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Emilio el Río vuelve a la escena literaria con una de romanos. Tras protagonizar uno de los éxitos editoriales del año pasado ('Latín lovers'), el exconsejero y filólogo riojano publica nuevo libro y lo hace en el mismo tono desenfadado y con infinidad de ... anécdotas que confirman que no hay nada más actual que el mundo clásico. A lo largo de sus 224 páginas, el actual director de Bibliotecas y Museos de Madrid y Premio Forqué, desvela algunos de los inventos que creíamos nuestros, pero que en realidad fueron ideados ya en la antigua Roma: el paso de cebra, el gesto de poner los cuernos, ir de vinos o, incluso, el matrimonio homosexual. Son solo algunos ejemplos. Para abrir boca, Diario LA RIOJA publicará mañana el primer capítulo de 'Calamares a la Romana' (Espasa), un aperitivo del nuevo libro de Emilio del Río que se pondrá a la venta tras el estado de alarma.
-En la portada del libro ya lo dice claro: «Somos romanos aunque no nos demos cuenta»
Claro, porque vemos el mundo, las relaciones sociales, igual que los romanos. No se trata de crear un club de fans del mundo romano, sino de establecer un diálogo con ellos para conocernos mejor a nosotros mismos y entender mejor el mundo que nos rodea. Eso nos hace tener más sentido crítico y, por tanto, ser más libres. Casi nada. El libro lo he estructurado a partir de capítulos cortos, que pueden leerse de forma aleatoria. Solo el último, 'En la cuerda floja', hay que leerlo al final. Lo escribí antes del coronavirus, pero puede parecer escrito después porque digo que hay que aprovechar la vida. Nos pensamos que vivimos en un mundo de seguridades, pero estamos siempre en la cuerda floja.
-El libro está escrito en clave de humor y hace continuas referencias a las canciones de la movida madrileña, ¿qué tiene que ver con el mundo romano?
-El libro está escrito en clave de humor y también pretende sorprender. Está interpretado desde «la rabiosa actualidad», desde el cine, y desde las canciones de la 'movida madrileña' que viví cuando llegué en los años ochenta a estudiar a Madrid, esa ciudad de la que me enamoré. No hay nada más moderno que el mundo romano, como lo demuestra que se pueda contar la vida cotidiana de la Roma clásica con los títulos de las canciones de la movida. (Enamorado de la moda juvenil, En tu fiesta me colé, Al calor del amor en un bar, Hoy no me puedo levantar…).
-Nos vuelve a sorprender con infinidad de anécdotas. Nos descubre, por ejemplo, que ya en la antigua Roma se usaban pasos de cebra.
Sí, no hay más que ir a Pompeya. Hay pasos de cebra elevados para cruzar las calles. Ese capítulo se titula con un paso de cebra que es un icono del siglo XX: Abbey Road, la foto del disco de The Beatles. Julio César fundó Londinum (Londres) y ahí puso un paso de cebra.
-Y aprobaron una ley para limitar el precio del alquiler…
-Así es. El precio del alquiler en Roma era una locura, como ahora en las grandes ciudades. Allí era porque la ciudad crecía a lo alto, para no salirse de los límites de las murallas, vivían en manzanas de pisos de siete alturas (de ahí viene nuestro urbanismo), y como la gente quería vivir en el centro, los alquileres estaban por las nubes. También prohibían el tránsito de vehículos por el centro. Tenían lo que ahora llamamos un Madrid central. No por la contaminación, sino para evitar el ruido de los carros y permitir el tránsito de los peatones. Nos ha costado varios siglos recuperar el centro de las ciudades para los ciudadanos frente a los vehículos (ahora con motor). Solo podían circular de día los vehículos de la construcción, un sector fundamental.
-¿Y cuándo se abastecía de alimentos a una ciudad de un millón de habitantes como la Roma clásica?
Por la noche. Por eso se quejaban los que vivían en las calles principales de que no podían dormir, por el ruido y por los gritos de los distribuidores.
-¿Es cieerto que el gesto de la peineta nos viene de los romanos...?
