Fernando Pessoa retratado por José de Almada Negreiros. R. C.

Subastada por 41.000 euros la cómoda en la que escribía Fernando Pessoa

El mueble era la pieza estelar de la herencia de Luiz Miguel Rosa, sobrino del universal escritor y poeta portugués

Viernes, 8 de mayo 2020, 20:13

La cómoda en la que escribía Fernando Pessoa (1888-1935), el proteico y universal poeta y escritor portugués, se adjudicó por 41.000 euros en una subasta celebrada en Lisboa.

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La cómoda era la pieza más valiosa de las pertenencias de Luiz Miguel Rosa, sobrino del escritor, fallecido el año pasado y dueño de una herencia que también incluía material de oficina, gafas y otros objetos de uso cotidiano del poeta.

Todos se pusieron a la venta en una subasta que se había aplazado en varias ocasiones debido al estado de alarma decretado por el coronavirus, y que se celebró finalmente el pasado miércoles en el Palacio del Correio Velho de la capital portuguesa.

En la misma sesión se pujó por varios lotes de libros que pertenecieron al autor del 'Libro del desasosiego', algunos de los cuales fueron adquiridos por la Casa Museo de Fernando Pessoa, un edificio dedicado a la memoria del escritor y a su legado situado en el lisboeta barrio de Campo de Ourique.

La cómoda era una pieza de enorme valor simbólico del escritor que se desdobló en muchos otros. Hasta 136 identidades literarias contrastadas se pueden rastrear de este infatigable fingidor. Unos heterónimos que escribieron en el mismo mueble. El esotérico Álvaro de Campos, el filosófico Alberto Caeiro y el perfeccionista y amante de los clásicos Ricado Reis son los fundamentales de un Pessoa disociado en un sinfín de identidades, muchas de ellas con biografía, caligrafía, firma y carta astral propia.

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Figura crucial de las letras universales, Pessoa solo publicó en vida un libro, 'Messagem'. Su obra fundamental, 'El libro del desasosiego', apareció en 1982, casi medio siglo después de su muerte. En su peregrinaje por la veintena de cuartos y casas lisboetas en las que malvivió, Pessoa cargó siempre con un aparatoso arcón de madera. A su muerte, con 47 años y víctima de una pancreatitis, el baúl del poeta, dipsómano solitario, depresivo y ocultista, contenía más de 27.000 papeles, quizá la mitad de su obra. Su legado sigue ofreciendo sorpresas.

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