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Francisco Salzillo (1707-1783) es a la talla lo que Velázquez a la pintura. Así que descubrir una pieza del genial imaginero murciano es todo un acontecimiento. Y eso es lo que ha ocurrido en la parroquia de San Sebastián, en la villa segoviana de ... Villacastín. Sabían que su San Francisco era de excepcional calidad, pero no que era obra de Salzillo, como ha revelado la restauración de la pieza.
Fue la restauradora Clara Delgado quien descubrió la firma del Salzillo cuando trabajaba con la imagen en su taller. Bajo el pie izquierdo y oculta por centenarias capas de polvo y sedimentos emergieron «la firma y una fecha dañadas pero reconocibles: Francisco Salzillo, año de 1763».
«Sabíamos que era bastante buena, pero no suponíamos que tendría este calibre», dijo Delgado al presentar su trabajo, según informa la Diócesis de Segovia. Comenzó a trabajar con la talla a finales de 2021 por encargo de Juan García Gorgojo, párroco de Villacastín, y con apoyo de sus feligreses.
La imagen llegó a la iglesia desde un desaparecido convento de Franciscanos tras la Desamortización de Mendizábal en 1836 y se colocó en un pequeño retablo en la nave del Evangelio. El experto José Miguel Sánchez Peña ya sugirió en 1986 la autoría confirmada ahora por la restauración. «Nosotros no sabíamos nada, pero recuerdo que cuando la vi pensé: «¡Qué talla más bonita!», exclama el párroco.
Delgado llevó a cabo una primera limpieza del polvo superficial «y fue cuando apareció el tesoro», explica la restauradora. Tras hallar la firma y la data, procedió al sellado de las grietas. Cree que la madera «no estaba preparada para la humedad» de la localidad serrana, y que el polvo que se introdujo en las grietas «perjudicó su conservación». El Cristo que el santo lleva en la mano es la parte más castigada, al quedar unido a la mano por un vástago.
Estabilizada la talla, la restauradora procedió a estucarla para reintegrarle su color original. «Para la firma el proceso ha sido el de restauración cromática, puesto que no se puede reproducir la del escultor murciano», indican desde la diócesis segoviana.
Delgado destaca «curiosidades» de la pieza como «unos ojos de cristal como si fueran una bombilla»; su rocalla, «hecha de roñas -corteza de los pinos- pegadas, enteladas y policromadas», y el cinturón del santo, «incrustado con un clavo» que no se puede quitar. Detalles todos que confirman que es «una joya».
Hijo de también escultor e imaginero Nicolás Salzillo, Francisco está considerado como el mejor imaginero del Barroco y dedicó casi toda su labor artística a la temática religiosa, transmitiendo con su estilo los cambios de la época.
De su padre heredó el influjo de los escultores italianos, franceses y españoles y una característica disposición de las manos en algunas de sus tallas como rasgo significativo de su trabajo. Murcia tiene un museo dedicado a este genio con estilo propio, que creó escuela y en cuya producción destaca también un Belén.
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