Amanda Ríos, en una calle de Madrid. vico vang

Las siete vidas de una actriz disfrutona

La semana de Amanda Ríos ·

Rostro familiar de Telecinco, esta malagueña espanta todo los males bailando. Desconoce lo que es el pánico escénico. Se desfoga con el monopatín y cuando puede hace pícnic en el Retiro de Madrid

Domingo, 15 de mayo 2022, 00:26

La culpa de que Amanda Ríos sea actriz la tiene la serie '7 vidas'. Aunque ya de pequeña le atraían las tablas, las inolvidables andanzas de Amparo Baró, Blanca Portillo y Gonzalo Castro le descubrieron que ella quería hacer lo mismo. Ya ha dado un ... paso importante al intentar emular a esos gigantes de la escena. Todos los lunes por la noche, esta malagueña de 35 años tiene una cita con los espectadores en Telecinco, donde da vida a una agente del Grupo 2 de Desaparecidos de la Brigada Central. Encarna a Azhar, la policía que está a las órdenes de Juan Echanove en 'Desaparecidos', una producción de Mediaset y Amazon Prime. Ríos, enemiga de las rutinas, ama el teatro, conjuga el verbo disfrutar a la perfección y emplea el baile como catarsis. Antes se le desbocaba el corazón cuando se enfrentaba al público, pero de eso ya hace tiempo. Su único mal es una desmedida autoexigencia.

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Lunes

8.30 horas. Me tomo un café y unas tostadas, sin prisas. Poner la cafetera y sentarme tranquila es de las mejores cosas que me pueden pasar en el día, es un momento muy placentero. Es entonces cuando empiezo a leer textos, guiones y propuestas de trabajo. Mientras desayuno desenchufo la tele y así puedo repasar el periódico, aunque a veces, tal y como están las cosas, las noticias me bajan mucho el ánimo.

12.00 horas. Hace un año y pico me enseñaron a manejar el surfskate, una especie de monopatín con el que se practica el balanceo del surf. De hecho, estaba pensado para ejercitar el cuerpo cuando no se podía practicar ese deporte en el mar. Voy al Retiro con mi amiga, donde entrenamos unas dos horas, y luego nos montamos un pícnic. Me encanta porque así socializo, me pongo al día y hago ejercicio.

19.30 horas. Me fascina ver teatro e interpretarlo, aunque hace tres años que no participo en ningún montaje. Además, yo misma me sorprendo porque he perdido el pánico escénico, esa especie de liberación de adrenalina antes de salir a escena la he perdido. Ya no siento esos nervios en los que de repente parecía que el corazón se me salía por la boca. Quizá con los años se va aplicando ese miedo.

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Martes

15.00 horas. Con la cocina tengo una relación de amor-odio. Es genial cuando se dispone de tiempo, pero cuando se está trabajando ir al supermercado a hacer la compra es un rollo.

17.00 horas. Ahora que no estoy trabajando hago prácticas en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid, la ECAM. Colaboro como actriz con los alumnos que hacen ejercicios de dirección. En este momento estoy estudiando movimiento expresivo y además voy a clases de inglés.

18.00 horas. Un día perfecto consistiría en el poder a salir a las doce de casa, disfrutar de un sol maravilloso, dar un paseo y sentarme en una terraza con amigos a tomar una cerveza. Lo reconozco, me gusta ir de bares.

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19.00 horas. Mi peor problema es la autoexigencia, lo cual es agotador. He tratado de ir calmándome, pensar en que lo importante es disfrutar de las cosas. Me digo: «pásatelo mejor, juega», pero siempre acabo poniéndome el listón muy alto.

Miércoles

11.00 horas. Si hay que actuar, mejor no sufrir. Ya me exijo yo misma bastante como para meterme más presión. Todos los profesores que he tenido siempre han tratado de apelar al juego y a la memoria emocional. Me he formado en muchos sitios, he trabajado tanto el cuerpo como las vivencias internas, y me quedo con todo. He procurado ir a cuantas más clases mejor, hacer canto, danza, esgrima… No hay que quedarse solo con una escuela. Es más enriquecedor integrarlas todas.

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13.00 horas. Soy un poco coqueta, intento cuidarme. Hago mis sentadillas y abdominales para dar flexibilidad al cuerpo. Y es que en el momento menos pensado puede surgir un 'casting'.

19.00 horas. Adoro a Silvia Pérez Cruz, pero soy muy cambiante. Paso sin transición de Pérez Cruz a David Guetta, a quien me pongo para hacer deporte.

23.00 horas. A raíz de la cuarentena me han cambiado los biorritmos. Desde que estudiaba en la Escuela de Arte Dramático hacía muchas cosas de noche, dormía tarde y veía una peli de madrugada. Pero ahora disfruto enormemente con las mañanas, y por eso me levanto y me voy a la cama antes. Me he dado cuenta de me viene bien dormir ocho horas. He trabajado mucho en bares, pubs, discotecas y restaurantes para pagar el alquiler, como hacen tantos actores, pero ya no me apetece tanto trasnochar.

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Jueves

18.00 horas. Durante el confinamiento me dediqué a pintar a saco. Luego por desgracia no lo he vuelvo a retomar. Para desconectar bailo, me muevo y hago lo que me dé la gana, es verdaderamente sanador.

19.00 horas. Con cinco años, cuando era muy pequeñita, daba clases de teatro. Luego lo dejé y fue a partir de ver la serie '7 vidas' cuando quise ser actriz. Aquello que veía me encantaba, quería hacer lo mismo. Con el tiempo, al leer a Tennessee Williams, Lorca Strindberg…, me volví loca, era maravilloso.

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22.00 horas. No veo nada la televisión. Eso sí, soy muy fiel a las plataformas. Como me falta tiempo para hacer cosas, me resulta más cómodo ver en casa una serie o una peli, aunque sea por trocitos. Antes, cuando aprendía el oficio, me fijaba mucho en cómo lo hacían los demás actores en una película, cosa que ya no me ocurre. Me meto en enseguida en el argumento, prescindo de observar el trabajo actoral y lo paso muy bien.

Viernes

15.30 horas. Intento estar tranquila y olvidarme de que suene el teléfono y me presenten una oferta de trabajo, porque a la larga se vuelve angustioso y genera ansiedad. Procuro confiar; a veces invertimos mucha energía en el trabajo y hay más cosas en la vida. Incluso, en un momento dado, ¿por qué no apostar por un proyecto propio?

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20.30 horas. Mi afán es conseguir tiempo de calidad. El pasado fin de semana quería ir a Málaga ver a mi familia y al final descarté hacerlo porque debía andar deprisa y corriendo. Preferí aplazarlo, ya visitaré a mi gente sin agobios cuando tenga una buena oportunidad.

23.55 horas. Llevo tal trajín acumulado a lo largo del día que cuando llega la hora de irme a la cama no tengo ningún problema en conciliar el sueño.

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