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El pasado día 4 subí a Valvanera a ver a la Virgen. No lo hice solo, sino acompañado por dos colegas estupendos, los dos que conforman el equipo parroquial de Santiago el Real de Logroño. En pocas palabras, una jornada genial.
Yo he estado muchas ... veces en el monasterio. Solo, con mi familia, con el obispo, con amigos, con chavales, con curas, con gente de las parroquias. Muchas de las romerías en las que he participado han tenido ese ambiente popular, ruidoso, simpático, en el que se mezclan los cantos, los bailes, los rezos, las poesías, los brindis, todo un totum revolutum extrovertido y alegre a más no poder. ¡Qué encuentros tan inolvidables hemos vivido muchos riojanos en la tradicional romería diocesana a Valvanera! El año pasado fue suspendida en cumplimiento de las medidas preventivas por el COVID-19. No obstante, tuvo lugar una eucaristía en honor de la Virgen en la iglesia del monasterio. Participaron el obispo, la comunidad de monjes, los caballeros de Valvanera y una representación de sacerdotes y fieles. El resto nos unimos a esa celebración desde las parroquias y capillas, en las que rezamos por las personas fallecidas, por los enfermos de la pandemia, por sus familiares, por los sanitarios, los voluntarios y los agentes de seguridad que tanto se volcaron en favor de los demás.
Pero a lo que iba. El pasado día 4 nuestra romería fue familiar y sencilla. Tres amigos sacerdotes que suben a ver a la Virgen. Nos lo pasamos sencillamente genial. Hizo un día estupendo: buen sol y buena temperatura. Para mí, confinado primero por el cáncer y posteriormente por la pandemia, salir de Logroño me supuso una inyección de optimismo y de alegría. Subir la cuesta de La Grajera y poco después el repecho de san Antón trajo a mi memoria los ratos imborrables que he disfrutado en mis excursiones en bicicleta. Todo eso se acabó: lo añoro, doy gracias a Dios por lo vivido, y a otra cosa mariposa. Saludé a la Virgen del Carmen en el empalme de Arenzana de Abajo, también a la Virgen del Tajo, patrona de Camprovín, de donde era mi madre, y que se puede ver desde todo el valle del Najerilla. Y no les quiero contar la emoción que sentí al ver mi pueblo, Matute, después de tantos años, con la silueta majestuosa, al fondo, de la Peña de Tobía. En una majada a la izquierda está el cementerio en el que descansan mis padres y por los que recé en la distancia.
Ya perdonarán estas confidencias de amigo. Las traigo a colación porque tengo la seguridad de que muchos de mis lectores, mayores y no tan mayores, habrán sentido o sentirán unas sensaciones parecidas por los sinsabores que el confinamiento ha traído consigo a muchas familias riojanas.
Avistamos el monasterio desde la Cruz Blanca. Me emocioné. La llamé desde lo más profundo de mi corazón 'Serranilla graciosa', 'Sol de La Rioja', y le pedí que nos mirara a los dos curas que me acompañaban y a mí, y a todos los riojanos «con tierna predilección».
Ya en el monasterio acudimos a la iglesia como primera providencia. Limpia, reluciente, muy bien iluminada. Una música de fondo ayudaba al silencio y a la oración. Rezamos un rosario pausado, vibrante, en el que –siguiendo el querer del papa Francisco– pedimos a la Señora que cesara de una vez por todas esta pandemia. Le «urgimos» a la Virgen que, al igual que en las bodas de Caná, donde advirtió a su Hijo que no tenían vino, apresure con sus ruegos el «que pase cuanto antes esta calamidad y que vuelva pronto la normalidad, la alegría y la fiesta».
También le dimos gracias a la Señora por nuestra familias riojanas abiertas a la vida, por querer a cada uno de sus miembros como son y cuidar a cada uno desde antes de nacer hasta su muerte natural. También dimos gracias a la Virgen por nuestros sacerdotes y los miembros de la Vida Consagrada masculina y femenina.
Para terminar, no olvidamos en nuestra plegaria a los políticos de nuestra región de todo signo y pelaje, a los que mueven la economía y la opinión pública y, de manera singular, pusimos en el regazo de la Virgen a todos aquellos de los que no se acuerda nadie.
Una romería para repetir.
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