Hay que reconocer que el planteamiento de E. L. Petschinka es interesante: Romeo y Julieta no murieron, despiertan 50 años después y vuelven a vivir una tormentosa historia de amor, ahora ya no como adolescentes sino como adultos. El argumento recuerda a la novela 'La ... luz prodigiosa' de Fernando Marías, en la que se propone que Lorca no murió asesinado en 1936, una especie de distopía en la que, sin salir de la cripta en la que permanecen los cuerpos de los amantes de Verona, el devenir de la historia más les hace parecer los amantes de Teruel.
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El actor principal, José Luis Gómez, es sustituido desde hace semanas por Roberto Mori debido a un «un dolor dorsolumbar muy intenso, consecuencia de una fractura aguda de vértebra». Esto es accidental, desde luego, pero no que Ana Belén, en su papel de Julieta resucitada con unos 63 años, cuando realmente tiene 71, sea más mayor que sus progenitores en la obra, José Luis Torrijo (56) e Irene Rouco. Y no es una cuestión del juego de la ficción porque hay caracterización en el papel de Julieta y también, como una anciana, en el de Ama.
Además, al inicio y a media representación se escenifican unos enredos propios de comedia, de revista, escenificando una falsa irrupción de la función que rebaja el tono solemne de la tragedia de Shakespeare. Y es que por dos veces, curiosamente, desaparece el actor principal. Todo esto es rocambolesco y disparatado, impropio del drama original del siglo XVI. Y hasta tal punto resultó confuso que, en la escena final, cuando Julieta comparte el veneno con Romeo, una espectadora, a saber por qué, la jaleó sonoramente: «¡Eso, eso!».
Sí que, por otra parte, la pieza contiene una buena alegoría de la pérdida del tiempo, de la infelicidad, de los matrimonios que se mantienen unidos cuando ya nada les une, sin amor, unos al lado de otros sin sentido, como esos amantes antaño locos uno por el otro, y que han permanecido medio siglo inertes, sin tocarse, a pesar de yacer a un escaso metro de distancia. Curiosa paradoja esa.
La nueva historia de Romeo y Julieta plantea su resurrección y la circunstancia de que los amantes inseparables no se reconozcan ya mayores, incluso que se rechacen al mirarse al espejo en una especie de revisión de Dorian Gray. Son buenos ingredientes dramatúrgicos, pero la ejecución de la obra hace que lo que debería ser un drama sea una tragicomedia, a la que se suma una espartana decoración, con el escenario desnudo, apenas solo dos tumbas y una estructura de iluminación que más parece la de una discoteca. Eso sí, hay música en directo (violonchelo, guitarra y percusión) pero, la verdad, luce poco.
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