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Prueba superada. El MUWI ha refrescado el verano demostrando que se puede organizar y sacar adelante un festival con seguridad, si bien es cierto que con una normativa demasiado restrictiva, sobre todo en comparación con otros ámbitos. En la segunda y última jornada el rock fue protagonista. Después de un primer día con diferentes estilos, el rock con distintas variantes sonó en el patio de Bodegas Franco Españolas. Y lo hizo sumando apenas siete músicos en tres conciertos. Las formaciones se redujeron a la máxima expresión, si bien no mermó la calidad. Hay grandes bandas que suenan como diablos siendo tríos e, incluso, dúos. Otras curiosidades de la jornada es que ninguno de los tres grupos utilizó el bajo y que en los tres directos cantó el batería.
Arizona Baby era el cabeza de cartel del segundo día del MUWI, pero no consiguió reunir al público esperado. Después de las buenas sensaciones del primer día, con Fuel Fandango rozando el lleno con unos 800 espectadores, lo cierto es que el segundo no llegó ni al medio millar y dejó la zona de espectáculos algo desangelada. El suyo fue un concierto correcto en el que brilló el Señor Marrón a la guitarra, que siempre toca sentado pero con gran maestría. Solo disfrutar de su guitarra merecía la pena el directo. Javier Vielba, cantante y líder de la banda, exhibió al final la camiseta que vestía, la del club de fans de la banda noruega de 'deathpunk' Turbonegro (Turbojugend) de La Rioja, toda una comunión con la región, si bien es cierto que, al explicar esto, puede que más de la mitad del público no supiera de lo que estaba hablando.
El directo fue una exhibición de guitarreo y pelambrera de alta calidad que, por qué no decirlo, no desentonó disfrutarlo sentado, si buen se hubiera agradecido poder disfrutar de una cerveza mientras tanto. Sonaron, sobre todo, las canciones de su último disco, 'Sonora', y en general temas con mucho ritmo y mérito interpretativo a las seis cuerdas. Aquello sucedió más allá de la medianoche. Antes, cuando todavía era de día, abrió la jornada el DJ local Edu AnMu con unos repertorios de canciones que, al menos en el arranque, distó bastante del estilo MUWI, con Rosalía y Smash Mouth (más tarde sonó Blur, The Cure, Placebo… y todo se normalizó). De hecho, sonaba C. Tangana cuando visitó el festival el alcalde de Logroño, Pablo Hermoso de Mendoza, acompañado de la concejala de Cultura y Turismo y del portavoz del equipo de Gobierno municipal. De nuevo en un primer momento el público disfrutó de la música en las zonas de hostelería, uno de los grandes aciertos de esta «edición limitada» por su comodidad y distancia de seguridad. Incluso cuando actuó Fizzy Soup mayoritariamente el personal prefirió tomar algo a ver de cerca el concierto.
«Activistas culturales»
El grupo de Cuenca actuó reducido al 50%, en formato dúo, y es que la limitación de formato parece afectar ya hasta a las pequeñas bandas. Javier Corroto y Sonia García se repartieron el protagonismo, las letras y las percusiones como pudieron y presentaron una puesta en escena con cierto 'glam' que recordó ligeramente a The White Stripes, si bien su música apenas tiene distorsión y es mucho más suave. Fue un directo que fue ganando intensidad y calor conforme se echó la noche sobre Logroño. El propio Javier Vielba salió de las bambalinas y observó a sus teloneros con interés desde la mesa de control de sonido.
Entre medio actuó otro dúo que, este sí, suena como un búfalo. Cala Vento ya actuó en Bodegas Franco Españolas en Actual 2020 y tan buen sabor de boca dejó que regresó para volver a mostrar sus poderosas canciones de espíritu punk. Aleix y Joan exhibieron de nuevo una fuerza arrolladora en sus canciones, fueron un huracán que dejó el listón muy alto para Arizona Baby. Y en su caso fue Javier Corroto quien les observó de cerca, desde el foso. La puesta en escena de este grupo es espartana, ni siquiera sobre el escenario parecen músicos, no visten como artistas, no disponen un solo elemento decorativo, pasan totalmente desapercibidos hasta que suenan. Y las primeras canciones, sin preámbulos, no fueron balas de fogueo sino cañonazos. El batería, por ejemplo, es un auténtico gorila, de lo mejor que ha dado España con las baquetas, ofrece una intensidad bárbara. Y Aleix, con la guitarra, no se queda atrás. «Estoy tan contento que me he comprado unas bambas. Hacía cinco años que no me compraba unas», confesó. Y Joan agradeció la asistencia del público, poco aún, por los condicionantes, y describió a los asistentes como «activistas culturales». El repertorio de Cala Vento, que contó con algunas canciones nuevas y que siempre da ganas de coger la bicicleta al atardecer y pedalear hasta que el corazón salga por la boca, dio paso a Arizona Baby.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Sergio Martínez | Logroño
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