-Y el de los cuernos. Insultamos como ellos. Hay un hilo invisible que nos conecta con el mundo romano en el gesto que hacemos con el corazón, que se alza en el puño cerrado para expresar, literalmente, a los posesos del claxon por las calles, 'que te den'. El chiquiteo también se lo debemos a los romanos. Cuando decimos «tomamos unos chatos» estamos usando la misma palabra que ellos 'chiatus', un pequeño vaso de vino. Les encantaba ir de vinos, antes de comer y por la noche. En Pompeya se han conservado, por ejemplo, dos calles enteras llenas de bares, vamos como nuestro Laurel. Tenían pasión por el vino y por tomarlo en la calle con los amigos. ¡Y con unas tapas!
-¿Y en qué más somos romanos sin ser conscientes cuenta?
-Pues que ellos también se escapaban a la playa siempre que podían. Había literalmente atascos al salir de Roma cuando salían en vacaciones hacia Nápoles. Como nosotros ahora.
Vamos, que tenemos la misma forma de vivir la vida.
-Bueno, es curioso que a los romanos no les gustaban las arrugas . Las ciudades estaban llenas de tintorerías donde lavaban, tintaban y planchaban la ropa. Iban con ropas de muchos colores, aunque nos los imaginemos a todos vestidos de blanco inmaculado, pero de eso nada, sus vestidos eran de muchos colores y muy bien planchado todo. Hasta Adolfo Domínguez la arruga no fue bella, je, je.
-En 'Calamares a la romana' no esquiva ningún tema, tampoco el sexo.
-En 'Calamares a la romana' no me interesan las grandes fechas ni los nombres de los emperadores ni sus batallas, sino cómo veían la vida en su día a día. El sexo es una de las cosas que dan sentido a la vida, cómo no tratarlo en un libro sobre la vida cotidiana. Como dice Woody Allen «el sexo alivia las tensiones, mientras que el amor las causa».
-En el capítulo 'A quién le importa' habla sin tapujos sobre la homosexualidad. ¿Era una práctica muy extendida?. Y hace revelaciones sorprendentes y picantes sobre algunos de los personajes más míticos.
-Era una práctica que veían con toda normalidad. Nos ha costado otros 2.000 años recuperar esa normalidad. La relación de nuestra cultura con el sexo es muy púdica, por el cristianismo. Los clásicos lo veían con absoluta normalidad.
-Nos creíamos unos modernos, pero en el mundo clásico la homosexualidad no se consideraba contra natura.
-Eso lo cuento en el libro. No hay nada más moderno que el mundo clásico. De hecho la modernidad es volver a los clásicos grecolatinos. La Edad Media, que fue terrible, un retroceso brutal en todo, algo así como un confinamiento de siglos, se produjo por el abandono de los clásicos. Tomemos nota.
-Tampoco el matrimonio gay fue un invento nuestro.
-Los romanos no tenían que ir a ningún registro para dejar constancia de que se casaban, ni necesitaban un cura. El matrimonio era una ceremonia ante sus familiares y amigos, y tenía validez legal. Todavía no somos tan modernos como para eso. Por supuestísimo, el matrimonio entre personas del mismo sexo era legal.
-¿Y cuál es su visión personal sobre este tema?
-La digo en el libro. Hago mío el título de la canción de Alaska y Dinarama 'A quién le importa', porque, ¿a quién le importa el sexo de la persona con que se acuesta cada uno o se casa? Desde que cayó el mundo romano pasaron 1.500 años hasta que Gloria Gaynor cantó la imprescindible «I Am What I am» en 1983 y Alaska y Dinarama en 1986. El título del disco en el que estaba esa canción era 'No es pecado'. Pues eso. Esa canción no es sino volver a la actitud de normalidad y de libertad que tenía el mundo clásico hacia la homosexualidad.
-Hay también historias de transexualidad
-En la mitología, claro, no había operaciones de cambio de sexo. Ifis es un mito que nos cuenta el poeta Ovidio en su maravillosa obra 'Las Metamorfosis', que es un cambio de sexo.Otro mito es Tiresias, un famoso adivino, doblemente transexual.
-¿Cuándo estará en las librerías 'Calamares a la romana'?
-Espasa ha decidido, con buen criterio, que estará a la venta cuando salgamos del confinamiento y se abran las librerías. El libro se iba a presentar a comienzos de abril. Se podría haber puesto a la venta pero habría sido una faena para muchas librerías que no venden por internet. Las librerías son el alma de las ciudades, y perderse entre sus estanterías uno de los secretos de la felicidad. Estoy seguro de que con 'Calamares a la romana' se van a divertir, van a aprender y van a ser muy felices.
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