos nada de ellas o que no se cerrasen.
- ¿Qué se dicen entre los miembros de su compañía?
- Que es muy fuerte lo que nos ha pasado, que llevamos 17 espectáculos con una media de 200 funciones cada uno, y con el público siempre mostrándonos su cariño y aprobación. Con algunos de ellos pensé que lo que lograba en el escenario ya no lo podría superar, y eso me daba miedo, pero creo que sigo superándome en cada nuevo proyecto. Y no soy ninguna inconsciente ni me creo una jovencita [ríe], tengo 52 años y tengo que trabajar mucho mi cuerpo para que no baje el rendimiento que yo me exijo. Se qué hay gente que se sorprende de todo lo que bailo en cada espectáculo, y tengo que decir que a veces soy yo la primera sorprendida [risas].
- Por cierto, ¿qué desayuna? Se lo pregunto por apuntarlo porque le sienta de maravilla.
- Cuando voy al Narigoni [en el Puerto de Santa María], una chica me hace un café con leche súper bueno, y una tostada de cereales que a veces me como con pavo, aguacate y tomate, y otras, también le digo, con mantequilla y mermelada [ríe].
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