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Lorena Pérez nació en Santa Cruz de la Palma en 1982. Su infancia y juventud transcurrió en la isla. Ha jugado en las faldas del volcán Cumbre Vieja, al que asistió en alguna ocasión de excursión. Sus recuerdos de la isla son parte de ella, pero estos días se ahogan en emociones en Santo Domingo de la Calzada, a donde llegó con 19 años y desde donde asiste horrorizada al avance de la lengua de lava que destruye todo a su paso, sin que nadie pueda hacer nada. Su hermana vive en El Paso y desde sus ventanas divisa el volcán. «No ha sido evacuada y en principio está fuera de riesgo, aunque es impredecible todo. Hay mucha presión y puede ser que haya una fisura por el mismo sitio o que se abra por otro lado», dice. Nadie lo sabe. Lo único que se puede hacer, y es bien poco puesto que el deseo tampoco frena la lava, es confiar en que la situación no se complique.
Lorena afirma que nadie en la zona afectada supo con antelación que iba a suceder lo que ahora está pasando. «De haberlo sabido, hubieran hecho maletas y no se hubiesen ido con lo puesto», dice, negando la mayor a quienes afirman lo contrario. «Mentira», indica rotunda. «Sabemos que es una isla volcánica, como muchas, pero si los vulcanólogos o geólogos sabían que el volcán iba a entrar en erupción, desde luego a la población no se lo trasladaron», señala, antes de abundar en que la expulsión de lava cogió a todos fuera de juego, incluidos los expertos. «El día anterior, un vulcanólogo dijo que había una probabilidad de uno entre un millón que esto ocurriera», recuerda. El caso es que esa única probabilidad fue lo que finalmente ocurrió, algo que a Lorena ha tenido estos días pegada a los medios de comunicación y en un duermevela, siguiendo «con mucha preocupación» la evolución de los magmáticos acontecimientos.
«Al principio es una cosa emocionante, histórica... Pero claro, eso es solo el minuto uno. Cuando luego ves que empieza a sepultar casas, se lleva cultivos, ganados, colegios, que arruina la vida de tantas personas, todo cambia. Es un drama», lamenta.
Así, la palmera, entre vuelta y vuelta en el insomnio que asola sus noches pensó que no podía quedarse solo en lamentaciones, que tenía que hacer algo. «Me pongo en el lugar de esa gente, que lo ha perdido todo, y no puedo quedarme quieta», dice.
Así ha surgido la iniciativa solidaria que se celebrará el sábado 2 de octubre, en la plaza de La Alameda de la ciudad calceatense: una recolecta de dinero, cuentos y libros infantiles, juguetes nuevos o seminuevos y material escolar. Todo ello se enviará a los alumnos de un colegio que ha sido sepultado por la lava, el Ceip Los Campitos, con cuya directora ya ha contactado para articular la ayuda. La promotora de la iniciativa se reunió ayer con representantes del Ayuntamiento calceatense y estos le trasladaron, según informó ella ayer, su compromiso de financiar el envío del material que se logre reunir.
La oleada de ayuda ya se ha puesto en marcha. Lorena explica que la empresa Ultracongelados del Oja también ha emprendido, a nivel interno, una recogida de ropa con el mismo destino. «Si alguien quiere colaborar me tiene que dar a mí la ropa», informa la palmera. Particulares, empresas, comercios, Ampa, etc. empiezan a ofrecer su apoyo. La solidaridad es ya, como la lava, algo imparable.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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