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'Roma soy yo' recrea los primeros 23 años de Julio César. En las sucesivas novelas de esta saga histórica de Santiago Posteguillo reviviremos su ascenso político, la guerra de las Galias, la Guerra Civil, Cleopatra... y, finalmente, su asesinato.
Será una carrera de fondo y el mayor desafío para este autor valenciano y Premio Planeta 2018, que se maneja con soltura en la antigua Roma de la mano de personajes que cambiaron la historia. Tras Escipión, Trajano y Julia Domna, ahora se codea con el más grande, con Julio César. A él se referirá en su paso por el Aula de Cultura LA RIOJA-UNIR, hoy a las 19.30 horas en el Centro Ibercaja de Portales.
– Con 'Roma soy yo' arranca un ambicioso proyecto que ha demorado hasta ahora porque, como dice, no quiere justificar a Julio César sino comprenderlo. ¿Ha llegado a comprender bien a este personaje tan complejo?
– Creo que sí, que tengo una comprensión bastante completa de qué es lo que le mueve, lo que desea hacer y por qué decide hacerlo utilizando los métodos que llega a emplear. Y todo eso lo he podido conseguir después de escribir las novelas de Escipión, que me explican de dónde viene el personaje, y las de Trajano y Julia Domna, que me hacen ver cómo cualquier gobernante romano después de Julio César se mira en él como en un espejo. De esta forma he podido entender el antes y el después de Julio César.
LA LITERATURA
– ¿Por qué decidió arrancar este libro novelando un hecho no muy conocido, como es el juicio de Julio César contra Dolabela?
– Porque quiero mostrar aspectos desconocidos de un personaje del que aparentemente lo sabemos todo o mucho, y que además son absolutamente claves en su vida. Ese juicio es el momento en el que Julio César se da a conocer por primera vez ante el pueblo de Roma ejerciendo de fiscal contra un senador tremendamente corrupto; se da a conocer en sus ideales, su oratoria y en su valentía, porque enfrentarse con Dolabela era jugarse la vida.
LA HISTORIA
– En la novela desfilan personas clave en la juventud de Julio César. Ahí están Aurelia (la madre), Cayo Mario (tío y referente), Cornelia (primera esposa), su amigo Labieno... Si con este reparto ya es una novela emocionante, cuando entre en escena gente como Pompeyo o Cleopatra...
– Uno puede pensar que una saga empieza fuerte y el resto de entregas son continuaciones, pero aquí ocurre a la inversa. A medida que avancemos va a aumentar la tensión dramática y la calidad de los personajes. En la segunda novela aparecen Pompeyo, Cicerón, Espartaco... y en la siguientes, Cleopatra, Marco Antonio, Augusto... Cada nuevo secundario daría para una saga.
– Más que las hazañas de Julio César, el gran atractivo de esta obra es su transformación y evolución a medida que toca poder.
– Es lo que en gran medida quiero mostrar. En esta serie voy a ir siempre detrás del ser humano oculto tras la figura histórica. Aquí tenemos un César joven, muy impulsivo y cargado de ideales. Pero cuando eres un personaje destinado a cambiar la historia, el cómo modules tus reacciones e ideales va a influir en la historia, y eso me parece apasionante de mostrar.
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– Esa evolución de Julio César parece determinada más por sus enemigos que por los amigos.
– Bueno... en las relaciones con los amigos también hay una serie de evoluciones muy shakespearianas. Con César se dan grandes amistades, grandes reconciliaciones y grandes traiciones. Un ejemplo es Bruto, a quien tratará como un hijo y acabará siendo uno de sus asesinos. Lo que está claro es que Julio César podrá gustar o no, pero nunca genera indiferencia.
– Durante la escritura de sus novelas históricas, ¿cómo es su cara a cara con los protagonistas?
– Para empezar a escribir no busco una época, un momento o un tema; busco un personaje. Necesito enamorarme apasionadamente del personaje con el que voy a pasar desde 4 a 12 años, dependiendo del proyecto. Necesito estar con alguien que haya hecho algo admirable y de quien podamos aprender, tanto de sus aciertos como de sus errores.
– ¿Qué otros sentimientos le suscita Julio César?
– Sorpresa y compasión. Sorpresa porque con él muchísimas cosas son por primera vez en la Historia. Por primera vez un fiscal tan joven se atreve con un senador tan poderoso; es el único que gana siempre cuando hay elecciones populares; el primero en hacer un discurso fúnebre sobre una mujer joven (su esposa)... Y compasión porque tras ese aparentemente todopoderoso Julio César hay grandes tragedias personales y, pese a ello, sigue adelante.
– ¿En qué se hace más evidente nuestra conexión con la antigua Roma?
– En todo lo que es nuestro ámbito político, judicial y cultural. Hablamos un idioma que es una evolución del latín y nuestro Derecho es una evolución del Derecho romano, pero fíjate, yo aquí hablo de un joven fiscal que lucha contra un senador corrupto y de cómo antes hubo un dictador (Sila) que cambió las leyes para que los senadores solo pudieran ser juzgado por un tribunal compuesto por senadores, es decir, poca independencia judicial. Y luego hay un momento en el que Cayo Mario cuenta el desastre de una pandemia que hubo en Atenas y que prácticamente llegó a la destrucción de la ciudad cuando estaba en guerra contra Esparta, y explica cómo los políticos, en lugar de resolver los problemas de esa pandemia, a la muerte de Pericles se enzarzan en luchas internas. En fin, son cosas del pasado pero quizá estirando encontremos alguna conexión con el presente.
– No hace falta estirar mucho.
– Es que es todo lo que ocurre en el mundo grecolatino, que como es la base de nuestra civilización es como vernos en un espejo. Muchas cosas que nos están pasando ya han pasado y deberían servir para encontrar las mejores soluciones para el presente.
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